Mi historia comienza diferente a las demás, quizá en el futuro haya obtenido un culto a la personalidad, pero hoy verán que no fui tan distinto a muchos de vosotros.
Proveniente de una familia humilde que vivía en una casa sencilla en la colina, era un largo trayecto desde mi hogar hasta la escuela. Hijo único de una amorosa mujer que tuvo que cuidarme sola desde que su esposo — mi padre — murió durante mi infancia. Al llegar a mi refugio, mi madre me sermonea.
— Tu profesora llamó de nuevo — dice mi madre —. No prestas atención a tus clases, ¿de nuevo tienes esos sueños?
— Son bastantes recurrentes — respondo.
— Supongo que podré pedir a los Fountaine que nos apoyen en esto — implica mi madre —. Fueron bastante receptivos en asistirnos desde que murió tu padre.
— Quizá se deba a que mi padre viajaba en su barco — le digo —. Antes de eso, nos daban la espalda.
— ¡Pero qué cosas dices! — infiere mi madre — te han invitado a varias celebraciones del cumpleaños de su hija, incluso, su chófer te trajo a casa cuando el transporte privado que contrataron para llevarte se accidentó.
— Todo para que mi padre se sintiese cómodo — indico —. Fueron años de lealtad que, según su código, no pueden tirar a la borda.
— Bueno, sea como sea — responde mi madre entre risas —. Ayúdame a terminar este proyecto para ir a preparar el almuerzo, Yahir llegará en breve.
Yahir es un Capataz de la Hacienda de los Fountaine, se conocieron a instancias de mi tío. Gracias a él, mi padre obtuvo un trabajo estable y pudo ser seleccionado entre varios otros para una expedición al supercontinente. Desafortunadamente, el barco en el que iban naufragó. Yahir se sintió culpable y cada que regresaba a la isla visitaba a mi madre, igual no me molestaba, me encantaba que pudiese contar sus historias sobre el supercontinente. Termino de ayudar a mi madre y juntos preparamos el almuerzo; a pocos minutos de estar lista, llega Yahir en un coche de rúa bastante elegante. Entrega obsequios tanto para mi madre como para mí. En el almuerzo, Yahir entabla una conversación conmigo.
— Y dime, Sunrac — dice Yahir — ¿te encanta mis historias del supercontinente?
— Son bastante entretenidas — respondo —. Me gustaría ir allá algún día.
— Pues es tu día de suerte — dice Yahir al sacar una carta del bolsillo de su saco y entregármelo —. Se realizará una nueva expedición patrocinada por los Fountaine, han entregado varias cartas a lo largo de su zona de influencia en la isla, pero en esta ocasión han decidido llevar a niños con propósitos educativos, tienen intenciones de montar una escuela. Lord Fountaine en persona me pidió que te entregase una carta.
— Estoy en desacuerdo — responde mi madre entre sollozos —. Esos viajes al supercontinente son peligrosos, hace 12 años mi esposo murió en uno de ellos. No quiero perder a mi hijo también.
— Ha pasado mucho tiempo desde que eso sucedió — intuye Yahir — los barcos ahora son mejores, sus capitanes son eficientes, existe menos probabilidades de naufragio. Lo sé porque he viajado reciente y aquí me tienes. Deja que el niño decida su futuro, si acepta ir al supercontinente yo le acompañaré, lo juro por mi honor y por la memoria de tu esposo.
— Dejaré que Sunny decida — dice mi madre, finalmente cediendo a las palabras de Yahir —. Pero luego de que vayas a la casa de los Spatzen, ¿no le prometiste a Adriana ayudarle con su tarea?
— Oh, ¡es verdad! — digo con sorpresa — ¡Llegaré tarde!
— Come con calma, Sunrac — dice Yahir —. Pídele a mi chofer que te lleve, estaré aquí conversando con tu madre hasta que sea de noche, supongo que será tiempo suficiente para que puedas tomar una decisión y así informarla a mis superiores.
Tanto mi madre como Yahir se ríen, yo frunjo el ceño. Terminamos el almuerzo, pero antes de salir de casa Yahir me da una pequeña bolsa con cien florines, agradezco el dinero y me monto en el carro.
El Estado de Thule — la isla donde vivo — está dividida en varios sectores llamados «zonas de influencia»; norte, sur, este, oeste y central. Yo vivo en la zona sur, controlada por los Fountaine, al lugar al que voy es una casa propiedad de los Spatzen ubicada en la zona oeste, que en tiempos del Gran Sabio, fue controlada por ellos. Cuando el golpe de Estado destronó al Gran Sabio, fue la única familia de las cuatro que se negó a apoyar al recién nombrado «Señor de la Isla», perdiendo la influencia en la zona, Lord Fountaine anexó dicho sector a sus dominios, aumentando su esfera de influencia y, con consentimiento del Señor de la Isla, establecer un Ducado en Su Nombre en el supercontinente. Llego a la casa de los Spatzen donde un mayordomo abre la puerta del carro, y señala la ubicación de Adriana, al bajar y llegar, la encuentro, con un claro gesto de enojo.
— Llegas tarde, Braun— dice Adriana — ¿se puede saber donde estabas?
— Almorzando con mi madre y su amigo — le respondo.
— ¿La profesora llamó a tu madre? — pregunta Adriana.
— Sí — indico —. Sigo teniendo esos sueños, son demasiado recurrentes.
Antes de seguir hablando escuchamos un anuncio, los dos de los hijos de Lord Fountaine — Valentine y Darius — llegan a la Casa Spatzen. Darius va a jugar con Ludwig, hermano menor de Adriana, mientras que Valentine se dirige hacia donde estamos nosotros.
— ¿Estáis haciendo la tarea? — pregunta Valentine — ¿Puedo acompañarles?
— Recuerdo haberte dicho que vinieses con esa finalidad — recalca Adriana —. Aunque llegaste tarde, igual aún no habíamos comenzado.
— Perdón — responde Valentine —. Mi padre acabó de llegar y, al saber que iba a vuestra casa, me pidió que te entregase esto — saca una carta de su bolsillo y se la entrega a Adriana.
— ¿Qué es? — pregunta Adriana.
— Una invitación para ir al supercontinente — respondo.
— Si ya lo sabes quiere decir que ya entregaron la tuya, Sunny — dice Valentine.
— ¿Cuándo planeabas decirme, Braun? — Adriana pregunta mientras frunce el ceño.
Editado: 27.05.2020