Los rayos de luz comenzaron a dar contra el rostro de Adam que tuvo que voltear hacia otro lado. Al moverse en la cama, sintió algo cálido pegado a su lado. Era Joyce, recargada contra él.
De momento, Adam se quedó quieto intentando no despertarla. La cama era grande y al parecer eso no sirvió de nada porque a Joyce le gustaba acurrucarse. Ella acomodó sus manos en su pecho y respiró con tranquilidad, como si la relajara más estar cerca de Adam.
Tras aquel extraño sueño que tuvo, no dejó de pensar en lo que significaba estar en un mundo como al que pertenecía Joyce. Porque lejos de ser sobrenatural, era aterrador.
No sabía nada sobre las hadas, nunca creyó en ellas. Tuvo que verlo de primera mano para entenderlo.
El mundo que él conocía ahora desde otra perspectiva.
Ahora su vida corría riesgo, debía correr de seres que desconocía. Pensaba y esperaba que todo hubiera sido un mal sueño pero no era así. Era tan real como Joyce recostada sobre él. Ella daba respiraciones tranquilas mientras Adam sentía calor.
Joyce comenzaba a ser la primera con la que experimentaba muchas cosas. Su primera cita, su primera aventura cargada de adrenalina y sus primeros acercamientos con la muerte. Seguro que si le contaba esto a alguien lo ingresarían a un psiquiátrico.
Nadie nunca le creería, tampoco tenía pruebas.
—Joyce —habló para despertarla. Carraspeó.
Ella tenía el sueño pesado para ser un hada. ¿Qué tal y entraban esos hombres fae a intentar matarlos de nuevo? Adam no tenía posibilidad contra ellos, su única oportunidad de salir vivo de esa era Joyce. Y ella estaba en su quinto sueño.
—Joyce, despierta.
Esta vez ella le escuchó y abrió sus ojos. Los que tanto le impresionaban a él, nuevamente al verlo brillaron con esos destellos púrpura. Tan únicos.
Ella se alejó de Adam al darse cuenta de que lo abrazaba.
—Lo lamento, yo... no me di cuenta.
Adam asintió despreocupado, a decir verdad había sido agradable tenerla cerca.
—Tengo que volver a casa —dijo Adam.
Lo había estado pensando y no podía seguir huyendo. Debía regresar a su vida normal, después de todo, él ni siquiera tenía una relación cercana con Joyce. Los hombres que los perseguirían se olvidarían de él, al final sólo era un simple mortal.
Debían suponer que no era alguien relevante para Joyce, no lo utilizarían como carnada.
Joyce asintió.
—Parece que ya no hay tanto peligro, te llevo a tu casa.
—Está bien, puedo regresar solo.
La verdad era que tampoco quería subirse al coche robado. Temía que la policía los agarrase y eso era lo último que les faltaba. Joyce pareció un tanto desconcertada, incluso algo triste, aunque en el fondo debía de estar aliviada pensó Adam. No podía cargar con el peso de cuidar a un mortal, ella debía de pensar en Adam como una carga más que solo le generaría problemas y no la culpaba, si él tuviera que lidiar con alguien sin poderes también le sería molesto.
Después de un silencio bastante incómodo, Adam tomó las pocas pertenencias que traía consigo y salió del motel. Cuando estaba a punto de tomar un taxi en la agitada calle, escuchó que Joyce le llamaba. No se había despedido de ella porque consideraba que era lo mejor, no quería hacer las cosas más incómodas de lo que ya eran y ahora Joyce le hacía señas desde la entrada del motel para que esperara un momento. Ella llegó un tanto agitada.
—Adam...antes de que te vayas...yo solo quería decirte —hizo una pausa entre oraciones, como si estuviera pensando en si era correcto lo que iba a decir —. De verdad me agradas, lamento haberte arrastrado a todo esto.
De verdad parecía triste al decirlo, como si se lamentara no tener una vida normal. Al principio, él pensó que para ella sería solo una carga, pero ahora veía como se sentía en realidad. Una chica diferente que pertenecía a otro mundo, uno que él desconocía y al parecer esto le impedía ser ordinaria como ella pretendía ser.
¿Sería posible que ella buscase la normalidad sobre todo? ¿Cuándo una persona tenía el poder que ella tenía, era posible que deseara una vida sin ellos? Por como lo veía, Joyce quería esforzarse por ser humana. Lo intentó al contactarse con Adam, al concretar una cita con el chico más ordinario e invisible que alguna vez pudo conocer. Porque Adam no consideraba que fuera alguien extraordinario o destacable, solo un chico que era demasiado tímido para hablar o hacer amigos.
Ella tenía un mundo inimaginable de posibilidades y aun así parecía que solo deseaba una cosa con firmeza: ser un ser humano normal.
El problema era que no lo era.
Adam asintió, en parte él también deseaba que lo fuera.
***
Regresar a su ordinario mundo fue extraño, especialmente cuando había tenido una de las experiencias más caóticas y surreales de su vida. Ver su departamento era demasiado diferente, más cuando su perspectiva era puesta desde un nuevo lente.
Se preguntó si alguna vez superaría el suceso de la noche anterior. Entonces alguien le llamó desde la sala. Adam se acercó y se encontró con Robin, su mejor amigo. O más bien el único que tenía.
Robin estaba recostado sobre el sillón más largo de la sala viendo la televisión, se veía tan relajado y tranquilo que parecía formar parte del mobiliario del lugar. Al ver a Adam se levantó como un resorte y le dio una sonrisa traviesa, de esas que indicaban que compartían algún chiste entre ellos. Solo que esa vez Adam no lograba entender cual.
—¿Así que te fue bien en tu cita?
Ahora Adam lo comprendía, Robin pensaba que la cita había ido "demasiado bien" como para él no regresara a dormir. Era casi gracioso, porque de todas las cosas que podía imaginarse uno, que Adam no llegara a casa por una cita sonaba ridículo. Nadie nunca podría creerlo, así como tampoco creerían lo que en realidad sucedió.
Prefirió irse por la respuesta más normal posible.
—¿Me creerías si te dijera que ella no llegó nunca?