Capítulo 1: La idea de Sirius Black.
La ineludible puesta de sol se aproximaba y la tenue luz que proyectaban los rayos a través de los cristales se unían a los cálidos colores de Gryffindor, dándole a la habitación de los chicos de sexto año una apariencia armoniosa y reconfortante que a Remus Lupin le encantaba.
Era uno de sus momentos favoritos del día y lo aprovechaba leyendo alguno que otro poema o uno de sus viejos libros que ya sabía de memoria. Ponía un poco de música, algo suave para la lectura, y la mayoría de las veces era inevitable que se sumergiera en un profundo sueño.
En ese momento, Remus apenas llevaba un par de hojas cuando el ruido de la puerta contra la pared resuena por todo el dormitorio, sobresaltándolo lo suficiente como para que el libro cayese de sus manos. Era como si la hubiesen abierto de una patada. De una fuerte y nada delicada patada que seguramente se oyó en todo el castillo ¿Su autor? Sirius Black, como no.
—¡LUNÁTICO! –le grita, como si la estrepitosa entrada no hubiese sido suficiente para llamar la atención. Se adentra a la habitación. La melena negra lanzando gotitas de agua en todas direcciones y el bolso con la ropa sucia del entrenamiento aterrizando por poco sobre su cama —Lunático, he tenido una idea increíble.
Lupin sube la vista hacia él y con esa paciencia infinita que le caracterizaba, deja el marcapáginas en el libro.
—¿En tu casa no hay puertas, cierto? –pregunta, intentando mantenerse serio pero el amago de sonrisa le delata.
—No seas delicado, Lupin –le resta importancia con una mano y luego su semblante es pura emoción contenida. Remus no se fía de esa emoción así que se prepara para lo que sea que la cabeza de Black esté pensando. —Te digo que se me ha ocurrido una idea. Una muy buena idea.
—¿Esa idea incluye un castigo monumentalmente largo?
—No, que va, Lunático. Esta idea incluye follar. Que tú folles.
Sirius lo mira como si esperara que se pusiese a saltar ante sus palabras y le rogase que continúe. Remus por su parte se descoloca por unos segundos y no sabe que decir. Luego se dice que mejor es no comentar nada porque eso daría pie a que Sirius le hablase de ese plan que no tiene el más mínimo ánimo de escuchar.
—Sirius, estaba tranquilamente leyendo. Y ya que la tranquilidad y tú no son compatibles, al menos quiero leer.
—Remus, es que esta idea te va encantar.
Lupin vuelve a abrir su libro y sin siquiera mirar al moreno, niega con la cabeza.
—Lo dudo.
—Te puedo asegurar que es más emocionante que todos los libros que tienes ahí –le dice, apuntando hacia el estante tras su cama.
—Algo me hace pensar que no sabes de que van esos libros –responde, negándose a dejar de leer.
—Lupin, es que si oyes la idea me lo agradecerás el resto de tus días.
—No quiero oírla.
—Remus, joder. Te va gustar.
El aludido suspira, quita los ojos del libro y los dirige a Sirius. Sonreía de oreja a oreja y parecía que el entrenamiento de quidditch no había sido demasiado intenso como para gastar toda su energía.
—Bien –se rinde —Cuéntame tu idea.
Sirius abre la boca, pero se detiene, como si lo hubiese atacado otra idea repentina antes, frunce el ceño y le mira curioso.
—¿De verdad, de verdad, que no te gusta nadie?
Remus no responde, rueda los ojos, bufa, tira la almohada a la cabeza de su amigo y vuelve a tomar su libro.
Hace poco menos de un mes que había confesado a sus amigos que las chicas no le gustaban, que lo suyo eran los chicos, que no le había contado absolutamente a nadie porque en primer lugar pensó que era algo temporal que mejor mantener en secreto hasta que se le pasara y que después, cuando se dio cuenta de que en realidad no era algo que pudiese cambiar, se lo guardó por miedo a decepcionar a sus padres o a ellos.
La inseguridad a veces se iba en su contra sin piedad y eso había hecho que subestimara la reacción de las personas que le importaban. Había pensado que sus padres se molestarían y que a sus amigos no les agradaría saberlo. Pero fue todo lo contrario. Sus padres le habían asegurado que ellos lo amaban y que definitivamente ser gay no era un problema, más bien era completamente normal. Mientras que sus amigos tampoco hicieron un espectáculo del asunto. Peter sí se sorprendió, pero James, emocionado, le dijo que cuando tuviera novio podían tener una cita doble. James con Lily y él con su novio. “Claro, primero tengo que gustarle a Lily, pero tú me entiendes, Lunático” y Sirius fingió mucho alivio porque “Yo ya creía que te gustaban mucho más mayores, porque como pasas el tiempo con la profesora McGonagall, Remus”
Sin embargo, con el paso de los días Sirius fue digiriendo la noticia y con ello se fue abriendo una pequeña ventanilla de infinita curiosa que si bien a Remus le pareció divertida en un principio después se volvió totalmente irritante.
Y es que Sirius no dejaba de hacerle preguntas.
“¿Y ya te has besado con chicos?”