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Seth procuró ignorar las advertencias del lobo que le empujaban a levantarse del diván, ese simple objeto estaba deslizando su capacidad de razonar muy lejos de él, pero debía ser fuerte, dominar sus miedos, ser más que un niño atormentado ocultándose debajo de este cascarón adulto.
Iba a intentarlo.
Reed no le haría daño, ¿o sí?
—Necesito que te relajes —ella dijo ajustando algo en el aparato.
A pesar de que sentían un poco de alivio al haber hablado sobre algo que le hizo tanto daño, para el animal no era sencillo abandonar las viejas costumbres sobre todo cuando las había adoptado para proteger a Seth.
Lo había hecho desde el momento en que se rebeló en su mente el día en que lo amarraron como un animal. Y desde ahí estuvo en cada momento en que sintió miedo.
Pero ahora era diferente, se sentía seguro con Reed y estaba dispuesto a ayudarla, si para eso tenía que mantenerlo a raya, lo haría.
—Vamos a iniciar.
Escuchó el sonido de los árboles, sus hojas moviéndose suaves, luego se le sumó el suave murmullo de un arroyo y el trinar de unas aves.
«Esto puede ser agradable» pensó.
— ¿A qué te recuerda esto?
Seth abrió los ojos y miró el techo blanquecino.
—Mí territorio.
—Dime, ¿cómo es?
—Oh Reed si lo vieras..., hay bosques y montes, montañas, un río grande con varios arroyos que desembocan en él, un par de lagos dispersos entre los valles de las montañas, es hermoso.
¿Cómo reaccionaría si la llevaba ahí? Se preguntó, en su mente ya estaba imaginando sus rizos salvajes siendo mecidos por la brisa, ella admirando el lugar, rodeada de naturaleza, con ese brillo inquisitivo y la curiosidad abordando sus ojos oscuros.
—Ahora, vas a oír algo diferente, cierra los ojos.
Un rugido ronco le hizo sonreír, pero su lobo gruñó inquieto, ambos aprendieron a identificar esos sonidos, tenían una larga experiencia.
—Es un gato.
—Sí, pero ¿qué clase de gato?
—Un gato White Claw. Un puma.
Hubo un silencio en el que se vio tentado a abrir los ojos, pero debía mantenerse obediente, pues ella especificó que necesitaba toda su concentración puesta en su sentido auditivo.
—Es un clan bastante importante, ¿son tus aliados?
—Eso es correcto.
— ¿Desde cuándo?
El lobo presionó, queriendo ascender a la superficie, a partir de ahí, la información era delicada y no estaba muy seguro de compartirla con una persona ajena al clan, que nadie más que Seth conocía.
«Confiamos en ella»
«Pero esto es demasiado» al lobo no le agradaba compartir información privada, mucho menos de su clan.
—No registres esto Reed —ordenó—. Promete eso.
—No lo haré.
«Reed es de confianza» repitió haciendo retroceder al lobo.
—Derek ascendió como alfa cuando tenía diecinueve años, durante su primer año tuvo que enfrentar un ataque masivo de militares humanos. Habrían destruido al clan de no ser por la ayuda que envió Jeremiah Wells, con ellos logramos mantener el territorio y expulsar a los militares, pero nos costó la mitad de nuestra gente. Un año después, un clan de osos bastante grande atacaron a los pumas, ellos estaban luchando junto a los militares y tenían el objetivo de matar a los líderes, Jeremiah y sus hijos. Derek decidió devolverles el favor.
— ¿Qué pasó?
—Los expulsamos, pero Jeremiah Wells fue herido por un francotirador humano, designó a su hijo Sean como lugarteniente antes de morir.
— ¿Sean no lo era?
—No, su medio hermano mayor, Joey, él estaba en ese puesto.
Y Seth agradecía la acertada decisión del viejo Jeremiah, Sean resultó un buen líder, con la honestidad suficiente para no corromperse por el poder, y con la fuerza necesaria para imponer su autoridad. El puma le agradaba, su determinación sobre todo, que le llevó a esperar por el amor de una mujer durante cinco años, y al final, Aria Ashburn terminó por...
—Seth, ¿puedes oírme?
—Lo siento, estaba pensando en otra cosa.
Reed soltó una risa baja, el sonido le alcanzó, tan delicioso y nítido como si no tuviera los auriculares puestos.
—Voy a repetir la pregunta, ¿desde hace cuánto tiempo son aliados?
—Casi diez años.
El sonido del bolígrafo acompañó otro que resultó familiar, pero muy diferente al anterior, era uno que reconoció al instante.
—Otro gato, Reed, ¿te gustan los felinos?
No quiso sonar tan ofendido, pero lo hizo, no tenía el mejor control sobre su lengua. ¿Qué importaba si le gustaban los gatos? Ella estableció los límites la noche anterior, fue muy clara en marcar una brecha tajante, ellos dos solo estaban en ese extraño trabajo y no había tiempo ni lugar para ser algo más.
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Editado: 10.07.2019