Helia
Un día. Faltaba tan sólo un día para el baile y todo se encontraba en orden en el Palacio del Sol. En las cocinas ya se estaban comenzando a preparar las comidas para en banquete y el Gran Salón ya estaba listo para la llegada de los invitados.
Ya había anochecido y Helia se disponía a descansar luego de su último viaje. Subió las escaleras del palacio en dirección a su habitación, apenas notando a los guardias que custodiaban su puerta. Si bien, todo estaba en orden, el verdadero caos se encontraba en su cabeza. No podía dejar de pensar en otra cosa que no fuese el gran evento. Sentía una mezcla de curiosidad y miedo. Era fascinante.
Se dejó caer sobre su cama y se quedó observando el techo, en silencio. No fue hasta unos minutos después que alguien llamó a la puerta.
- Entre.
Helia divisó dos siluetas familiares. Pronto, dos pares de ojos grises la observaban detrás de sus uniformes de trabajo. Eran Sander y Elden, los oficiales de confianza de Helia y sus únicos amigos, además de Ceres.
- ¿Qué tal, chicos?
- Helia — saludó Elden con un gesto.
- ¿Preparada para mañana? — preguntó Sander mientras se sentaba a su lado. En los últimos días, se había generado cierta amistad entre ella y los gemelos. Helia se había dado cuenta de que sus presencias hacía de su estadía en el palacio más amena; llenaban el silencio que guardaban los demás cuando ella paseaba por los pasillos.
- ¿Ustedes lo están?
- Demasiado — ironizó. — Será muy divertido estar horas enteras monitoreando que ningún dios rompa algo o ruede por las escaleras por beber demás.
- Eso nunca ha sucedido — espetó Helia.
- Eso es lo que tú crees…
- Ya les dije que no es necesario que hagan sus guardias durante el baile. Otro puede hacer el trabajo.
- Déjalo, Helia — resolvió Elden. — Mi hermano no sabe hacer otra cosa que no sea quejarse.
- ¿Me estás llamando quejumbroso?
- Si buscase la definición de quejumbroso en algún diccionario, seguro aparecería tu rostro en él.
Antes de que iniciase una nueva de sus discusiones sin sentido, Helia habló.
- ¿En serio van a discutir ahora? ¡Creí que querían charlar!
Tras decir esas palabras, los gemelos se miraron mutuamente. Elden se golpeó la frente, como si hubiese recordado algo.
- En realidad, Helia, hay algo más…
- ¿Qué sucede?
- Te llegó esta carta mientras estabas en tu viaje. Tiene el sello de Universo.
¿Universo?
Helia le arrebató el pequeño pergamino y leyó el simple mensaje que estaba dentro.
Ve al Gran Salón a media noche. Te estaré esperando.
Universo.
- ¿Qué dice? — preguntaron los gemelos.
- ¿Qué hora es?
- Creo que faltan unos minutos para la media noche.
Oh no.
- ¿Helia?
- Universo vendrá al palacio.
- ¿¡Qué!? — exclamaron los gemelos a la vez. — ¿Por qué?
- No lo sé, pero debe de ser importante. Él nunca avisa cuando viene, menos a través de una carta…
- ¿Qué harás ahora?
- Ustedes espérenme aquí. Ya vuelvo.
Pese a las protestas de los gemelos, arregló su cabello y estiró su vestido, y salió de la habitación. Bajó a paso firme por las escaleras, en dirección al Gran Salón.
Una vez allí, observó la apariencia de la estancia. Las mesas, los manteles, los candelabros, las sillas. Todo estaba en su lugar. Todo se veía perfecto. Luego observó la amplia pista de baile. Podrían bailar cientos de parejas y aun así sobraría el espacio para varias más. Helia se preguntó si entre toda esa multitud, podría pasar desapercibida, aunque fuese por una sola vez. Quizás podría bailar con Selien sin preocuparse por los demás, pero esa idea era imposible. La presencia de Selien inevitablemente llamaría la atención de los otros dioses. Aun así, era lindo pensar en un escenario en que solo serían ellos dos y nadie más.
- Llegaste antes — habló alguien desde la tarima y la sonrisa Helia se desvaneció.
- Universo.
- Helia — bajó Universo con los brazos abiertos y una sonrisa que no llegaba a los ojos, impropia para alguien como él. — ¿Preparada para mañana?
¿Por qué todos me hacen esa pregunta?
- Eso creo. ¿Te gusta cómo quedó el salón?
- Pudo quedar mejor, pero no te culpo. Con los incompetentes que tienes por guardias, me sorprende que hayan acabado a tiempo — rio agriamente.
- Ya — se limitó a responder. — Pero dime, ¿Qué te trae por aquí?
- Sólo quería ver cómo marchaban las cosas para mañana ya que no estaré presente durante la conmemoración — explicó. — Y para entregarte esto.
De su traje sacó una pequeña caja de terciopelo. En su interior, se encontraban unos pendientes en forma de rocío. Eran hermosos. Aún en la oscuridad del salón, parecían resplandecer.
- Mañana será un día importante y me gustaría que los uses durante el baile.
Helia observó los pendientes y finalmente los aceptó. De lo contrario, Universo creería que es impropio de ella y sospecharía de la creciente desconfianza que había desarrollado hacia él durante los últimos meses.
- Gracias — respondió mientras se los colocaba.
- Diviértete mañana y que las cosas resulten tal y cómo deben de resultar— estrechó su hombro y se dirigió hacia la salida del salón.
A veces, Helia no comprendía a Universo. No comprendía porqué se comportaba distinto con ella y diferente con los demás, incluso con los otros dioses.
Helia salió del salón y subió hacia su habitación, en dónde los gemelos seguían esperándola. Se incorporaron en cuanto ella entró y la bombardearon con preguntas.
- ¿Qué tal te fue?
- ¿Era algo grave?
- ¿Universo ya se fue?
Helia no les respondió. Se limitó a observarlos mientras sentía un súbito sentimiento de preocupación. Algo andaba mal.