Así es

Así es

 

Una mañana de verano caminaba una joven de 21 años por la colina que se dirige hacia su casa, esa colina donde se levantaba su antigua escuela, ensimismada en su propio mundo, ocupada en sus propios pensamientos, aislada de todo y de todos, pero ya llámese por casualidad o destino, por el rabillo del ojo pudo reconocer un par de siluetas gentiles de su pasado que se alzaban en la lejanía.
 

Decidida pero temerosa, se acercó a las siluetas, que poco a poco tomaban forma y en cada paso sentía como le palpitaba el corazón como si este quisiera saltárselo del pecho, sus manos estaban frías, y su mirada fija en aquellas siluetas, como si temiese perder de vista a aquellas dos personas mientras todo en su alrededor se veía envuelto en un aislante pero tranquilo color blanco.
 

Se detuvo al otro lado de la acera cuando las siluetas tomaron forma, eran dos hombres uno alto, caucásico, no más de 30 años, de cabello corto, castaño y rizado, con jeans ajustados, playera abierta hasta el pecho, chaqueta de cuero de un tono ocre totalmente abierta, una sutil barba, ojos cálidos de color verde olivo con pequeños tonos marrones y una sonrisa amable, era su profesor de ciencias sociales en noveno grado, aquel hombre de aire liberal con el que se la pasaba hablando durante clase sobre temas que comúnmente un chico de 13 años no entendería, pero que ella seguía con facilidad.
 

El otro hombre era moreno unos pocos centímetros más bajo que el primero, tan poco superaba los 30, de cabellos negros, corto hasta la base superior del cuello y ondulado en las puntas, con unos amables ojos marrones, aunque con una manchita blanca en su iris izquierda, cicatriz de un antiguo accidente, vestía una camisa, vaqueros y una chaqueta de jeans desgastada por el tiempo y el uso, un hombre de aura madura pero liberal, era su profesor de artes plásticas, un hombre que se ganó su respeto, que la encamino y la motivo en el mundo del arte, un hombre al que le debía mucho.
 

Su cuerpo no paraba de temblar, había vuelto a ver a sus dos mejores maestros después de 8 años de no saber de su suerte, después de tantos años de pensar en ellos si tener noticias, inhalo y exhaló aire tanto como pudo, apretó la solapa de su morral y sacudió su mano en forma de saludo, saludo que fue correspondido por los hombres, quienes la invitaron a charlar un rato.
 

Estaba tan feliz que casi era incapaz de contener su sonrisa sin que la comisura de los labios le temblara, miro ambos lados del camino asegurándose de que no había vehículos y paso corriendo deteniéndose frente a los hombres, los recordaba más altos pero igual no los alcanzaba, inhala un poco el aire y percibe el característico olor de ellos, cigarros con pasta dental de menta, por alguna razón se sintió un poco triste pero rápidamente lo ignoro, saludó a sus maestros con una gran sonrisa y un cálido "me alegra verlos".


 

-¡oh!, ¡Señorita!, igual me alegra-respondió el moreno estrechándole la mano.
 

-¡ha sido mucho tiempo!-respondió el caucásico repitiendo la acción.


 

Aun la recordaban, aunque ya había crecido un poco, para ellos seguía siendo su pequeña y tímida pupila, aquélla de mirada desconfiada pero a su vez curiosa. Hablaron de todo un poco, sobré futuros proyectos en los que querían incluirla, recuerdos del pasado, buenos como no tan buenos, por alguna razón ella sintió una presión en el pecho y se desahogó con los 2 hombres, contándoles lo que había hecho en todos estos años, lo que había dejado de hacer, lo aprendido, lo perdido y lo buscado, sobre libertad, peleas propias contra el elitismo, luchas internas, decepciones, todo esto sin un atisbo de remordimiento, no había entrado a la universidad tal y como deseaba, por varios motivos, pero hablaba como una seminarista con el regalo de la experiencia, los hombres escuchaban complacidos, intercambiando miradas de vez en cuando y reflexionando en lo que la chica habla, cuando hablo de lo que realmente quería para ella con lágrimas en los ojos, no pudieron evitar sonreír...


 

-yo solo quiero aprender más, ver más, experimentar más y más emociones nuevas, todo esto mientras adquiero nuevos conocimientos, mirando y explorando nuevos horizontes, sin ataduras, sin preocuparme por conseguir un salario o cumplir un horario-dijo la chica entre sollozos mirándolos fijamente- solo quiero aprender más sobre todo, pero es a ese tipo de personas a las que llaman perdedores o fracasados, solo porque no dan resultados monetarios, ¡es tan injusto!
 

-¡qué alivio sigue allí!- exclama de repente el moreno soltando un suspiro de alivio.
 

-es verdad, estaba preocupado porque se hubiese perdido con el paso de los años-afirmo el caucásico.


 

La chica los miraba extrañada, por primera vez no sabía a qué se referían, así que seco las lágrimas en su rostro y pidió una explicación.
 

Ambos hombres en respuestas alzaron suavemente su mentón y se acercaron a su rostro como si quisieran confirmar algo con ello, mientras, guardaban silencio.


 



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En el texto hay: angeles, maestro, sueños reveladores

Editado: 24.07.2019

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