Capítulo cuarenta y uno: Bajo el Mismo Cielo, Siempre

Un año después de haberse mudado juntos, la vida de Ivy y Alec estaba llena de paz, risas y rutinas compartidas. Ivy trabajaba en una firma legal que apoyaba causas sociales, mientras seguía pintando en su tiempo libre. Alec se había convertido en un fotógrafo muy buscado, pero siempre reservaba los domingos para capturar su musa favorita: Ivy.

Aquel sábado, el jardín estaba lleno de luces, flores, y una larga mesa adornada con fotografías, recuerdos y platos caseros. Era una reunión especial. Estaban todos: Ulises, el padre de Ivy, emocionado al ver a sus hijos crecer; Jasper con Remy, sonrientes como siempre; Arlo, Nolan, Hazel y Scarlett, todos riendo como si nada hubiese cambiado. Lilian estaba allí también, bromeando con Ivy y brindando con Alec. Incluso Sky, ya un poco más lento, dormía feliz entre los arbustos.

Cuando el sol empezó a caer, Alec se levantó y pidió silencio. Tomó la mano de Ivy y la guió al centro del jardín. Todos los miraban expectantes.

—Ivy... desde que éramos unos niños con sueños raros y demasiadas ideas en la cabeza, supe que eras diferente. Pero ahora que somos adultos, sé que eres mi persona. Mi hogar. Mi todo.

Ivy lo miró, los ojos cristalinos.

—Quiero seguir construyendo contigo, cada paso. Quiero tus risas, tus enojos, tus pinturas desordenadas en la sala. Quiero tu amor todos los días de mi vida. —Sacó una cajita del bolsillo—. ¿Te casarías conmigo?

Hubo un silencio pequeño. Solo el canto de los grillos y los corazones latiendo.

—Sí. ¡Sí! —dijo Ivy, riendo y llorando al mismo tiempo.

Los aplausos no se hicieron esperar. Todos se levantaron, los abrazaron, lloraron con ellos. El cielo estrellado parecía aplaudir también, como si el universo celebrara que, finalmente, todo había encontrado su lugar.

“Bajo el mismo cielo, un juego de corazones” había llegado a su final. Un final donde el amor fue paciente, intenso y verdadero.

Donde Alec e Ivy, entre caminos confusos, dudas, celos, y amistad, entendieron que el amor más bonito es ese que nace de lo cotidiano… de compartir una mirada, una taza de café, una vida entera.