Capítulo dos: ¿El misterio duerme conmigo?, rayos...

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—No puede ser—cerré la ventana y de un brinco quedo reposada en mi cama como un gato engrifado tras ser atacado por unos perros rabiosos.— Pero ¿cómo supo que vivía aquí?—mi cabeza loca ya esta en función. Alarmada y confundida retrocedo con mis rodillas hasta quedar en el respaldar de la cama. Miles de preguntas pasaron por mi mente.
«¿Quizás me siguió?, ¿Acaso será un psicópata? ¿Me venía siguiendo desde hace mucho y yo no me había dado cuenta? o solo lo estaba, ¿imaginando?»
Sinceramente no comprendo un carajo.
Luego de unos segundos—aún con el corazón a mil—, se oyó abrir desde la planta baja de la casa, la puerta.
Mi corazón ya no estaba aguantando, y creo, no, estoy segura que estuvo a punto de salir por aquella ventana y suicidarse sin vuelta atrás. No estaba lista y tampoco quería más sorpresas por esta noche.
— ¿¡MAMÁ!?—Solté agitada con la mano en mi pecho, cuando la vi entrar por mi habitación.—Dios.—suspiro— Uff que alivio ma, eres tú.
— ¿Quién más seria si no?—me respondió con una voz dulce.
— No nada,—chasqueo la lengua—, ya sabes que soy un poco paranoica y rara cuando estoy sola, me paso películas que no son.— Le digo un poco más aliviada.
— Ya veo.— rueda los ojos—. Mi estrellita te traje sushi—me hacerca una bolsa—, no tuve tiempo de prepararte la cena, lo siento hija.—dijo eso último con un claro arrepentimiento.
— Descuida.— acercó su mano a la mía—. No te preocupes, sé que has estado muy ocupada y lo entiendo. Solo deberías descansar, de verdad estoy bien.— repetí. El rostro de mi bella madre me contempla por unos segundos. Su cabello castaño con algunos reflejos dorados le sienta muy bien. Tiene unos ojos del color de una avellana, claros y radiantes. Mi madre es bellísima, y admiro mucho todo lo que hace por sus pacientes. Ellos son muy afortunados en tener a una profesional de tal admirable trabajo, de verdad que lo son.
— Buenas noches hija. Descansa y no olvides nunca que te amo.— besa mi frente con un cálido tacto.
— Buenas noches. Y yo te amo mucho más.— deslizo la mano a mi boca y le tiro un beso a distancia.
[...]
Ya terminado de comerme lo que mamá me había traído mientras ordenaba y todo ese rollo, me quedé pensando en lo que había sucedido hace un rato, ya estaba pensando seriamente que debía ir a un psicólogo, sinceramente estaba un poco mucho asustada y eso me hacía sudar.
Tranquila Kehy, solo es tu mente que te está jugando una mala broma.
Tomé de la pijama y salí al baño. Ya es media noche—«¿Cómo pasa tan rápido el tiempo?»—Mamá ya estaba durmiendo, se le notaba lo cansada que estaba cuando la vi. Dejó la tv encendida, no quise apagarla ya que está programada para ello, solo me aleje en puntillas cerrando su puerta.
Ya estando en el baño, empecé a cepillar mis dientes. Me gusta observarme mientras paso de arriba hacia abajo el plástico y aveces juego con la espuma. Luego sigue mi rostro, no quiero lavarme el pelo, se me hizo tarde y me importa un rábano si esta sucio, primero enjuague y después puse una crema para hidratar medio verde, según mi madre es buena. La dejo estar por los minutos que dice en el manual de instrucciones y con cuidado paso por mi cuello una toalla húmeda.
Tarareo una canción que ni conozco, solo se me vino a la cabeza y ya. Después de una rato suena el pitido del cronómetro que he puesto en el celular. Lo pincho y lo dejo al costado para que no se caiga. Abro el grifo y agacho mi rostro para lavarme. Luego de ya no tener rastro de la viscosa mascarilla enjuago por última vez. No quiero ni puedo abrir los ojos así que palpo por donde dejé la toalla limpia para secarme.
— Vamos, si te dejé justo aquí— digo
estirando un poco mi mano para poder alcanzarla pero de pronto sentí algo extraño rozar mis dedos.
Es algo duro, más bien blando o... no seguro es duro. Palpo un poco más aún sin querer abrir los ojos, siento las gotas de agua caer por mis pestañas, así que no.
— Aquí tienes— escucho decir a una voz ronca. Trago saliva y abro mis ojos justo en el momento en que mis manos le iban a tocar «esa parte» sí, su bragueta. Media perdida, mirando directo a mis manos luego a su cara y así sucesivamente, la quité y me sequé con la toalla que él tenia para mí.
— De nada.— sonríe.
— ¡Carajo!—chillo dando un pequeño brinco, quedando apoyada en la pared al verle con más claridad el rostro.
¿Él?, aquel chico que venía y se iba de la nada como un fantasma,—así lo veo yo—, pero cómo, qué rayos hace aquí.—me dije internamente tratando de analizar lo que estaba sucediendo.
—¿Tú, qué haces aquí?— dijeron mis labios temblorosos.
«¡¿Es lo único que se te ocurre decir pedazo de idiota?!» Pero él solo volvió a sonreír como si eso me ayudara a calmar mi corazón, realmente lo que estaba haciendo era ponerme más nerviosa.
Espera un momento...,
No Kehy ni siquiera lo pienses— debate mi yo interno.
Si, su sonrisa es hermosa.
La perdimos, de verdad la perdimos señoras y señores — bufa nuevamente mi yo interno.
— ¿Acaso no buscabas tu trapito?, tus ojos aún están empapados— intenta ayudar a secar las gotas, acercándose, pero le quito el trapo y lo hago yo misma.
— Déjame a mí, yo puedo.— intento contener lo que sea que estoy sintiendo — tengo ma-nos por si no te das cuenta...— le muestro por sobre su rostro.
Me sequé tan rápido como pude para poder observar detalladamente cada uno de sus movimientos.
Siempre alerta.
Ahora puedo ver mucho mejor su rostro y describirlo a detalle. Sus ojos son intensos como el mar, con unas largas y chuzas pestañas que tocan el inicio de sus moradas ojeras con una nariz algo respingada, un contorno mandibular perfecto y su negro cabello azabache en punta. Si, es bonito.
Editado: 06.02.2021