Balada de una princesa perdida | Completa

16

Un país desconocido se mostraba ante Rose y no tenía las palabras correctas para describirlo. Su mente estaba dando vueltas en como había terminado en esa situación cuando hace tan solo unos días estaba contenta trabajando en su cafetería.

Ahora se encontraba bajando de lo que parecía un carruaje y estaba ante ella un lugar demasiado hermoso que la dejó muda. Adarlan era sin duda alguna un lugar único, parecía un bosque enorme donde ella era solo un diminuto insecto. Había árboles grandes que parecían llegar al cielo, luces volando de un lado a otro y caminos de terracería.

Su primer punto de referencia fue: Tinkerbell.

Eso fue lo primero que pensó al ver ese lugar tan mágico. Todo era demasiado verde, como si ese lugar nunca sufriera de sequías, la naturaleza era pura vida e incluso las flores que encontró en el camino parecían balancearse en un extraño baile.

El fae qué la había traído, el que supuestamente era un príncipe había decidido dejarla observar. Los dos la dirigirían a una colina donde podía visualizar una civilización. Caminaron por bastante rato hasta que llegaron. Sin duda la ciudad era mágica también, podía ver a todo tipo de seres caminando con alas en la espalda y colores raros en su piel.

Pero la mayoría de ellos tenía algo en común, una mirada brillante e hipnotizante.

Llegaron a un palacio qué se levantaba hecho de piedra, con decoraciones frías. Había nieve incrustada en las paredes cuando ni siquiera parecía ser invierno. ¿Cómo era posible aquello?

Al ingresar, todos recibieron al joven príncipe con reverencias y muestras de respeto, pero Rose no pasó por alto todas las miradas entre sorpresa y desagrado de casi todos los faes que la veían. No debía ser bienvenida a aquel lugar.

—Mi nombre es Dristan Velaryon, primogénito de la familia y heredero de la Corte de Hielo.

Sí esperaba una reverencia de Rose no la iba obtener. Ella decidió ir directo al punto que le interesaba.

—Entonces, Dristan, ¿por qué me has traído aquí?

Dristan inclinó su cabeza para verla.

—Ya debes imaginarte la razón, la conociste: Jessalyne.

Claro que sabía la razón, Joyce. Supuso que aquel nombre era el real.

—Ni siquiera la conocí lo suficiente, así que dudo que venga a rescatarme.

Por lo que sabía de Joyce, la fae debía de haber huido tan pronto se enteró del secuestro de Rose. Nadie iba a venir a rescatarla. Lo sentía por su hermano, ya que sabía que Adam se culparía por eso.

—Ahí es donde te equivocas, mortal. Jessalyne tiene muchas motivaciones y es que su reciente interés en ese mortal la van a traer aquí. Es obvio que tu hermanito va a querer rescatarte y mi prometida no va a negarse. La conozco bastante bien, si algo mueve a Jessalyne es la culpa.

No pudo concentrarse desde el momento que dijo «prometida». De repente, todo cobró sentido, Dristan la había vigilado y notó el acercamiento entre ella y Adam, por eso comenzaron a perseguirla.

Dristan la miró con una sonrisa arrogante mientras se acercaba. Puso sus manos en sus hombros y después tocó su cuello, Rose se sintió asqueada de su intento de seducción y solo pudo reaccionar de una forma. Su mano se alzó formando un puño y aterrizó directo en la mejilla pálida del fae. El golpe le dolió tanto que aulló de dolor pero también le permitió soltarse de su agarre y huir.

Corrió por los largos pasillos del palacio, deseando encontrar un escondite. Sin embargo, la fuerza de la magia fae la regresó al punto de inicio y de nuevo la oscuridad la alcanzó.

 



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En el texto hay: fantasia, romance, hadas

Editado: 06.05.2024

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