Bajo la sombra del árbol

Capítulo I

Me encaminaba al robusto árbol del parque, donde él y yo solíamos ir, momentos tan especiales ocurrieron bajo la sombra de éste.

Me senté en el pasto, recargándome en el tronco del árbol, y saqué mi libreta y pluma de mi mochila. Empecé a escribir nuestra historia...

Mi nombre es Ignis, como fuego en latín, mis padres me llamaron así por mi rojiza cabellera. Ingenioso, ¿no?

Bueno, basta de rodeos y empecemos con mi... ejem... nuestra historia. Todo comenzó en un martes por la mañana, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Soleado con aire fresco, mi clima favorito, pero eso no les importa mucho, lo sé, suelo hablar mucho y explicar poco pero espero que puedan acostumbrarse.

Me desperté tarde, como siempre, y me alisté lo más rápido que pude, usaba un vestido verde con florecitas blancas por todas partes y unos tacones bajos blancos.

—¿Ya estás lista? Se te está haciendo tarde, Ignis, ya habíamos hablado de esto —escuché la voz de mi madre tras la puerta.

—Ya voy, ya voy.

Salí de mi recamara y bajé las escaleras a toda velocidad. Apenas pude despedirme de mi madre, quien se encontraba en la cocina, preparando el almuerzo para mi padre y ella.

Tomé mi bicicleta y pedaleé tan rápido que podía hacer carreritas con los carros que venían a mi lado, y ganar.

Llegué a la escuela 15 minutos tarde, por suerte la primera clase era con la maestra de física, la señorita Irwin, la mejor de todo el colegio.

—Buenos días, ¿me permite pasar? —dije, un poco apenada porque sentía la mirada de todos mis compañeros.

—Claro, solo no vuelvas a llegar tarde —reprendió la maestra.

Fuí a sentarme a donde siempre, pero ahora atrás de mí había alguien que nunca antes había visto en la escuela, y mucho menos en mi salón. Era un chico, su cabello era color azabache y estaba un poco desordenado, qué digo poco, muy desordenado, estaba agachado y uno de sus brazos rodeaba un cuaderno, al parecer estaba dibujado, y era pálido. Muy pálido. ¿Acaso era un vampiro? Porque parecía uno.

Las primeras clases pasaron rápido, el receso llegó y todos los alumnos fuimos a la cafetería.

Me dirigí a la mesa de siempre, que se encontraba en la esquina. Amira, Olive y Clea, mis amigas, ya estaban sentadas ahí.

―Ignis, guapa, ¿Cómo estás? ―empezó Olive, con una sonrisa inocente.

―¿Qué quieres? ―pregunté, a la vez que me sentaba junto a Amira.

―Uy, pero miren quien anda de malas —dijo entre risas.

—No es eso, Olive, pero sé que vas a pedirme algo ―respondí.

―Bueno... Tengo una nueva cita, conocí una chica en el bar, muy linda por cierto, y me dijo que es fan de la música punk. Así que... me preguntaba si le podías preguntar a Kristian si me conseguía dos entradas para ver a The red moons —tomó aire—. Ya sabes, él conoce al vocalista y ustedes van a ir al concierto ―habló tan rápido que apenas y pude entenderle.

—No lo sé, veré qué puedo hacer.

—¿Qué pasó con Alexa? Pensé que iban en serio —le preguntó Clea a Olive.

—¿Yo, en serio con alguien? Pff, es más probable que veas un cerdo volar. Además, Alexa era tan irritante y celosa, desde un principio le dejé en claro que no éramos nada y aún así me reclamaba —negó con la cabeza y empezó a jugar con el popote de su bebida.

—Cambiando de tema —habló Amira por primera vez en todo ese tiempo —, ¿vieron al nuevo? Está muy bueno pero es demasiado tímido a mí parecer.

—¿Cómo es que se llama? —preguntó Clea.

—Edmund, como el de Narnia —le recordó Amira.

—Cierto, cierto, y sí, está guapo.

El timbre que marcaba el término del receso sonó y todos salimos de la cafetería.

―Ven acá. ―alguien me jaló del brazo al momento que iba de camino a clase de matemáticas.

Era Kristian.

―Hola, amor ―lo saludé.

―¿Te has estado hablando con Liam? ―dijo, con tono impaciente.

Liam solía ser mi mejor amigo, lo conocía desde hace años, pero... desde que empecé a salir con Kristian, no le había vuelto a hablar, él no me lo permitía.

―No, desde hace meses que no lo hago ―respondí, seria―. ¿Me puedes soltar el brazo? Me estas lastimando. ―Traté de apartarme pero fue en vano.

―Entonces, ¿por qué ha estado hablando de tí? ―Estaba furioso.

―No lo sé, suéltame ―exigí y esta vez lo hizo sin rechistar.

Se dio la vuelta y salió de ahí, empujando a algunos alumnos que iban caminando tranquilamente. Pobres.

Kristian era alguien a quien no querrías ver enojado, es alto y musculoso, un patada de él y regresabas al vientre de tu madre.

Saqué el teléfono para mirar la hora.

―Mierda ―musité.

Ya habían pasado cinco minutos desde que la clase empezó. La señorita Evans, la maestra de matemáticas, es todo lo contrario a la señorita Irwin, ella es muy estricta y no pasaba por alto los retrasos.

Pero no creo que cinco minutos sean para tanto, probablemente sí me dejaría tomar su clase.

―Buenos días, se me ha hecho un poco tarde, ¿puedo pasar?

―¿Otra vez, señorita Drew? Puede pasar, pero que sea la última vez que llega tarde ―me regañó.

Puede ser que siempre ―o casi siempre― llegue tarde a varias de mis clases, pero es algo que no puedo controlar. El tiempo pasa tan rápido que no me doy cuenta cuando han transcurrido cinco, diez o quince minutos. El tiempo es relativo, como decía Einstein, ¿o era Newton?

Como sea, al entrar fui a sentarme a donde siempre y ¡oh, sorpresa! El nuevo estaba atrás de mí, como en la primera clase.

Pasado unos minutos, sentí que alguien me picaba el hombro.

Volteé con mi cara de ¿qué mierda quieres?

―¿Tienes un lápiz? ―me preguntó ¿Edmund? Creo que ese era el nombre que dijo Amira.

Le di el lápiz que me pidió, sin decirle nada.

―Gracias ―me sonrió.

Solo asentí y le sonreí de vuelta.

Por fin todas las clases terminaron, y ya pude ser libre de esa cárcel llamada escuela preparatoria.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.