EMMA
Hablar con Alina siempre ha sido una carcajada segura, esa mujer tiene una habilidad muy buena de contar las cosas y tú la escucharas con una enorme sonrisa, cuando nos dirigimos a la pista saca pasos muy raros pero ella es feliz, a veces lo que llamamos hacer el ridículo es solo la alegría del momento y de la vida.
Después de mover tanto las caderas volvemos a la mesa.
—oye, te cite con el fin de contarte que me casó. —intento hacer una sonrisa de satisfacción, pero me sale una lastimera.
Su cara es de horror, así no debería ser la cara de tu mejor amiga ante esta noticia, pero ¿Cómo pretendo que los demás sean felices con ese tema cuándo ni yo lo estoy?
—felicidades Emma, pero ¿Qué no se suponía que te casarías con el hombre de tu vida?
Tomamos nuestras cosas para irnos, ha sido una buena noche.
—me caso con un buen hombre, es eso lo importante. —¿sí? Carajo, no.
El silencio por su parte es raro, como colega debería usar sus dones y decirme que pare, ¿es lo correcto? de pronto sonríe ampliamente.
—Oye, necesito que me confirmes que Freud tenía razón. —sigue riendo como una desquiciada.
—¿de qué te ríes? ¿Razón de qué? ¿a qué viene tu pregunta? —en verdad no la entiendo, o ¿soy yo la que no se entiende?
—Freud decía, la potencia sexual de un Hombre es proporcional a su potencia Cerebral. —levanta sus cejas con coquetería. —es un hombre inteligente, por lo que presiento que si tenía razón, pero tú no me dirás nada.
Por Dios, no le diré como es realmente, pero digamos que tiene razón, ella y esa teoría, al menos con él.
—Sin duda los años le sientan maravilloso, es que ese hombre siempre se ha visto buenazo.
Dirijo mi vista a dónde ella mira, y esta él hablando por el Celular, vaya la vida londinense si que le queda de maravilla, siempre ha sido amante de los trajes y eso le suma elegancia y sensualidad, bueno es que también me ponen los hombres con traje, que usen corbata o pajarita y joder que lleven gemelos y su inteligencia, joder. Me lamo el labio inferior. Todos tenemos gustos no sexuales que nos prenden.
—¿Emma? —siento un pequeño pellizco en el brazo. —deja de babear, ya nos vio.
—no estoy babeando, solo se me resecaron los labios.
—¿Qué decías de Alonzo?—comenta con tono irónico.
—¿Qué? ¿Cuál Alonzo?
Me ve con su gesto burlón y niega.
—Señoritas ¿Qué hacen?
—Esperando un taxi y Emma espera a su hermano. —contesta Alina.
—Pues si quieren las puedo llevar a su destino y así llegan seguras a casa.
No contestamos, Alina desea que sea él quién nos lleve pero como buena amiga espera mi confirmación.
—Vamos, no tengo toda la noche ya dije que acepto ser su chófer.
—Ismael quedo de pasar por mí…
—Emma, no puedo dejarte aquí sola, Ismael no me lo perdonaría, así que móntate al auto y ponle un mensaje. —me ve con esos ojitos tan bonitos que tiene. —vamos, que no soy un desconocido y no te pasara nada.
—De acuerdo, llevemos a Alina a su casa.
Nos abre la puerta del coche, sí en contra de mi buena voluntad. Estoy apunto de subir cuándo Alina cierra de un portazo.
—pero ¿qué?
—Anda Emma sube de copiloto, no me hagas sentir realmente como chófer.
Suspiro, mientras me abre la puerta y la cierra en cuánto subo.
—esta me la pagas, Alina.
—ups, perdón, solo es un buen hombre. —se burla.
Ellos van hablando de no sé que mientras yo solo veo de reojo como sus magníficos labios articulan las palabras, pongo música y disfruto de ella.
Dejamos a Alina en su departamento y volvemos a emprender el viaje.
Lo miro y su cara esta como un tomate. Instintivamente toco su rostro, está muy caliente.
Me mira, me mira, pero no dice nada, solo conectamos nuestros ojos. Veo que el vuelve a repasar mi mano y yo hago lo mismo ¡Joder! El anillo.
—te vi muy ruborizado…por eso te toque, tienes fiebre.—digo tan rápido que siento que no se entendió nada.
Detiene el auto, calles antes de llegar a casa de Ismael.
—¿te sientes mal? Te ves agotado. —digo con verdadera preocupación, años atrás me preocupaba por sus dolores de espalda.
No me ve no dice nada hasta después de cinco largos minutos.
—ambas cosas, cuándo llegue a casa tomaré algo.
Vuelve a encender el auto, no dice nada. Odio cuándo no habla.
—Ismael, no esta en casa y no tengo llaves, se escuchará mal pero ¿puedo esperarlo en tu casa?
Detrás de esas palabras hay un “te quiero cuidar”. Así como el hacía cuando los cólicos eran insoportables y me mimaba con helado, comprendía mis cambios de humor.
—¿por qué se escucha mal? Mi casa es tu casa Emma, si tú quieres te puedes mudar y hacer de ella lo que quieras.
—No seas exagerado, solo esperare a Isma.
—no soy exagerado. —sonríe
Cambiamos de ruta y después de varios minutos estoy pisando nuevamente su casa.
—bueno, en lo que estoy aquí trataremos de bajar esa fiebre ¿de acuerdo?
—de acuerdo, señorita. —hace una reverencia.
—ve a acostarte ahora te llevo agua… —me mira con sorna.
—¿Qué no me ibas a bajar la fiebre? Con lo que dices parece que me la deseas subir.
—Ulises, Por favor. No es el momento…
—¿No? ¿Entonces cuándo?
—¿Dónde tienes medicamento?—digo, tratando de cambiar el tema por el que él va.
—en mi habitación tengo el medicamento…
—Bien, ahora te llevo agua, andando ponte cómodo. — lo empujo levemente antes de que diga algo más.
Antes de servir el agua, me quito el anillo y lo escondo en mi bolso. me importa poco si esta mal.
Mojo unas toallas de mano para ponerlas sobre su frente y así reducir un poco la temperatura.
Cuando llego a su habitación esta recostado ya con el pijama puesto.
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Editado: 15.11.2022