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Ningún cambiante podía resistirse a la alegría de un cachorro, fuera cambiante o humano, eso no importaba. Desde el momento en que la niña le sonrió, Seth cayó rendido a sus pies, era por esa razón que le permitió subirse a su espalda para dar un paseo por el lindero del bosque.
Los demás podían burlarse todo lo que quisieran, pero Laila era una niña que fácilmente podía robarle el corazón a cualquiera.
Y Reed estaba tan feliz de tenerla que le hizo preguntarse por qué la extrañaba tanto, de alguna forma la manera en que veía a Laila, como si de un momento a otro fuera a desaparecer, le parecía familiar, porque Seth se sintió igual cuando recuperó a Caleb.
Todavía pensaba que podía perderlo de nuevo, por más absurdo que se viera, y es que eso era lo que provocaba la desaparición de un familiar cercano.
¿Laila también había desaparecido?
Porque no había explicación para que Reed se emocionara tanto cuando la pequeña le hablaba.
-¿Tú también tienes un clan?
Laila le había bombardeado con preguntas desde que se transformó, parecía que el interés por los cambiantes era hereditario, ella tenía la misma curiosidad insaciable que Reed.
Al no poder responderle, Seth movió las orejas dos veces. Además de curiosa, era inteligente, lo veía en su mirada.
— ¿Eres un alfa?
Negó.
—Un Beta.
Resopló, esto era divertido.
—Suficiente —dijo Reed—. Seth debe estar cansado.
Laila la miró suplicante, pero Reed no dio el brazo a torcer. Seth se agazapó en la tierra para ayudarle a bajar, y permitió que le rascara la barbilla como si fuera su mascota.
Sonriendo, Laila corrió al interior del habitáculo y luego regresó con una mochila llena de juguetes.
— ¿Puedo quedarme afuera un poco más? —Le preguntó a Reed.
—Sí, pero no te alejes más allá de la piscina. —Reed revolvió el cabello ondulado de Laila antes de que ella corriera a esparcir sus animales de plástico en el césped—. ¿Quieres un café?
Sacudiéndose el pelaje, Seth ingresó y directo a su habitación, luego de vestirse, salió a la sala. Reed estaba reclinada sobre el borde de la isla de la cocina, observando atentamente a su hermana en el patio, reconocería esa mirada protectora en cualquier parte, les recordaba a las madres de su clan.
—Sobreprotectora, ¿eh?
Ella sonrió levemente.
—La he cuidado por siete años y medio, ya es casi como una hija.
Seth se acercó, aprovechando su distracción para apreciar esa masa de rizos salvajes que le fascinaba tanto.
—Ah, sí, el trabajo del hermano mayor jamás termina.
Logró hacerla reír, ella bajó la cabeza un poco y le miró de reojo, sentándose en el banquillo más cercano, Seth inhaló el aroma a océano y lavanda, no había rastro alguno de emociones subyacentes pero aun así ella estaba tan distante que le desconcertaba.
Y ahora todo lo que quería es cerrar la brecha entre ambos.
—Reed.
— ¿Sí?
Por una vez, ella le quitó la mirada de encima a Laila y se quedó en él. El lobo se movió bajo su piel, inquieto, expectante.
—Todavía no arreglamos lo que hay entre nosotros.
—Creí que eso había quedado claro cuando llegamos.
Sus palabras distaban mucho de parecer sinceras, eran mecánicas y planas, como si las pronunciara para tapar algo.
—No, no quedó para nada claro.
Seth bajó del banquillo, quedó junto a ella, Reed bajó los brazos a los costados, él percibió el cambio de sus latidos, incrementándose, ella podía decir cualquier cosa pero a veces el cuerpo hablaba más que las palabras.
—Eres la única mujer en el mundo que conoce mis males, que ha visto a la bestia que me protege día y noche, la única humana que no me ve con horror y asco. Eso significa mucho para mí, no sabes cuánto.
Durante el tiempo con ella había aprendido cosas de sí mismo que jamás pensó que siquiera existiesen, comprendió actitudes y costumbres que él en su ignorancia las había naturalizado, todavía era un bruto rastreador con más defectos que virtudes, pero ahora se veía con otros ojos, y estaba dispuesto a mejorar, a regresar al clan y dejar de ser dependiente de la atención de los demás, a buscar su propio camino y formar su vida.
—Y te quiero a mi lado —soltó.
La declaración le sorprendió, y en un momento quiso culpar a su lobo de haber impulsado las palabras a través de su lengua, pero mentiría, era la voluntad de Seth.
«Los humanos engañan, ¿hemos de correr el riesgo? »
Fue Reed quien inició el contacto, aferrándose a su mano como si su vida dependiera de ello, luego fue acercándose poco a poco, hasta reposar su cabeza en el pecho de Seth y quedarse ahí, en el mayor de los silencios, mientras ambos veían cómo jugaba Laila en el césped con sus animales de plástico.
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Editado: 10.07.2019