CAPÍTULO XVIII
Jasmine
¿Sabes cuál es el costo que debes pagar en la vida, cada vez que cometes un error? En mi caso podría decirse que durante mi corta existencia cometí unos cuantos; pero entre ellos hubo uno, solo uno, que terminó por costarme la vida misma: cruzarme en el camino de Tom. Algo similar le ocurrió a Nancy; su único desacierto fue aceptar ayudar a aquel sujeto pervertido, que aparentó una avería en su vehículo.
Pero si hablamos de Jasmine, puede que la cosa cambie un poco, ya que sin duda la exuberante morena de ojos grises, había tenido una vida donde acumuló aciertos y desaciertos por iguales, no quiero decir que fuera en las mismas proporciones, claro está, pero si me lo permiten, puede que les dé suficiente información para que ustedes juzguen por sí mismos.
En mi opinión, su primer gran error fue acercarse a Tom en busca de ayuda con sus estudios; ya lo sé, ¿cómo iba a imaginar ella que se estaba arrimando a un psicópata y que estaba activando una bomba de tiempo? Pero obviemos por un momento ese hecho. ¿De verdad tenía que ir a follarse al capitán del equipo de futbol? No me jodan. Y disculpen mis malas palabras, nunca fui muy grosera en vida, solo que aún no alcanzo la paz espiritual que se supone nos llega después de la muerte. Esa mentira que te hacen creer mientras respiras, es otra mierda más.
Bueno, “volvamos a lo que vinimos”. En aquel momento Jasmine no tenía novio, aunque como sucede con cientos de chicas en los Estados Unidos, perdió su virginidad la misma noche del baile de graduación de la secundaria. Y francamente estando sola como se encontraba le iba muy bien; en los meses previos había tenido problemas con algunas materias, aunque lo estaba superando con la ayuda nunca bien retribuida, que le brindaba un compañero de la universidad.
Pero por algún motivo le temblaron las manos el día que se tropezó con un chico y se le cayeron las libretas que llevaba en ellas… oh, ahora que lo menciono, imagino esa escena y me suena a cliché. El asunto es que el rubio se agachó y recogió los cuadernos, de modo que se los devolvió con gran caballerosidad, en tanto Jasmine no lograba disimular cómo se le “corría la baba”, en mitad de aquella expresión en su rostro que trasmitía un carnaval de sentimientos como miedo, pena, admiración, atracción y… bueno, la verdad es que nos gusta resumir toda esa tontería en una sola expresión: se veía enamorada.
El chico, quien ya parecía tener su futuro asegurado, ya fuera como jugador profesional para la NFL, o incluso como lo que quisiera ser, porque con aquel físico tan extraordinario, podía ser modelo, presentador de televisión, actor de cine, astronauta o simplemente lo que le viniera en gana. También contaba con una extensa fama de mujeriego y se rumoraba que le gustaba grabar a las chicas con las cuales se acostaba, pero nadie había probado este rumor.
Tom lo odiaba a muerte, pero no porque celara a Jasmine de él, para entonces no sabía que en algún momento esos dos se juntarían. Si lo odiaba era simplemente por el hecho de que el “capi”, como le solían llamar tanto por afecto como por envidia, representaba todo aquello que él jamás podría llegar a ser: un atleta extraordinario, un tipo popular, un imán para las mujeres. Lo cierto es que el capi era bello, bello pero también siniestro a su modo.
En el bajo fondo universitario se llegó a decir, aunque nadie podía hablarlo con libertad y sin temor a meterse en un lío, que una chica de su mismo curso quedó embarazada del capi y este la obligó a abortar, para no perder su oportunidad de oro. A veces ese “chisme” incluía el hecho de que las autoridades universitarias lo sabían y que fueron los primeros en callar el asunto, y obligar a la chica a retirarse de la institución. Lo extraño es que a medida que la historia iba pasando de boca en boca, aquella chica solía llamarse Martha algunas veces, en otras versiones su nombre era Rebecca y así cada narrador se refería a la desafortunada, con un nombre diferente. Si era verdad o un cuento urbano, al parecer ya nadie estaba claro en eso, pero lo que si parecía importar era la historia macabra en sí misma y no su autenticidad.
El punto es que sabiendo todo eso, la muy estúpida de Jasmine se le ocurre ir y abrirle las piernas al cretino del capi, en la primera oportunidad que se le presentó. En medio de aquel encuentro casual, él se introdujo a sí mismo y ella de inmediato le sonrió, tal como si fuera una necesidad femenina el hacerlo. Para él ver aquella sonrisa, prácticamente la misma que había visto en los rostros de decenas de chicas cuando se las presentaban, no hacía más que transmitirle el mismo mensaje de siempre: “mucho gusto, yo soy tu próxima puta”.
Y con solo decirle cuál era su dormitorio y que al día siguiente por la noche le esperaría, para entregarle unas entradas gratis al próximo juego, y varios souvenirs del equipo universitario, bastó para hacerla caer en su red. Me gustaría decir que Jasmine no sabía a lo que iba, pero eso sería engañarles. Ese día se depiló y se puso la ropa íntima más sexy que tenía. Llegó puntual a la cita y apenas si preguntó por las entradas que en teoría, había ido a buscar. Ustedes se imaginarán cuáles resultaron ser esas entradas.
Una semana más tarde llegaron las vacaciones universitarias y cada uno se marchó con su familia, lo demás es historia. Una historia que ustedes conocen pero no a la perfección. Tom supo del video de Jasmine no cuando llegó a su habitación y quedó paralizado, viendo cómo su compañero y algunos amigos de este, estaban excitados viendo a la pareja por internet. Él se enteró de aquella infamia por una casualidad más personal y gris.
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Editado: 27.07.2023