Autopsia de un silencio

*5

He estado demasiado tiempo en este mundo y tan solo con mis dedos podría enumerar las veces que he visto miradas como esa.

Mila

Sentía la desesperación crecer como si mi cuerpo quisiera salir corriendo pero nadie me seguía. Ya no estaba en peligro, ya nadie me quería hacerme levitar cual mago en programa de tv pero seguía con las ganas inmensurables de ponerme a llorar, ya habían pasado tres días y seguía con la sensación de que alguien me seguía. Mi celular suena y sé que es otro mensaje de mamá para ir a la horrible cena de esta noche no tenía ningún ánimo de aparecer por aquella velada pero no tenía salida.

Con toda la pereza del mundo me muevo por mi pequeño apartamento de residente, era tan cómodo como se lo permitía pero no estaba nada mal. Mientras plancho mi cabello las imágenes de Valerian vuelven a mi cabeza, una parte de mi dice que me lo he imaginado y la otra me grita idiota. ¿Era real lo que vi? O simplemente era una parte de mi subconsciente jugándomela.

No lo sé y no planeaba averiguarlo no podía ni pensar en lo que había hecho que me liberará y estoy segura que si pudiera me cambiaría de universidad solo para no ver su cara pero no por el hecho escalofriante que había presenciado, más bien por aquel inoportuno beso que le propine, ni siquiera podía pronunciarlo sola en voz alta. Me enfundó en un vestido color vino y tomó una pequeña cartera sobre en la cual meto mi celular, mi billetera y mi lápiz labial. Camino de manera lenta, cada paso que doy parece pesar voy hacia el único lugar en el mundo que debería sentirme cómoda sin embargo me siento tan fuera de lugar como una sirena en tierra.

Finalmente Llego a la casa de mi madre la cual es un apartamento de dos pisos, era muy pintoresco y acogedor con decorados en tonos cálidos. Le doy tres golpes a la puerta con la esperanza de que nadie atienda y pueda marcharme pero como si la puerta leyera mis intenciones esta se abre dejándome ver a mi vivaz madre.

- Hey - de mis labios surca una pequeña sonrisa y ella me tira para fundirse en un cálido abrazo.

- hola cariño ¿ cómo has estado? - me adentra y de inmediato mis ojos viajan a unas cuantas personas que se encontraban conversando en pequeños grupos detrás de ella. Vestían de traje y sus esposas con elegantes vestidos de cóctel, esto no era una fiesta familiar como lo creía era un maldito ritual de iniciación.

- ¿Qué hacen ellos aquí?- mi madre me mira con el signo de interrogación en la cara así que con mi pulgar le señaló a sus invitados.

- ah ellos - la compresión surca en su rostro y la pesadez ronda el mío - te dije que íbamos a celebrar el ascenso de Arthur - sonríe cómplice, claro que sabía que no lo había hecho.

- lo hiciste pero omitiste a tu docena de invitados- la amargura se instala en mi garganta, yo no quería estar en una sala llena de extraños que fingían dominar el arte de la perfección, eso solo hacía que el vacío en mi corazón se sintiera más hondo.

- no importa, ven vamos a saludar al resto.

Y así fui arrastrada a saludar a ocho parejas todas con excelentes modales, sonrisas corteses y preguntas similares. Quizás sea una ermitaña y esa sea la respuesta a mi desgano o simplemente yo sienta que este no es mi mundo. Tuvo que pasar una media hora hasta que al fin viera a Arthur.

Gire automáticamente escuche mi nombre, sabía que era Arthur llevaba viviendo con él hace cinco años después que se conocía con mi madre en una de sus caminatas por el parque.


- Felicidades por el ascenso- fue lo único que pude decir antes de que
Me envolviera en un fugaz abrazo, llevaba un traje pero se había sacado el saco y ahora solo queda una camisa turquesa que no combinaba en nada con la perfecta sincronía de prendas de sus invitados.

- ¿Cómo va la carrera? - levanta su ceja en modo interrogativa y yo sonrió.

- bastante bien - me encojo de hombros restando le importancia al asunto - ¿y el trabajo?

- bastante bien - Arthur me imita y se encoge de Hombros, reímos por pura inercia por la broma secreta.

- Arthur - grita mi madre al otro lado del salón para que vaya a entablar conversación con un hombre un poco bajo de cabello claro que claramente podía reconocer como el mejor amigo de él.

Arthur señala el lugar donde está mi madre para marcharse directo a ella, ellos son un equipo y me gustaba la idea de que mi madre tuviera a alguien. Me siento en uno de los sillones frente una bandeja de bocaditos a esperar la cena y posteriormente la hora de marcharme. La idea de quemar mi tiempo devorando bocaditos es tan tentadora que ni siquiera contemplo sacar mi celular como segunda opción así que meto la primera tartaleta directo en mi boca, su sabor era como tocar la gloria con la lengua, ahora comprendía porque la gula era un pecado capital llevo mi mano a la bandeja lista para meter el segundo bocado mientras mi ojos viajan de manera distraída a una esquina del salón donde un extraño contempla el cuadro que hice a los ocho años el cuál mi madre exhibía de manera orgullosa en una de las esquinas del salón , el rubor tiñó levemente mi rostro y me sentí plenamente avergonzada, que mi abuela o Arthur lo vieran era algo que me causaba indiferencia, ellos eran familia y las leyes invisibles que rigen el universo dictan que la familia difícilmente tiene opiniones repudiadoras para sus integrantes de hecho nos dedicamos a tirarnos flores supongo que de ahí nace el famoso para un padre no existe hijo imperfecto o feo. pero para un extraño con el cual no comparto ni un ambiente habitual o un círculo de familiaridad no le supondrá más de un par de segundos arrojar criterio sobre algo tan íntimo. Lo observo llevar la copa que sostiene en su mano derecha a los labios una gran piedra negra me saluda de refilón desde sus dedos, trae un anillo y no es cualquier anillo.



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Editado: 26.06.2018

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