Azul

South Korea

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Me dan de alta al día siguiente. Estoy bien, nada grave. Aun así, debo hacerme chequeos de vez en cuando, por si acaso.

Blaide sigue allí, tan silencioso como siempre y detrás de él está la chica que tantos problemas y dolores de cabeza me ha dado. No se despega de él ni un segundo y debo calarme su presencia. Es horrible, me siento incómodo porque no puedo decir nada ni mucho menos molestarme.

—Blaide, muéstrale lo que me diste —dice la chica y tampoco necesito saber. Me cae mal y punto. No hay discusión en eso.

Él me observa como si fuera una mala noticia, lo conozco, sabe que yo sé qué me va a decir. Es doloroso, pero puedo soportarlo. Imagino que será como cuando nos caímos una vez en una montaña y me tuvieron que enderezar la pierna a pulso y dolió tanto que hasta lloré.

—¡Dile, amorcito!

Odio cuando dice "amorcito", porque suena demasiado hipócrita y falsa.

—No está decidido, Roin.

—¿Decidido? ¿Qué cosa?

—Blaide y yo nos vamos a casar.

Es como si me congelaran en el mar, y no me dieran chance de tomar un poquito de sol. Me siento como un idiota. Cuando ella dice eso, no sé cómo actuar: si agresivo o calmado. Me provoca ahogarla en un río y que no sobreviva o lanzarla en el océano más profundo.

—¡Dile! Me lo pediste hace dos semanas.

No creo que Blaide haya sido capaz de decírselo, no lo creo. Es como si fuera algo irreal. Esto es un sueño, no es la vida real. Necesito despertar de esta pesadilla.

Blaide le pide a ella que se retire de mi habitación porque desea hablar conmigo a solas. Ella no quiere irse porque teme que me bese, pero ése no es su maldito problema. Cruza los brazos y se queda inmóvil en la puerta. Mi mejor amigo habla con ella lo más calmado posible y le pide que abandone mi cuarto por las buenas. Ojalá esto sea un sueño, no quiero seguir viendo venir desgracias a mi vida, tengo suficiente con haberlo perdido una vez. Deseo que se quede y esté conmigo hasta que estemos viejos.

La chica se retira, no sin antes besar frente a mí, al amor de mi vida. Intento contenerme para no entrar en desesperación. Cuando él cierra la puerta observa que estoy sentado con las lágrimas en los ojos. Me abraza y empieza a decir cosas en otro idioma.

—Dime que esto no está pasando.

—Eres mi luciérnaga Robert.

—Dime que no es verdad. Sólo dímelo.

—No es verdad.

—¿La amas?

Él se queda callado. No quiere contestar mi pregunta.

—Cásate con ella, si eso es lo que deseas. No me voy a interponer. Sólo quiero que seas honesto conmigo porque me partes el corazón.

—Jamás te haría daño Ro.

—Son decisiones que tomaste.

—No las tomé yo y no las acepto.

Nos quedamos callados por varios minutos. Por mi parte, tengo dolida el alma y no quiero saber más detalles sobre ese matrimonio. Cada quien sabe lo que hace, no sé cómo Blaide pudo caer en sus redes y cuál es el porqué de todo esto. Cuando lo ví en su casa, mis energías aumentaron rápidamente y ahorita es como si todos los globos ya no existieran y que fuera una maldita broma de mal gusto. Hubiese preferido que no viniera. Seguiría sufriendo y sin verlo, así como está.

Comprender el destino es complicado, uno nunca sabe lo que pueda ocurrir. Es inevitable sentirse destrozado. Tengo toda una vida por delante, pero si no está él, no puedo tener esperanzas de ser feliz nuevamente.

—Te amo Robert. Eso jamás va a cambiar.

—¿Qué sentido tiene que me ames, si jamás vamos a estar juntos? Estarás con ella y ya. No tiene gracia seguir en esta mentira, cuando formarán una familia y serán felices.

—Te amaré así me muera Robert.

—Dime si es verdad.

—Mi madre fue la que tuvo la idea, tuve que aceptarla, en parte porque no me gustaba que estuviera triste, pero ahora no sé qué hacer. Toda su familia sabe y están emocionados.

—Ojalá todo fuera mentira.

Lentamente, se acerca hacia mi boca, el beso es real, emocionante y caluroso. No sé si es su lengua, su aroma o su sabor, pero me agrada demasiado. La explosión en mi pecho es inmensa y se abre un camino de rosas pasmadas en un césped verdoso.

Los minutos, los segundos, las horas, todo se detiene. El reloj no avanza, porque dos almas están amándose intensamente.

—Extrañaba besarte —me dice tomando el control del televisor—. Decirles que tú me gustabas, fue inesperado y se enfurecieron. Mi padre no estaba de acuerdo con que estuviera con Roin, decía que era una locura, pero mamá insistía que era lo mejor, pero pienso que sólo porque los papás de ella son millonarios, no quiere decir que me vaya a casar con ella por eso. Uno debe amar a la persona, no casarse obligado.

 




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