Bésame ©

PRÓLOGO

ROSIE

Las cicatrices que había obtenido a lo largo de mi vida eran la razón por la que no me fiaba de lo desconocido. Era como si todo dejara de ser lo de antes y mi libertad me fuese arrebatada casi sin percatarme y para siempre. Acaecía de esa forma, y me hallaba prisionera de mis recuerdos, una cárcel hecha a mi medida, diseñada para protegerme de cualquier coyuntura que pudiese herirme.

Tenía mi vida perfectamente planeada: terminar el instituto, graduarme, conseguir una beca y estudiar mi carrera universitaria soñada. Lo que, efectivamente, no planifiqué es que él llegaría y se colaría a mi vida como un intruso para impedir que realizara mis planes.

Fue fugaz, su llegada lo fue, y no sé cómo logró hacerse un lugar en mi rutina. Convirtiéndose en mi único plan.

Entonces ya no sentía frío, sino calor, ardía de todas las maneras posibles cuando sus labios se posaban sobre los míos.

Jason sin quererlo me mostró que la vida no puede planearse, que las cosas nunca saldrán cómo esperamos, que nuestro futuro era incierto y no podíamos controlarlo. Siendo así, solo nos queda vivir libremente, dejándonos llevar.

En sus labios encontré ese lugar que llevaba tiempo buscando, mi lugar. Al principio fueron sus insistencias y comentarios los que me sacaron de mis casillas, después sus insinuaciones que fueron las detonantes de mi cordura. Luego estaba su sonrisa, esa sonrisa socarrona que decía mil cosas, y la cual me había robado más de un suspiro.

Él era como un demonio, uno que me hizo tocar el cielo.

Y me perdí.

Me perdí de tal manera que mi carcasa de chica perfecta cayó frente a mis ojos, mi mundo se colocó patas arriba y mis oídos se negaban a escuchar otra cosa que no fuesen las alarmas encendidas cuando estábamos juntos. No fui la única que cambió, él también diversificó.

Los dos nos perdimos en el infierno personal que habíamos creado. Mi cuerpo se volvió dependiente de sus caricias y mi boca ansiaba el contacto con la suya. Le pertenecía.

Sin embargo, la vida se encargó de regresarnos a la realidad. Y joder, la realidad dolía.

Las peleas fueron brutales, las situaciones hicieron que chocáramos hasta el punto de rompernos mutuamente. Como piezas de porcelana, rotos.

Apagamos el fuego. Nos hicieron apagarlo.

Pese a eso, siempre seremos capaces de volverlo a encender cada vez que de mis labios salga un: «bésame». Sé que mientras sea así, estaremos juntos.

Por ello, bésame hasta que pierda la razón y te sientas dueño y señor de cada uno de mis suspiros. Bésame cuando te lo pida, bésame aunque no lo diga. Bésame hasta encenderme, hasta encendernos y volvernos dos almas deseosas de un beso.

Bésame, Jason. 

***




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