Arcturus Blackwell amaba a sus hijos, pero desde que había perdido a su esposa se había sumergido en su trabajo, aunque habría sido la última cosa que habría necesitado hacer, pues el patrimonio de su familia se sustentaba en el comercio y prácticamente caminaba solo. Sin embargo, él lo había hecho para no pensar, para no sentir y para intentar olvidar el dolor de haber perdido a su esposa. No obstante, en aquel momento sintió más que nunca esa ausencia, pues era evidente que su hija ya no era una niña y había cosas que él no tenía idea de cómo tratar.
Un poco antes de que los chicos volviesen a casa, se había encontrado con Waleska, que era una vieja amiga y él se aferró a ella como a un clavo ardiendo.
En forma sucinta le explicó lo que lo preocupaba, aunque se preguntó si no sería un error, porque después de todo los Cornwall eran no solo compañeros de trabajo de Waleska, sino sus amigos, pero Waleska lo escuchó y entendió perfectamente su preocupación.
De manera que recordando esa conversación y siguiendo el consejo de Waleska, decidió hablar con Atenea, así que subió y llamó a la puerta de la habitación de su hija, esperó a que ella contestara que podía pasar y así lo hizo. Atenea se sorprendió mucho de ver a su padre, pues pensaba que ya se habría marchado.
Atenea se sentó a su lado con cierta aprehensión y Arcturus experimentó un sentimiento de profundo pesar. Así como Ares era una copia fiel y exacta de él, su hija lo era de su madre y hasta los ojos color miel con motas doradas se la recordaban, y le parecía estar mirándola a ella.
Atenea evaluó la situación antes de contestar. Las escasas conversaciones que había sostenido con su padre distaban mucho de aquella. No estaba molesto y en su expresión había una clara invitación a confiar en él, así que lo hizo.
Arcturus había esperado y temido esa respuesta. A partir de ahí, continuar se le hacía mucho más difícil.
Ciertamente Atenea no se esperaba esa reacción, de modo que, una vez superada la sorpresa, una sonrisa se dibujó en sus labios y abrazó a su padre, éste le devolvió el gesto y besó su frente. Estaba a punto de marcharse cuando un nisser apareció en la habitación, Atenea miró el sobre que traía y pensó que se trataba de la contestación de Darien, pero el nisser se dirigió a Arcturus entregándole el sobre a él que abrió el sobre, leyó, sonrió levemente y se volvió a Atenea.
La chica sonrió con alegría y volvió a abrazara a su padre. Cuando él abandonó la habitación ella salió también y se dirigió a la de Ares, pues estaba segura de que su hermano se alegraría tanto como ella y no perdería ni un solo minuto en partir.
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La vida en Averdeen se volvería muy bulliciosa en los próximos días y todos lo sabían, de modo que cuando los Arzhaelíes regresaron para la hora del almuerzo, se encontraron con una verdadera invasión, pues en la mañana cuando se habían marchado, aun no habían llegado todos, pero ahora aquello parecía un centro de convenciones.
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Editado: 21.08.2023