Baham.
La pregunta le dolió más que las mismas heridas. La culpa reemplazó el dolor que sentía, sustituyéndolo por vergüenza.
¿Cómo le explicaría que no era lo que él pensaba? ¿Cómo le explicaría que las cosas se habían salido de sus manos?
Guardó silencio a la pregunta para esperar a calmarse. Tenía que encontrar un modo de controlar su respiración para que la punzada de su lado izquierdo se detuviese. Dirigió una mano temblorosa a esa zona solo para comprobar que hasta el más mínimo roce ardía. Trató de reprimir un quejido, pero no lo logró.
- ¿Qué sucede? – preguntó Selien, alarmado.
Baham no respondió. Intentó pensar en algo, cualquier cosa que la calmase, pero nada vino a su mente por lo que se dedicó a contar la mayor cantidad de números posibles con la esperanza de que el dolor se marchase pronto.
- Fue él, ¿no es así? – inquirió el dios. — ¿Universo te hizo todo… eso?
Ella asintió. Selien no volvió a hacer preguntas.
***
No notó cuando se quedó dormida. No sabía cuánto tiempo había pasado, porque en el Palacio del Tiempo, el tiempo no parecía trascurrir ni muy rápido ni muy lento, pero cuando volteó su mirada hacia Selien notó que él también se había dormido.
Mientras dormía, alguien debió de haber entrado al sótano porque a sus pies se encontraban una copa de agua y una gran manta gris. Selien solo tenía la copa. Baham se arrastró hacia ellos solo para descubrir que el dolor no había desaparecido. En absoluto. Se envolvió en la manta y volvió a su esquina.
- ¿Te encuentras mejor?
- Lamento haberte despertado – murmuró, sobresaltada por la pregunta. De pronto sintió su garganta muy seca. Bebió de su copa.
- ¿Te encuentras mejor? — habló Selien nuevamente.
- No — balbuceó, demasiado cansada como para mentir.
- ¿Dónde te duele?
Se limitó a señalar sus heridas visibles, si especificaba las que no lo eran, preocuparía más a Selien.
- Ese… monstruo — A Baham no le gustó como pronunció esa palabra. Monstruo. Por la forma en que lo dijo, en cierta manera le recordó a Universo. — Necesitas ayuda. Llamaré a los guardias.
- No servirá de nada.
- ¡Pero alguien debe de examinarte!
- ¿En serio crees que te tomarán en cuenta? — gruñó Baham. — ¿Crees que Universo traerá a alguien para que cuide de mi cuando fue él mismo me hizo esto? No me hagas reír.
Selien guardó silencio al instante. Se regañó a sí misma por haberle hablado así, después de todo él solo estaba asustado al igual que ella. El Dios y la Estrella no eran más que prisioneros esperando la llegada del verdugo.
Baham tomó nuevamente de la copa y observó su reflejo en ella. El moratón era de esperar, pensó, pero su labio partido comenzaba a verse bastante mal.
- Lo siento — murmuró Selien, pasado unos minutos. — Tienes razón.
- No debí hablarte así — contestó sin apartar los ojos de su reflejo.
- Es solo que… desearía haber estado allí.
Ante el comentario, Baham rio amargamente. Aunque hubiera estado allí, Selien no habría podido hacer nada. Baham había descubierto que no importaba lo mucho que uno lo intentase, no podías ganarle a Universo.
De pronto, la puerta del sótano se abrió para dejar pasar a uno de los guardias que la había escoltado al palacio.
- Elden – Selien susurró.
- Informo a los prisioneros que dentro de poco serán trasladados al Gran Salón en dónde serán juzgados por el nuestro señor Universo – habló monótonamente.
Elden no volvió su mirada hacia el Dios. Se veía tenso, preocupado. Vaciló antes de abandonar la estancia.
- Lo lamento tanto – susurró, aproximándose a la celda de Selien. – Le prometimos a Helia que te ayudaríamos si algo salía mal. Lo lamento tanto, Selien.
- No hace falta que lo lamentes, yo mismo me metí en esta situación. Pero dime, ¿Haz sabido algo sobre Helia o Ceres? ¿Están bien?
- No sabría decirte. Hemos estado custodiándolos desde hace noches…
- ¿Noches? – preguntó Selien, alarmado.
El guardia lo miró seriamente.
- Selien, – bajó la voz, como si temiese ser escuchado por las paredes – han pasado dos noches desde el baile…
Selien palideció al escuchar aquellas palabras. Baham miró de reojo como se dejaba caer nuevamente al suelo de su celda.
- Debo irme – anunció Elden – o notarán que estoy tardando.
Antes de marcharse, se volvió hacia ambos.
- Prepárense – habló firmemente. Luego se dirigió únicamente hacia Selien. – No temas. Él… puede que esté enfadado, pero no se desharía de ti tan fácilmente. La Luna necesita a su Dios.
Luna hay una sola, pero Estrellas hay muchas. Perfectamente se podría deshacer de mi y no sería la gran cosa, pensó Baham, amargamente.
***
Con el paso del tiempo, Baham comenzó a sentir una creciente angustia en el pecho. Comenzó a preocuparse. Repasó en su mente todos los posibles escenarios de lo que podría ocurrirles cuando Universo los convocase. Comprendió que debía ser honesta con Selien, en caso de que las cosas no terminasen bien. Él debía saber la verdad.
- Sel – llamó.
- ¿Si?
Baham vaciló antes de hablar, no encontraba las palabras adecuadas para lo que iba a decir.
- Hay algo que tienes que saber. Necesito decírtelo, quizás no haya otra oportunidad para hacerlo.
Selien la miró confundido, pero no dijo nada.
- Cuando fui a ver a Hécate, - comenzó – ella… mencionó que ella y su esposa han estado encerradas en la Cárcel Oscura porque años atrás ocurrió una guerra…
- Eso es imposible, – intervino el dios – la Creación…
- Es una farsa.
La miró como si lo hubiesen golpeado en la cara. Guardó silencio por varios segundos, gesticulando mil preguntas a la vez que no podían salir de sus labios.