Bennu fuego en las sombras (libro 1) Completo

18

—Te amo, Milena, no importa lo que hagas y lo que nos pase, siempre estaré contigo hasta el final. 

Aunque no veía quién era por la oscuridad presente, sabía que sus ojos grises con verde brillaban. Deseaba besarlo, pero me contuve, fue demasiado difícil, estaba tan cerca de mí y su calor corporal me quemaba infinitamente. 

Buscaba las palabras adecuadas, pero no sabía qué decir hasta que nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente me levanté en el lugar que conocía muy bien, pero miré a todos lados, a cada pared y cada pintura, esta era mi habitación. Dylan no estaba y mi reloj decía que eran las 6:15 de la mañana. 

—Hija, ya des… Oh, ya estás despierta, ¡qué bueno! Arréglate para que vayas a la escuela, tu tío Naro nos visita de Canadá, estará un tiempo aquí.

—Ok mami, no te preocupes, en veinte minutos bajo —le dije mientras me acercaba a ella y la abracé fuertemente, y le di un beso en la mejilla—. Te extrañé, mamá. 

—Yo a ti, Mily… Perdón, quise decir Milena. 

—No importa, dime Mily si quieres. Te quiero mucho, voy a bañarme.

Corrí a la regadera y me duché pensando en si todo lo anterior había sido real o solo un sueño, salí y me puse la toalla, me miré en el espejo del cuarto de baño y observé mi hombro derecho en la parte trasera. Efectivamente, ahí estaba el fénix en posición de ataque, eso significaba que Bennu aún estaba en peligro. “¿Por qué estamos en la otra dimensión?”, pensé. 

Acudí a mi closet, tomé ropa limpia y cómoda, solo me delineé los ojos, cargué con mi mochila favorita y una libreta, busqué mi celular, pero este ya no estaba aquí, se había quedado en Bennu con mis libros antiguos. Sin darle mucha importancia, decidí bajar a la cocina.

—Te tengo un obsequio, espero y este no lo pierdas de nuevo. Eres tan distraída, Milena —me dijo mi madre. Era un celular de los más modernos, bueno, al menos eso parecía. 

—Gracias, mamá —le dije mientras me lanzaba a abrazarla. Aproveché cada momento para demostrarle mi cariño como nunca lo había hecho.

—Qué cariñosa andas hoy, hija —me dijo mi padre. 

—Papá, hola, te extrañé mucho. Y ¿dónde están Bayron y Leo?—le dije, abrazándolo fuertemente. 

—Aún dormidos —me dijo mi madre—. Oye, pero saluda a tu tío, no seas irrespetuosa.

—Hola, tío —caminé hacia él y lo abracé. 

—Cuando llegues hablamos —me dijo al oído—. Mira, olvidaste esto en el carro cuando llegamos. 

—Gracias, sabía que algo se me había olvidado… —ya no dije nada por temor a decir algo incriminador.

El objeto que me dio era la daga de Dars envuelta en un pañuelo, la eché en mi mochila, subí por las escaleras para llegar al cuarto a abrazar a mis hermanos. Bayron era el del medio, mucho más alto que yo, musculoso, de cabello oscuro y ojos claros, su piel era ligeramente más colorida que la mía. Leo es el menor, su cabello era negro y su piel un tono más oscuro que el nuestro y sus ojos eran casi negros. Me incliné y besé en la mejilla a mis dos hermanos, primero a Bayron y después a Leo.

—Los quiero —dije, pero ninguno de los dos se movió. 

Tenía que preparar los últimos detalles para ir a la escuela, así que salí de su alcoba, la cual era más grande que la mía y estaba más ordenada también, lucía demasiados carteles de automóviles pegados en las paredes azules. Solo había una ventana. 

Las camas eran pequeñas y suaves. Las colchonetas eran de equipos de fútbol soccer.

Bajé las escaleras despacio, aun pensando que ya estaba en casa y era la Milena de siempre, pensaba en que quizás esto pudiera durar más de lo que podría ser. 

—Hija, hay un joven que te busca para ir a la escuela —me apresuró mi madre desde el primer piso. 

Era Dylan esperando a la puerta.

—¡Ya voy! —grité desde las escaleras. 

No apresuré el paso, pero mi madre me estaba esperando en la cocina con un vaso en la mano, lleno de café con leche. 

—Nos vemos al rato, hija. 

—Está bien, mamá, te quiero.

Le di un beso en la mejilla. 

—El joven está muy guapo, hija te conviene, se nota que es un buen partido. 

—¡Mamá, tranquila! —le dije medio sonrojada—. Al rato nos vemos, los quiero a todos. 

—Hola, Dylan.

—¿Ya estás lista? 

—Claro, yo siempre. 

—Ya había olvidado cómo te veías en este mundo, de todas formas eres hermosa —no le respondí nada y caminamos hacia su carro, que era un BMW color negro. 

Di la vuelta al carro y él me siguió, abrió la puerta del copiloto.

—¿Quieres ser mi novia? —me dijo al oído. 

Me quedé sin palabras, yo lo amaba, de eso estaba segura. Le di un beso. 

—Eso te lo responde mejor que una simple palabra —le dije. 

—Te amo, Milena.

—¡Vámonos, ya déjate de cursilerías, Milena! —grita Nell desde el interior del auto. Siempre nos llevábamos de una manera algo agresiva. 

—¡Cállate, Nell! —le dije mientras le lanzaba una mirada asesina.

Subí al carro y Dylan caminó hacia el lado del conductor mientras yo cerraba la puerta. Subió al auto y la puerta la cerró con un golpe estruendoso, puso el auto en marcha, para dirigirnos hacia la escuela. Alexander y Nell estaban en el asiento trasero. 

—¡Vaya, les ha caído bien regresar a casa! —dijo Alexander mientras dejaba de besar a Nell. 

—¡Ya cállate! Y bésame —le dijo Nell.

Nadie volvió a hablar, yo observaba las líneas de la carretera. Dylan se veía muy apuesto con su camisa tipo polo con rayas negras y blancas horizontales, pantalón de mezclilla azul y un par de tenis negros. 

—¿Estás bien, Mily?

—Sí, es solo que… tengo el presentimiento de que este no es el fin… Que solo es el comienzo de otra historia y pronto regresaremos a… —me interrumpió Nell. 

—Milena, no empieces, deja que vivamos el momento. 

—Es que yo tengo que volver. 

—¿Por qué? Dime —interrogó Dylan. 




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