—¡Llegas tarde Min! —Mi grito se habrá escuchado a diez cuadras a la redonda, pero no me importa. Estoy muy enojada.
—Relájate mujer. No empieces con tus alaridos —Me ve de lado pero estoy segura que la comisura de su labio se eleva en una sonrisa.
No suelo ser una persona que use la violencia, es más, mis padres siempre me inculcaron que cualquier ser viviente merece respeto, pero esto supera todos mis buenos modales. Con fuerza que sale desde el fondo de mi pecho, me acerco amenazante a él y lo tomo del cuello de su chaqueta. Nuestras alturas son parecidas así que mis ojos llegan casi a su misma altura.
—Si llego tarde por tu culpa Yoongi... ¡Juro que te mato! —Lo suelto y su cabello sale volando junto con su cabeza.
—No te preocupes cariño.... —Se da el lujo de revisar la hora en su móvil antes de sonreírme maliciosamente —Si te apresuras llegarás en quince minutos.
—¡Estás muerto Min Yoongi! —Suelto en un resoplido.
Salgo del local maldiciéndolo en mi mente. Muevo mis pies tan rápido como me lo permiten pero es imposible, no creo llegar a tiempo. Sin dudarlo, le hago la parada a un taxi y me monto en el.
Son exactamente las cinco con diez minutos y como bólido, salgo del taxi y corro como si mi vida dependiera de ello (Aunque a decir verdad así es).
La puerta indicada está a escasos cinco pasos cuando veo que comienza a cerrarse.
—¡Espere! ¡No la cierre! —Pongo mi pie en el umbral y así evito que me dé de bruces en la cara.
—Dos segundos más y te hubieses quedado afuera Mi Jung —El señor Hirawa me mira con sus horribles ojos penetrantes y un escalofrío me recorre toda la espalda.
—Lo siento, tuve problemas para salir del trabajo —Sin más, entro y tomo asiento.
Dejo todas mis preocupaciones de lado y me concentro en lo importante.
Por las próximas cuatro horas no existe nada a mi alrededor, más que esa hoja de papel y yo.
*****
El cielo se ha oscurecido y mi cabeza está a punto de explotar, seguramente porque no he comido nada. El móvil en mi bolsa suena insistentemente. Miro la pantalla y mi sonrisa no tarda en aparecer.
—¿Llegaste? —Mi voz suena perezosa y cansada.
—Estoy a la vuelta —Es lo único que dice y cuelga enseguida.
Camino despacio, viendo distraída la punta de mis zapatos, sopesando que los resultados que obtengan sean los que deseo, cuando un grito me saca del ensimismamiento.
—¡Mi Jung! —Mis ojos se van directo a aquel chico pelirrojo que mueve insistentemente su mano por encima de la cabeza.
No tardo en descubrir que es Hoseok, amigo de Channie, ese que me presentó hace un par de semanas y el cual me cayó sumamente bien.
Me saluda de forma calurosa y yo hago lo mismo. Le pongo un poco más de atención y percibo que sus ojos no me miran directamente; en su lugar alterna su mirada de mi persona a aquel autobús verde que poco a poco se aleja de la parada.
Me despido a lo lejos de él y sigo con mi camino pero algo en el fondo de mi cerebro me grita que ese joven o es muy extraño o se me quedó viendo de manera algo... ¿Extraña?
Doy la vuelta en la esquina y llego a un callejón oscuro.
—Te tardaste —La voz de él suena cansina, igual que la mía.
—Lo sé, lo siento. Salí tarde debido a las pruebas —Le doy un ligero golpe en el brazo y comenzamos nuestra marcha —Tengo hambre, ¿Vamos a cenar?
De inmediato me mira con esos ojitos de cachorro que conozco desde que tengo memoria y su peculiar puchero enarca sus labios.
—¡Vayamos por sushi! —El entusiasmo vuelve a él y me hala para que lleguemos más rápido a su restaurante favorito.
No puedo decir nada, simplemente me dedico a sonreír.
Ese niño me hace la vida más feliz.