Atrápanos si puedes

CAPÍTULO XII

Omnisciente

—¿Sentiste curiosidad? —averiguó Axl, poniéndose en pie.

—¿Qué? ¿Dices que es solo mi culpa por no verte el rostro? —preguntó, con los brazos cruzados, negándose rotundamente a aquella idea.

No le había echado un vistazo a su rostro después de la graduación y, en casa de sus padres, antes de marcharse, tampoco lo había observado. Esos acontecimientos hicieron que Axl pensara que nada había sido importante, que simplemente no hubo conexión y que solo fue un momento de placer.

—Bromeas, ¿cierto? —buscó una respuesta.

—No, en ningún momento he insinuado eso, solo digo que tuviste dos oportunidades de verme y, pese a ello, no lo hiciste.

Necesitaba saber lo que ella pensaba al respecto.

—¿Por qué no atreverte? —insistió con otra pregunta.

—Abre la puerta, me iré a casa —exigió fingiendo estar más molesta de lo que en realidad se encontraba.

Jade avanzó. Él, de inmediato, la detuvo, se quitó la corbata y, sin que ella pudiera negarse, con sutileza y parsimonia, le cubrió los ojos, desencadenando un escalofrío que le recorrió la espalda, como cuando algo inesperado lo descolocaba.

—Axl… —murmuró Jade con voz débil e inaudible.

—Tienes muchas dudas y yo también. Necesito tantas respuestas como tú, y ambos las obtendremos —verbalizó, pasando saliva, mientras le acariciaba las mejillas y le delineaba los labios. Con los dientes, se mordía los labios, un gesto automático cada vez que el nerviosismo lo rebasaba—. Y también quiero, muero por besarte, pero, ¡demonios!, sé que no es el momento —reveló en medio de su episodio de ansiedad, pues se sentía impotente; su mano comenzaba a temblar, así que prefirió alejarse y agradeció mentalmente que ella tuviera la vista obstaculizada.

Para Axl, nada había cambiado: la imagen en su mente de la chica divertida y arriesgada, que había llevado su relación a un punto que él jamás creyó, continuaba presente. La verdadera incógnita merodeaba alrededor de Jade.

—¿Quieres algo de comer? ¿Tal vez de beber? —cuestionó, deseando olvidarse del torrente de emociones, nerviosismo e impotencia que albergaba.

—Cálmate —pidió Jade con una sonrisa tierna y consoladora en su rostro.

Axl se dio a la tarea de respirar y, para ello, cerró sus ojos. Mientras, Jade, al percibir lo que sucedía, fue comprensiva y acarició su rostro. Lo que para ella eran arrebatos, así lo había explicado él cuando eran jóvenes, en realidad, era ocasionado por su ansiedad.

—Hablemos. Vamos, sentémonos —propuso aún sin poder ver, esperando que fuese él quien la guiara.

—Acompáñame —dijo Axl.

En medio de su ansiedad, tomó la mano de Jade y la guio a las escaleras. Subieron hasta su habitación y, estando allí, sin oposición de parte de ella, le ayudó a cambiarse, colocándole una de sus pijamas. Él se puso una similar y luego la llevó hasta la cama, donde se recostó frente a ella, como si necesitara confirmar que no huiría antes de poder hablar.

—Así ya no podrás escapar —Su susurro salió acompañado de una pequeña y contagiosa risilla.

—No soy cirujana, pero te aseguro que conozco cómo se usa un bisturí —contraatacó, elevando una ceja.

—Estas manos le darán un futuro a nuestra hija —replicó.

En lugar de reír, ambos suspiraron.

—Una pregunta de parte de cada uno, ¿te parece? —propuso y él respondió con un casi inaudible: «Sí»—. Tú inicias.

Axl no necesitó pensar su pregunta, pues llevaba catorce años formulándola.

—¿Por qué no te atreviste a descubrir quién era la noche de la graduación y hace ocho años? —cuestionó, deseando una respuesta para la noche en la que huyó de su casa.

—Esas son dos preguntas —replicó ella, entendiendo que él era un zorro astuto, pero, aun así, se dispuso a contestar—. Hace ocho años, fue una de las peores noches de mi vida y lo que pasó entre ambos fue una locura que, en ese momento, me ayudó a lidiar con la situación que estaba atravesando. Así que quise recordar aquel arrebato de ese modo y no complicarlo todo —aseguró y, aunque no podía ver, sintió que él asintió—. En cuanto a la graduación, fue muy importante para mí, ya que, aunque no se trató de mi primera vez, estaba enamorada y eso la volvió tan especial que no quise arruinar la fantasía, mucho menos quitarme la venda y pedirte que te quedaras. Jamás te habría dejado ir, así que preferí ser yo quien huyera.

Con esas palabras, otra incógnita surgió en Axl: «¿Qué sentía por él? ¿Aún lo amaba?», pensó. Aun así, se lo reservó. De no hacerlo, Jade tendría más motivos para tildarlo de loco; peor, si veía alguno de sus tatuajes.

—Sigues tú —cedió el turno.

—¿Por qué fingiste no conocerme?

La pregunta fue sencilla, pero verdaderamente intrigante.

—Me conociste, puedo asegurar que aún lo haces. Hablo enfrente de cientos de personas, pero, en ocasiones, aún tartamudeo cuando estás delante de mí: siempre he sido tímido, Jade, y aunque he tratado de controlarlo, contigo no puedo.

Se detuvo un momento, necesitaba hacer una pausa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.