ULISES
SIETE AÑOS DESPUÉS.
Llego a casa, la casa que he construido con tanto esfuerzo y cariño, no es que mis demás diseños no tengan ese toque, pero esta; está construida con amor de dos, Emma estuvo en cada diseño y en cada terreno para elegir.
Camino por el pequeño jardín y veo un desastre de cosas en el pasto, sonrío al verlo, escucho sus voces que provienen de lado de la piscina.
Su voz, su desastre, su risa, sus rabietas, no son mas que un recordatorio de que existe y que está aquí con nosotros.
—Tienes talento para dibujar —dice Emma, —le van a encantar.
—¿Qué pasa si no le gustan?
—Yo sé que le gustaran.
— el otro día se enojó con los dibujos que le llevaron a su oficina.
—No sabía.
—sí, el señor se puso triste.
—¿te gustan a ti tus dibujos?
—me encantan.
—Bien, ten por seguro que si a ti te gusta hacer algo y lo haces con cariño, los demás verán ese esfuerzo y lo valorarán y si no lo deberás intentar pero siempre debes estar orgulloso de lo que haces.
—Gracias.
Llego hasta ellas y le doy un beso en la frente a Emma.
—Mon amour, llegaste.
—Hola, preciosa…
—¡Papi! Llegaste. —se me deja venir a mis brazos y la cargo de inmediato.
Me da un beso, el mas tierno que me han podido dar, le correspondo.
—Hola, pequeña traviesa.
—Yo no soy traviesa. —se cruza de brazos y se pone seria.
—Oh, claro que sí Elizabeth.
Se pone mas seria y para los labios en señal de que esta molesta.
—Para ti soy Eli o liz…
Me rio y le doy un beso.
—Claro que sí Liz ¿Eres Feliz?
—Mucho papi, —Sonríe, —te hice unos dibujos de casas.
—¿Ya estás practicando?
Me los entrega y noto que esconde otros.
—¿Qué piensas? ¿no te gustan?
—son perfectos, pero quiero ver los que escondiste.
—pero…¿Mami?
—Vamos Eli, muéstralos le gustarán.
—¿Segura?
Emma le asiente. Se de que se tratan, pero no quiero que mi hija de cinco años desconfíe de mí, quiero que me tenga toda confianza y esto es lo único que por el momento me esconde.
Me tiende una mano con los dibujos un tanto chuecos y un poco mal pintados, me recuerda a mí.
Los veo y se tratan de vestidos, zapatos y demás accesorios de ropa. En el último dibujo sale lo que supongo que es un traje de hombre.
—¿Te gustan? a mami y Amelia si le gustan.
Me quedo en silencio detallando el traje del dibujo, un poco llamativa la corbata y colores que no combinan.
—Te dije que no le iban a gustar.
—Tienes razón Liz, no me gustan, me encantan, cariño.
Emma y ella aplauden y me mandan besos.
—Tu abuela debe estar feliz de que por fin a alguien de su familia le guste la moda.
Saco el chocolate que le traje y se va por una muñeca que esta tirada a unos cuantos pasos.
—¿Qué? —miro a Emma.
—Son preciosas, Gracias por hacerme padre de esa muñeca y por ser tu esposo.
Elizabeth, tiene el cabello negro como yo y rizado como su madre, heredo los ojos verdes de Amelia y tal parece que el gusto de diseñar también.
—Valió cada año su espera. —la miramos atentos.
Después de la noche en que Emma me confeso que no podía embarazarse, buscamos opiniones, buscamos tratamientos, buscamos de todo.
Cada vez que su periodo se retrasaba entraba con ella al baño a hacerse la prueba de embarazo y estuve con ella en cada negativo, le tomaba la mano y ella solo respiraba y continuábamos con nuestra vida, avanzamos mas como profesionistas, viajamos, comimos y nos seguíamos divirtiendo como un par de solteros sin responsabilidad.
Esos fueron los primeros meses del matrimonio, al año ella se encerraba sola en el baño y me negaba la entrada, cuando iba a abrazarla en la cama me negaba el tacto y me decía que lo mejor era el divorcio, me decía que yo deseaba un hijo y era cierto, pero también era verdad que lo quería con ella, después de dos años de luchas y lagrimas por ambos lados, porque sí; yo no podía verla a los ojos y hacer como si no le hubiera roto una promesa, incluso hubo un tiempo en el que me distancie. Después de dos años y medio de tantas opiniones, nos enteramos de que estaba esperando a nuestra pequeña Elizabeth, pero la forma en que dio a conocer su llegada no fue la mejor, en una noche de octubre mientras dormíamos, Emma comenzó a tener un sangrado y dolor diferente al del período. Cuando llegamos al hospital nos enteramos de que tenía dos meses y medio de embarazo y del cual no había suficientes esperanzas, nos aferramos a ella, hicimos todo como se nos indico y hoy cinco años después lo que nos parecía imposible, lo que creíamos que nunca tendríamos, nuestra ilusión llegó, nuestra pequeña Elizabeth.
Emma trabaja en lo que Eli asiste a sus clases, ella la recoge la baña y juegan.
Pasan tiempo de chicas con Amelia, la lleva a sus conferencias, le compra un montón de helado, sí ahora tengo a dos fanáticas de ese horrible sabor. Yo trato de estar bastante tiempo con ella, por eso acepte mudarme a parís por completo, la llevo al Kinder, le preparo su desayuno, le ayudo con sus deberes y por el telescopio vemos las estrellas en la noche, hablamos y reímos antes de dormir, siempre me pide que le cuente como me fue en mi día y me anima a seguir.
Los fines de semana me obliga a ir con ella al parque y alimentar palomas, tengo que dejar de lado mis trajes y usar ropa cómoda, porque Dios, esa niña corre rápido, cuando vamos a México la monto en los caballos que le encantan, le cuento de Ignacio que después de ver a su primera y única bisnieta, al año falleció. Compartió muy poco con ella. Pero nunca olvidaré lo que me dijo la noche antes de fallecer:
—Esa niña, es tu misma imagen.
#4100 en Novela romántica
#907 en Novela contemporánea
romance academiajuvenil, romance drama, romance a larga distancia
Editado: 15.11.2022