Ausencia de pastel

Capítulo 4

「23 de diciembre del 2015」

Despertar de una siesta termina siendo un acto de gran comodidad para todo ser humano, sin embargo, no llega el mismo sentimiento de serenidad cuando frente a nosotros está una persona que nos inquieta en más de un sentido. Encontrar una ocasión en la que se me permita deshacerme de Kishō era lo más complicado del mundo, ya que había comenzado su acoso dentro de la escuela y terminó extendiéndolo a mi vida personal y laboral que prefería mantener oculta de los demás precisamente por esa clase de actos inquietantes como lo era el seguirme por "preocupación".

Más que una alegría divina, vislumbré mi peor pesadilla: un chico popular cuya fama se basaba en comentarios ajenos, destacando lo fabuloso que podía llegar a ser un hombre cuya extraña personalidad no exhibía un propósito exacto. En realidad, no tenía claro qué pasaba por su mente, en ese aspecto,  era todo un misterio. 

Pensándolo bien, a todos les interesa aquello que es desconocido, por lo que tiene sentido que quieran acercarse para descubrir cualquier cosa que ocultara.

Decidí echar un vistazo por la ventana, observando el cielo nocturno en su máximo esplendor, como si fuese el momento indicado para crear una escena romántica, a excepción de que uno de nosotros continuaba dormido. 

Mis pensamiento seguían en desorden, ¿por qué pensé en una posible escena romántica con él?

Con total cuidado, me levanté de la cama y busqué una forma para ir a la cocina, en donde estaba un plato cubierto con plástico, detalle de Yui con una nota bastante adorable:

"¡Mejórate, hermano! Come algo para que repongas energías. Por cierto, duerme tranquilo con tu bello novio.♡"

—¿Debería matarte, hombre? —susurré.

¿Qué sucedió en mi ausencia? Deposité toda mi confianza en Kishō para que no hablara de algo extraño, ¿qué dijo para que ella creyera eso?

Tomé asiento en una de las sillas. Comencé por descubrir los alimentos y agradecí por tener una oportunidad de consumirlos antes de tomar un cubierto para probar el primer bocado. Quedé maravillado, desde que mi acosador compartió de lo que lo que preparó para mí, no había consumido ninguna otra cosa que no fueran líquidos, por lo que me había dejado realmente débil desde hace cuatro días al realizar diversas actividades en el transcurso de las veinticuatro horas. Anhelaba pedir disculpas respecto a ese gran problema; no me molestaría asumir la responsabilidad y aceptar cada uno de los regaños que se me darían por el gran descuido de mi persona.

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Al concluir de consumir la cena, me dirigí a lavar el plato para no dejar desordenado el lugar. Mientras eliminaba la suciedad de la superficie lisa, pensaba sobre la actitud que Kishō asumió repentinamente, comenzando con una carta bastante extraña, siguiendo con la preparación de comida y terminando en seguirlo a su casa e intentando descubrir en dónde trabajaba. 

Más que un simple interés, parecía que él no tenía ni la más mínima idea de lo que era la privacidad. Yo requería de un poco de ella aunque no presentara tantas quejas como debería.

En ese punto, era posible que mi ansiedad por tener mi propio espacio desembocara en una tragedia. ¿Qué tan mal debo estar si quiero alejarlo al mismo tiempo que quiero estar junto a ese chico extrovertido? Me estaba dando cuenta de mis sentimientos, de mi perdición.

Quería comprobar si ese apego era real, por lo que terminé de asear y regresé a mi habitación para visitar al bello durmiente que se encontraba inmóvil en la cama, abrazando una almohada con bastante cariño. Por un instante deseé ser esa almohada, recibiendo todo ese amor sin importar los prejuicios ajenos; todo daría igual. Me imaginaba disfrutando aquella calidez.

Si me atrevía a estar con él... ¿Lograríamos enfrentar cualquier situación? 

Necesitaba escapar de esos pensamientos por un momento, ¿todo eso había iniciado solo porque me ayudó a llegar a casa? Cuánta ridiculez . Giré mi rostro, entonces noté que seguía con el peinado que le hice en clases, ¿cómo soportó tener el cabello así por tanto tiempo?

Me acerqué y traté de no causarle molestias al desatar su cabello y recogerlo de forma sencilla para que durmiera con mayor tranquilidad. Fue ese el mayor error que pude cometer en la vida, ya que necesitaba estar a unos centímetros de su rostro para darme cuenta de era un ángel. 

Seguro se trataba de una gran confusión, y a la vez parecía algo tan sincero por los latidos que comenzaban a cambiar mientras seguía mirándolo. Quedé tan absorto que comencé a deslizar mi mano por su rostro, acariciando su cálida mejilla mientras descendía hasta sus labios. ¿Kishō era real? ¿Por qué yo tenía la fortuna de mirarlo dormir?

Tan pronto como lo había notado, estaba a unos centímetros, cerca de besarlo cuando abrió los ojos. No podía explicarlo, mi cuerpo se estaba moviendo por cuenta propia.

—¿Tsutomu? Me sorprende mucho que estés tan cerca, ¿qué pasa?

—¡Puedo acercarme si yo quiero! —de inmediato me alejé, repitiendo una y otra vez que no tenía nada entre manos.

—Sigue siendo algo impactante para mí, nunca imaginé que tomarías la iniciativa en nuestra relación, ¡ya imagino cuando estemos casados!




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