Prometo nunca más fallarte
Nyss
No sé en qué momento dejé de respirar.
Mauricio, de rodillas frente a mí, me abraza con tanta fuerza que siento que todos los trozos rotos de mi alma se refugian bajo su tacto. No me esperaba esto. No después de todo lo que hemos vivido. No después de haber aceptado que lo perdí. Que ya no éramos ni seríamos nada.
Sus palabras, sus lágrimas, su voz quebrada… Me comprimen el pecho y me duelen porque no me gusta verlo tan frágil.
—Perdóname, Nyss… —Susurra contra mi frente, sus manos en mi rostro, su mirada colapsando sobre la mía—. Sé que no lo merezco, pero te lo ruego… por favor… perdóname, mi amor
Mi corazón se estremece cuando lo escucho llamarme mi amor. Mi garganta se cierra. No puedo hablar mientras él se aferra a mí. Sus palabras, sus lágrimas, sus manos temblando en mis mejillas, su voz quebrándose mientras me pide perdón una y otra vez, me rompe.
Pero también me despierta, porque no es solo su culpa, yo también fallé.
Respiro hondo, sintiendo que el aire pesa en mis pulmones, mis manos actúan solas al momento de acunar su rostro entre mis palmas. Lo obligo a mirarme, a verme, a reconocer en mis ojos la otra mitad de este dolor.
—Tú también tienes muchas cosas que perdonarme. Yo también te fallé —susurro—. Aunque no fue mi deseo hacerlo, también te lastimé, Mauricio. Te mentí, te miré a los ojos y te hice creer que no te amaba… que eras nada para mí… y fue la peor y más dolorosa mentira que he dicho en mi vida.
Él sacude levemente la cabeza, como si quisiera impedirme que me culpe. Pero necesito hacerlo. Necesito vaciar esta herida que llevo cargando desde hace demasiado.
—Me obligaron, me presionaron. Me dijeron que si no me alejaba, si no te hacía odiarme, te harían daño a ti… —Mi garganta se cierra, las lágrimas me arden—. Y yo… me moría de miedo. Me sentía atrapada, destrozada. Pero no podía permitir que te lastimaran, así que elegí cargar con todo tu odio, con todo ese dolor, con toda tu rabia, solo para que tú estuvieras a salvo. Nada más me importaba.
—Nyss… lo lamento tanto… —murmura y sus ojos se llenan de un dolor nuevo, de una culpa más honda.
—Cada vez que te hería, yo… me rompía por dentro. Era como arrancarme el alma. Pero lo hice porque te amo tanto, Mau, que preferí que me odiaras antes de arriesgar tu vida —le confieso entre sollozos—. Después de aquella noche en el hotel, cuando hicimos el amor, cuando volví a sentirme tuya… mis días dejaron de ser grises. Me aferré a ese recuerdo como a mi único respiro, porque sabía que era lo único que me mantendría viva en medio del infierno.
Sus manos se posan sobre las mías, sujetándolas con fuerza.
—Y cuando supe que estaba embarazada… —Mi voz se corta—, sonreí feliz, pensé en ti, y te conté de la existencia de nuestro bebé como si estuvieras a nuestro lado. En ese preciso momento sentí que todo mi dolor tenía sentido, que haber muerto y regresado a la vida había valido mucho la pena. Tú me diste una razón para seguir, para llenarme de una fuerza que no sabía que existía. Y cada día, en esa casa donde me tenían atrapada, le hablaba a nuestro bebé sobre ti. Sobre cómo eras. Sobre cómo lo amarías. Soñaba con volver a ti, con formar una familia, con verte cargarlo entre tus brazos. Y que… aun cuando me odiaras, iba a poder conquistarte.
Él no dice nada. Solo llora. Llora en silencio. Sus lágrimas van cayendo sobre mis manos, y sus labios rozan levemente los míos como si no pudiera sostenerse más.
—No sé cómo voy a ser para que me perdones, mi amor. Sufriste tanto y yo fui un maldito que, en vez de abrazarte cuando volviste a mí, te lastimé más. No tengo idea de cómo voy a hacer para yo mismo perdonarme por todas tus lágrimas. —Habla con dolor, al tiempo sus dedos se mueven hasta mis ojos y comienzan a limpiar mis lágrimas.
—Tenemos que perdonarnos mutuamente, dejar atrás tanta tristeza, tanta angustia y tantos tropiezos. Y… amarnos mucho. Ya he llorado mucho, Mau. Y ya no quiero llorar más. Ahora solo anhelo que el hombre de mi vida, ese que estuvo conmigo cada segundo en mis recuerdos, me ame porque lo extraño y lo necesito… —confieso, secando tambien sus lágrimas
. El padre de mi hijo asiente, acariciando mi rostro. Nos tocamos con cuidado, con ternura, como si fuera la primera vez que nos sentimos.
—Yo también te extraño, mi amor. Yo… te he necesitado con angustia todos estos años. Estaba roto sin ti, no tenía paz, no tenía vida… Juro que dejé de ser yo mismo por tenerte conmigo. —Habla rápido, acercando suavecito sus labios a los míos, logrando que mi corazón salte cargado de una emoción que aún no se cree.
—Abrázame, abrázame muy fuerte para creer que esto es real. Quiero confirmar que tenerte aquí, no es uno más de mis sueños —pido bajito.