Azul

Sáo Paulo

Sáo Paulo

Mi único y verdadero amigo.

En esto de las cartas no soy muy bueno, pero era el único medio factible que podía utilizar, porque mi celular ya no sirve más en este país. Es un aparato inservible.

Lamento muchísimo lo que te pasó en el agua, al menos sé que estás bien y el auto también. Tú papá hablo con el mío y por ello me enteré de lo sucedido. No hagas estupideces, porque no me gusta que arriesgues tu vida, sabiendo que a mi me importa demasiado y sin ella no sería plenamente feliz.

Admito que me porté como un idiota al no despedirme de ti como se debía, estaba muy furioso porque nunca crees lo que te digo. La verdad es que sigo amándote desde lo más profundo de mi alma, es algo que no puedo contener y pongo en riesgo todo para que veas que nunca te voy a olvidar.

Sé que debí decírtelo muchísimo antes, pero temía que me vieras mal y te molestaras más de la cuenta. En serio, eres muy ciego Robert y debes abrir tu mente y ver que le importas a muchísimas personas, incluyéndome. El hecho de que tus padres no sepan que me amas, (sé que lo prometimos), pero debes decirles y ser honesto con ellos, como yo lo soy contigo y como tú lo eres conmigo.

Estaré mucho tiempo sin verte, quizás la melancolía sea ahora parte de nuestras vidas, pero no indica que no seas importante para mí y que no estemos en comunicación, más bien creo que esto de las cartas funciona porque así tú lees y sabes que es mi caligrafía, porque la tecnología es fantástica, pero nada es más romántico que escribir a plena luz del amanecer. Ya me gustaría que vinieras para acá (prometo hacer todo lo posible) y que estemos abrazados y calientes.

El curso es algo básico, debo ir todos los días, tengo que practicar con los grandes y la nueva escuela es más amplia que la nuestra. Las personas son raras y muy frías, la biblioteca es enorme y ya tengo 2 libros por leer. Solamente he conocido a una sola persona, y es una chica, ¿puedes creerlo?

Te escribiré pronto. No me vayas a suplantar con nadie. Eres mío bebé y sólo mío.

Posdata:

Te amo como las olas inmensas del aterciopelado cielo que florecen en tus ojos.

Blaide.

Doblo la carta por la mitad y la meto en el bolsillo. Observo el bar en donde estamos viendo el partido, y me siento solo, todos están con sus respectivas parejas, amigos y familiares. Trey anda con su grupo de amigos y la comprendo, no somos absolutamente nada. Sólo es un gesto amable de mi parte acompañarla, por haberme salvado la vida; sé que no es mucho, y que ella merece otro tipo de trato.

Sigo analizando la carta en mi mente: ¿le habrá dicho su padre que me escribiera? Si es así, al menos sé que ya no soy su enemigo y que, por lo tanto, volvemos a estar como antes, sólo que separados, viviendo en países distintos. Nuestros corazones siguen latiendo fuerte. Una lágrima se me escapa al recordar que consiguió una amiga, aunque sé que Blaide es incapaz de reemplazarme, pero necesita a alguien que lo cuide por allá y está bien por la chica. Me parece raro que no le caiga mal. Quizás es igual que él en muchos sentidos.

Me siento cada minuto más solo y ya debería irme a mi casa. No deseo estar más aquí, me siento demasiado incómodo y no me gusta.

—Trey, debo irme. Después te brindaré un helado, si aún quieres —ella se levanta de su asiento.

—¿Seguro? Lamento dejarte solo, siempre lo hago no sé por qué. Lo siento de veras.

—¡No te preocupes! Disfruta el día —ella no sonríe como espero y me lleva hacia la puerta del establecimiento.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—¡Sí!, perfectamente, ¿por qué?

—¿Seguro?

—Juro que estoy bien.

—¡De acuerdo! No te vayas a lanzar por ningún lado.

—Disfruta con tus amigos. Yo estaré bien, te lo prometo.

Ella se me queda mirando un segundo y luego niega con la cabeza. La dejo con sus amigos y yo me voy a mi casa para comer y descansar. Ha sido un día bastante largo y requiero de mucha energía para concentrarme en los próximos días.

Lentamente, por la carretera a una velocidad discreta, el viento azota mis cabellos y los alborota. Ya va siendo hora que me lo corte un poco, para no estar con ese fastidio de peinarme a cada segundo. Coloco la radio a ver quién ganó el partido y me entero que hay victoria para el opositor. Ya ni eso me provoca escuchar, ni ver.

Nadie es como Blaide. Lo extraño demasiado.

 




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