Bajo la luz de la Luna

09. ¿CASUALIDAD O DESTINO?

Los latidos de mi corazón se calman. Por un instante creí que podría ser Derek que vino a ver cómo estábamos. Soy una ilusa, ¿por qué Derek haría eso?

—Julio —saludo ocultando mi decepción—. No te esperaba.

—Espero que no te moleste que haya venido sin avisar. Pasaba por acá y quise saber cómo estabas —dice con una sonrisa.

—Estoy bien, pasa —me hago a un lado y lo dejo entrar—. Mi madre ha venido a quedarse con nosotras. Mamá, te presento a Julio, es un amigo y el hermano de mi jefa —digo con una sonrisa cuando llegamos a la cocina.

—Encantada, Julio —saluda mi madre con un gesto cálido—. Me alegra por fin poder conocer a los amigos de mi hija.

—El placer es mío, señora —responde Julio, estrechándole la mano—. Es un gusto conocerla finalmente.

Después de unos minutos de conversación cortés, Denisse y yo ya estamos listas para ir al trabajo.

—Ya tenemos que irnos —digo en despedida a mi madre—. Ya hice la cita con el doctor, así que vendré a recogerte.

—Estaré lista, esperándote —responde mi madre y me da un abrazo de despedida.

—Nos vemos señora. Está de más decirle que está en su casa —se despide Denisse con una sonrisa y mi madre también la abraza deseándole que tenga un lindo día.

—Tengo que ir a hablar con mi hermana. Las puedo llevar —ofrece Julio con amabilidad.

—Te lo agradeceríamos mucho —contesta Denisse contenta, apreciando la idea.

—Que tenga un lindo día, señora —Julio se despide y los tres salimos del departamento.

Aunque la visita de Julio no era lo que estaba esperando, logró distraer mi mente por unos momentos de mis preocupaciones y de Derek, de la confusión que siento cada vez que pienso en él. En el camino, vamos conversando los tres animadamente.

Llegamos al trabajo y Sonia, la hermana de Julio, lo recibe con una sonrisa y entran a su oficina.

Las horas pasan y estoy en mi escritorio revisando algunos documentos. De pronto, miro el reloj y me doy cuenta de la hora. Tengo que llevar a mi madre a su cita médica. Me pongo de pie para salir, cuando una mujer alta y elegante, con un porte que exuda confianza, entra a mi pequeña oficina. Nuestras miradas se cruzan y me encuentro con unos ojos fríos y calculadores. Le sonrío con amabilidad a quien puede ser una cliente potencial.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? —pregunto sonriendo con tono profesional.

—Quiero contratar los servicios de organizadora de bodas de esta empresa —responde sin rodeos, con su voz firme—. Y quiero que seas tú quien se encargue de mi evento.

Asiento, sintiendo una extraña tensión en el aire. La mujer me mira de pies a cabeza, como si estuviera evaluando cada detalle de mi apariencia. Su forma de actuar me hace sentir incómoda, pero mantengo mi profesionalismo.

—Será un placer ayudarla —respondo sin dejarme intimidar—. Sin embargo, en este momento tengo una reunión importante. ¿Podríamos agendar una cita para mañana, para que hablemos sobre todos los detalles? —ella me mira fijamente por un momento antes de asentir—. ¿Me brinda su nombre, por favor, para agendarla?

Agarro mi lapicero y mi agenda esperando que diga su nombre.

—Mi nombre es Clarissa Devereux —responde levantando el mentón, de manera desafiante.

—Listo, mañana la espero a esta hora. ¿Le parece bien? —pregunto con una sonrisa educada, intentando romper la frialdad de la mujer.

—De acuerdo. Nos vemos mañana, entonces —responde de manera cortante y da la vuelta para salir.

Agarro mi bolso y salgo de la oficina sintiendo un ligero malestar. Esta mujer parece ser muy complicada, ya he tenido clientes así, pero parece que Clarissa no va a ser nada fácil de tratar. Decido olvidarme del tema, ya me encargaré de ella en nuestra reunión de mañana. Por ahora en lo único que debo pensar es en mi madre.

(...)

El ambiente del hospital es frío y distante, como siempre. Estoy sentada en una de las incómodas sillas de la sala de espera, tratando de no mostrar mi ansiedad mientras mi madre está en el área de exámenes. Cada vez que una enfermera pasa, alzo la vista con la esperanza de recibir noticias, pero vuelvo a bajar la mirada cuando siguen su camino.

Me levanto para estirar las piernas y me acerco a la máquina expendedora, aunque el café insípido que ofrece no es nada tentador. Aun así, inserto algunas monedas, esperando que el proceso mecánico me distraiga un poco. Justo cuando el vaso de plástico cae en la bandeja, escucho una voz familiar detrás de mí.

—Luna, no esperaba verte aquí.

Me giro, sorprendida, y me encuentro cara a cara con Derek. Lleva una expresión cansada, pero sus ojos se suavizan al verme.

—Derek, qué sorpresa —le respondo, sintiendo una mezcla de alivio y confusión—. ¿Qué haces en el hospital a estas horas?

—Mi hermano tuvo un pequeño accidente. Nada grave, pero necesitaba que lo curaran —explica, con un tono que intenta restarle importancia, aunque noto la preocupación en su mirada—. ¿Y tú? ¿Todo bien?

—Traje a mi madre para que la vean, el doctor ya le envió a hacerse varios exámenes, así que, estoy esperando que termine —respondo, y Derek asiente, comprendiendo la situación de inmediato.




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