Aquel día se suponía que sería interesante, bueno, agradable.
Porque, después de mucho tiempo, Adam había logrado motivarse a ir a una cita con una chica. Sonaba extraño, pero a sus veintiún años no había tenido novia o siquiera un acercamiento decente con el género femenino. Todas sus amistades incluso se burlaban de ello. «Adam el joven tímido que no lograba hablar con las chicas» «Adam el callado de la clase.»
Pues ahora estaba a punto de demostrar que si podía ser un chico normal.
Después de encontrar un sitio de citas online, Adam consideró que podía ser la peor de las ideas. ¿Con qué clase de locos podía encontrarse uno en el Internet?
Era un hecho que el ochenta por ciento de las citas siempre terminaban en un catfish o peor, un secuestro. Sí, había visto aquella noticia que aterrorizó a media sociedad.
Una joven había ingresado a una habitación de hotel con una cita y para su mala suerte, terminó descuartizada en una maleta.
¿Qué era lo peor que podía pasar de todos modos?
Adam miró su reflejo en el cristal del restaurante mientras la esperaba. Su rostro parecía denotar ese nerviosismo y ansiedad típica de él. No era bueno conociendo personas. Además, tenía un increíble talento para crear situaciones incómodas. Como en aquella ocasión cuando estaba trabajando en una librería en la época de verano y una chica se acercó a darle un papel con su número telefónico. Adam pensó que era un papel que la chica había olvidado y la siguió hasta la salida para recordarle que se llevara su basura. Al final, resultó que la chica había dejado la nota para Adam porque esperaba que él la llamara.
¿Cómo se suponía que él supiera eso? No le leía la mente a las chicas.
Miró de nuevo nervioso hacia la puerta del restaurante, la chica podía resultar ser un chico, o peor, un señor de cincuenta años. Restregó sus manos contra su pantalón de mezclilla, limpiándolas del sudor.
Tras varios minutos de pensar y pensar, Adam decidió que no estaba listo para ir tan lejos. Había muchas posibilidades y todas sonaban terribles. Se levantó para irse del restaurante y comentar al mesero que su cita no había llegado cuando la vio.
Al principio, pensó que debía de ser su imaginación. Porque la chica lucía exactamente igual que la foto de su perfil de citas.
Su cabello cobrizo caía en ondas sobre sus hombros, brillante y llamativo desde lejos. Llevaba un vestido de flores corto que parecía perfecto para el verano en conjunto con un par de botas negras de combate. Era como una mezcla de rudo y lindo.
¿Estaba soñando? ¿Realmente estaba por conocer a una chica?
Ella ingresó al restaurante en busca de Adam, el susodicho solo tuvo tiempo de sentarse de forma abrupta sobre su asiento. No podía darse que cuenta que él estuvo a punto de irse ¿o sí?
La joven sonrió cuando su mirada se encontró con la de Adam. Como si acabara de ver a un amigo de toda la vida. Ella se acercó y eligió sentarse enfrente de él.
—Lamento la tardanza, había mucho tráfico —se excusó, pero lo único que vino a la mente de Adam fue que su caso era peor.
No podía decirle: «Claro, no te preocupes, de todos modos yo estaba a punto de irme y dejarte plantada por mi ansiedad social». Su mente estaba dando vueltas en qué decir, solo que las palabras no llegaban.
—Está bien —fue lo único que logró formular Adam.
Ella sonrió de nuevo y alzó su mano para estrecharla. Fue un movimiento un tanto raro para Adam, ya que normalmente no tenía la costumbre de saludar tan formal a las personas de su edad. Alzó su mano para estrechar la suya.
Su piel era muy suave y una corriente de electricidad le recorrió. ¿Eso era normal?
—No tienes ni idea de lo feliz que estoy de que seas el mismo de la foto —soltó con naturalidad —por un segundo pensé que podía encontrarme con un asesino en serie.
Por primera vez en mucho tiempo, Adam sonrió ante su comentario, ya que él había pensando exactamente igual.
—Lo mismo digo —consintió él.
—¿Verdad? Es extraño porque aunque hablemos por días y piense que te conozco, si no te veo físicamente frente a mí puede dar a una infinidad de posibilidades. Usualmente no hago esta clase de citas en línea porque se prestan para muchos peligros. Por cierto, mi nombre real Joyce y no @jujucat98
«Joyce» ese era su nombre. Le sentaba a la perfección.
—El mío es Adam Crimson y no @TheDarkLord
Ella se rió. Una risa agradable e inocente, Adam no estaba acostumbrado a hacer reír a las personas.
—Sería genial que nuestros nombres fueran como los de nuestros usuarios. Suenan mucho más épicos ¿no crees?
Una sonrisa se formó en los labios de Adam, resultaba muy sencillo hablar con Joyce. Nunca se había sentido tan cómodo alrededor de alguien que apenas acababa de conocer.
—Estaría genial, aunque dudo que le dé mucha seriedad cuando la necesitemos.
—Estoy segura de que muchos preferirían poder elegir sus nombres, sería muy divertido.
Y así fue comenzando una conversación que ninguno de los dos imaginó. Adam solía ser demasiado reservado con las personas que apenas conocía, pero Joyce tenía una energía tan relajada y tranquila que el mismo Adam se encontraba hablando con tanta naturalidad. Como si se conocieran de toda la vida.
En algún punto, Adam propuso la idea de ir a uno de esos salones donde habían juegos de todo tipo. Si algo tenían en común era eso, así que Joyce pareció entusiasmada. Salieron del restaurante y terminaron en una plaza donde encontraron el lugar perfecto. Era una de esas salas que tenía juegos de arcade y otros juegos mecánicos donde podían ganar puntos.
Empezaron por la canasta de basquetball, donde Adam se dio cuenta de su terrible puntería. Joyce en cambio parecía una jugadora profesional de basquetball que impresionó a Adam con cada punto que ganaba. Luego continuaron en una cabina de realidad virtual donde estaban en un mundo de terror apocalíptico. Mientras perseguían unos cuantos zombies, Joyce gritó del susto provocando que Adam también saltara en su asiento.