Capítulo 8: El Incidente
KATHLEEN.
Oh, Dios.
Habían pasado tres días desde aquella noche en la que mi corazón se había descompuesto. Esa noche en que los jodidos labios de aquél irresistible chico habían estado sobre los míos. Esa noche en la que esos ojos azules de aquel ojizarco que tanto odiaba habían logrado causar un sismo adentro de mi.
Durante lo que restó de noche intenté ignorarlo con todas mis fuerzas, el hizo lo mismo lo cual me sorprendió. Quizás el no pensaba en ese beso tanto como yo lo hacía. Me estaba desquiciando.
¿No significó nada para él?
¿Solo fue pura diversión?
La grieta en mi corazón se ensancha al pensar en cosas dolorosas. Diablos. ¿Por qué me sentía de esta manera?
No te sulfures de esta manera, Kath. La chica que vive adentro de mi juega con sus dedos, acausándome de ser débil y lo suficientemente estúpida como para seguir pensando en la mirada azulada de Mikhail.
Sacudo mi cabeza, apartando todos los recuerdos de mi cabeza. Iba a borrar esa noche de mi cabeza para siempre e iba a mantener el acuerdo por encima de todo. Inspiro con fuerza antes de entrar en la casa del terror en donde habitan mis pesadillas, entro, dejando todo el aire en cada paso que avanzo. Dejo mi bolso en el perchero y me deshago del suéter sobre mis hombros. Mis pulmones inhalan aire con fuerza, incluso, me resulta doloroso respirar.
— ¡Kathleen!—ahogo un grito debido al susto y me giro para encontrarme con un cuerpecito pequeño, sus ojazos azules me observan con severidad. Me recuerda tanto a él...
Deja de pensar en el, Kath. Mi subconsciente me regaña.
— Has llegado tardísimo—se cruza de brazos, sin dejar de mirarme— Se te ha olvidado mi juego de hoy, es importantísimo, Kathleen.
Mierda. Lo había olvidado.
— ¿Qué estás esperando para irnos, huh?
— Tienes razón, vamos—asiento mientras Mickey se apresura en salir de la casa.
Lo sigo intentando seguirle el paso. El parque queda cerca de casa así que no habría problema en llegar caminando. Cojo la sombrilla para ser prevenida y le sigo, el camina al frente, moviendo sus pies con rapidez. El parque está abarrotado de autos y personas, al parecer es un juego importante. Mickey se pierde entre las personas para ir a buscar a su grupo, así que opto por sentarme en las gradas. Es difícil conseguir un asiento que esté desocupado pero después de un buen tiempo de pie logro conseguirlo.
Levanto mi mirada para encontrarme con unos ojos conocidos. Esos malditos ojos azules. Un nudo se forma en mi estómago y miles de emociones me invaden en el momento en el que nuestras miradas se cruzan.
El no sonríe, solo sigue observándome. Yo desvío mi mirada hacia un lado para evitar todo contacto visual o físico que tenga que ver con él. Pero el destino no parece estar de mi lado, la señora que se encuentra a mi lado se levanta, dejando su lugar vacío y a disposición de alguien más.
No te acerques.
No te acerques.
No te acerques.
Entonces levanto mi mirada para encontrarme con su hermoso rostro frente a mí. El viste una camiseta de cuadros rojos y negros junto con sus vaqueros y sus usuales zapatillas negras.
— ¿Está ocupado?—su ronca y áspera voz causa estragos en mi jodido ser. Simplemente niego con mi cabeza, observando como se inclina para sentarse a mi lado.
El mira al frente, concentrando en el juego que ha empezado hace pocos minutos.
Me concedo un momento para examinar su jodido perfil: naríz recta, labios carnosos y perfilados, el piercing en la esquina de su labio inferior, el pelo rubio que cae divinamente sobre su frente. Definitivamente este irresistible hombre no es para mí.
El recuerdo de aquella noche en el hotel, reaparece en mi cabeza, haciendo que mis mejillas se tiñan de color.
Sus labios ensanchan una sonrisa, lo cual me hace arrugar las cejas. De pronto gira su rostro y me pilla mirándole, soy incapaz de desviar mi mirada, me he quedado petrificada.
— ¿Recordando algo?—pregunta, mirándome con una sonrisa socarrona en sus hermosos labios.
Madre mía.
Dejo salir un suspiro intentando parecer relajada.
— Nada que me interese recordar—sus labios se contraen con fuerza. El estira sus largas piernas frente a él y se cruza de brazos, mirando al frente.
¿Le ha molestado?
Decido dejar de pensar en el chico infernal que se encuentra junto a mi y concentrarme en el juego. Observo a Mickey, el se encuentra en la portería de la cancha mirando hacia sus lados mientras los demás niños juegan con tanta pasión que me abruma. Los ojos azules de Mickey están húmedos. El entrenador se mueve de un lado a otro con sus manos sobre su cabeza calva. Un niño corre con la pelota en dirección a la portería, sus pies se mueven con rapidez y determinación, la adrenalina se siente en el ambiente, entonces varias personas se levantan, alardeando al niño de la pelota que va en dirección a la portería de Mickey. Mi corazón late con tanta fuerza que siento que va a estallar en cualquier instante. El entrenador le grita a Mickey que se concentre y fije sus ojos en el balón. Entonces sucede, la pelota impacta contra la cabeza de Mickey con tanta fuerza que éste cae al suelo.
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Editado: 17.11.2021