Atrápame

Capítulo 37


 


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Tenía las manos frías y con gotas de sudor, el corazón latiendo tan rápido que parecía que podría salirse de su pecho. Y para colmo, el animal seguía inquieto, rogando que deshiciera el bloqueo. Seth no podía, no era el momento, Reed seguía en sus brazos, por orden de Dash ambos se apartaron de la camilla.

Seth podía ver el movimiento inquieto bajo los párpados de Laila, Derek le estaba revisando en silencio, mientras el médico le colocaba un suero con alguna medicina que no alcanzó a comprender bien su función.

—Necesito que se estabilice —replicó el alfa.

— ¿De qué rayos hablas? Su presión sanguínea regreso a los parámetros normales.

Derek gruñó bajo.

—Su mente está inquieta, puedo sentirla. Debo calmarla antes de intentarlo. —Se agarró la cabeza con frustración, y luego emitió un quejido bajo, se dirigió a ellos—. Salgan de aquí, necesito espacio.

Reed dejó de esconder su rostro contra su pecho y miró al lobo a los ojos, negó en silencio y se plantó firme. Seth le rodeó con suavidad, acariciando los rizos del cabello.

—Vamos.

—No, quiero estar con ella.

—Derek necesita espacio —afirmó—. Confía en mí.

Algo se removió en su interior al decir eso «Ella nos necesita» Seth fijó su mirada en el médico que se mantenía al tanto de los signos vitales de Laila.

—Código blanco —le dijo, y luego les hizo un gesto para que dejaran el cuarto.

—Vamos.

— ¿A qué se refiere con eso? —Reed le preguntó una vez en el pasillo.

—Dash maneja cuatro códigos de acción, rojo para heridas en adultos, negro para enfermedades contagiosas, azul para cualquier cosa relacionada al alfa y blanco para los cachorros.

Reed no quiso acompañarle a la sala común de emergencias, podía oír a los demás ser atendidos por los estudiantes que le ayudaban a Dashiell con las tareas de curación. Seth giró para levantarle el rostro decaído, su abatimiento era profundo así como las emociones que destilaban sus ojos oscuros, él las sentía rodearlo para alertar al lobo, el bloqueo ya no estaba siendo efectivo para alejarla, y ya no quería seguir manteniéndolo, pero quitarlo sería un golpe emocional bastante duro para ambos y ella no estaba en condiciones para soportarlo.

—Reed sé que en este momento las cosas no se ven bien, pero debemos tener fe en las posibilidades.

—Tu alfa no nos dio muchas —murmuró dolida, negándose a mirarlo a los ojos—. ¿Qué es lo que hice? —Preguntó, un temblor sacudió su cuerpo de forma suave y ella se abrazó a sí misma—. ¿Por qué todo esto nos pasó a nosotras? ¿Por qué tuvimos que ser el blanco de Adrien y su clan? ¿No había otra persona? ¿Por qué herir a Laila de esa forma? —Reed colapsó—. Dime Seth, por favor, quiero saber qué hice para merecer todo esto.

Ella se arrojó a sus brazos, las lágrimas volvieron a picar en sus ojos, llenándolos hasta el borde en donde las retenía, Seth los cerró e inevitablemente cayeron, ahogó su propio llanto mientras contenía las amargas emociones de Reed, pero su habilidad empática no estaba tan desarrollada como lo necesitaba en este momento, Seth solo podía sentirlas, pero no alejarlo todo y eso le frustraba porque le hacía sentir inútil, impotente ante todo esto que estaba pasando fuera de su control. En su mente rogó a alguna entidad divina en los cielos, suplicó para que el vínculo de sangre funcionara y le regresara a Laila.

Pero nadie respondió, las luces del pasillo se encendieron, uno de los estudiantes ingresó por la entrada, al no encontrar a su mentor se dirigió rápidamente a él.

— ¿Han visto al doctor Dashiell?

Reed se limpió el rostro con prisa.

—Está actuando bajo el código blanco —afirmó Seth—. Creo que tendrán que arreglárselas sin Dash durante un momento.

El joven entornó los ojos, preocupado.

— ¿Uno de nuestros cachorros?

Seth asintió.

—Laila.

—Oh —expresó—. Entiendo, ¿podrías ayudarme con Logan? Es tan duro de tratar como un niño con rabieta.

Seth tomó de la mano a Reed.

— ¿Qué es lo que le pasa?

—Problemas con las agujas.

A pesar de su reticencia a separarse de la puerta del cuarto, Reed terminó por seguirle, la iluminación de la sala común le daba un buen aire de hospital, casi todas las camillas estaban ocupadas por los miembros heridos de las cuadrillas que enviaron para su rescate. Al fondo, casi al final, escuchó un quejido conocido y luego un regaño femenino cargado de impaciencia.

— ¿Le temes a las agujas? Por favor lobito, tiene que ser una broma.




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