Beyza en el reloj

La pulsera de cuentas color lila

Todo estaba oscuro.  Beyza veía como sus pies se movían, adelante, atrás, adelante, pero ella permanecía en el mismo sitio. ¿Cómo podía sentir que seguía en el mismo punto? Si todo estaba tan negro, si no había alguna referencia, alguna señal. Estaba perdida.

Despertó, no asustada, no agitada, pasmada, viendo al techo, inmóvil. Ni siquiera la luz del sol le incomodaba, como ocurría habitualmente. Después de algunos minutos de permanecer así, se incorporó poco a poco.

El agua y su piel parecían no gustarse esa mañana.

Aseada y con el mismo ánimo con el que despertó, se echó en el sillón y prendió el televisor. Noticias, cambio, programas sabatinos, cambio, un tipo intentando meter una pequeña pelota en un recipiente, cambio, el clima, cambio, caricaturas, mejor.

Veía sin ver, respiraba sin sentir. Respirar sin sentir la dicha de estar viva.

Un ruido la trajo de ese mundo en el que su mente se encontraba. Beyza nunca había sido miedosa. Se levantó y caminó hacía donde creyó haber escuchado el sonido. Abrió su recamara, no vio nada, cerró la puerta. Otra vez ese ruido, caminó más rápido, esta vez a la sala, nada. Ruido. Esta vez estaba segura que era en la cocina, la última habitación por revisar. Rogó que no fuera un ratón. Entró a la cocina, observó detenidamente, pero no encontró nada.

-¡Hola!

-¡Ahhh! – Gritó Beyza - ¡Tú! – Sus ojos estaban más abiertos que nunca - ¿Cómo llegaste aquí niña?

-Siempre tan amable – la niña ni siquiera la miró, parecía muy entretenida contando las cuentas de su pulsera color lila. 

-¿Cómo entraste?

-Son mis secretos. ¿Cómo has estado Beyza?  - al fin la niña levantó la cara.

Beyza intentaba calmarse.  

-Bien – dijo sin entender porque respondía.

-Me alegro, después de ese sueño, creí que estarías alterada… - la miró fijamente – bueno, más alterada – Bajó nuevamente la mirada a su pulsera.

-Ok niña, en este momento me vas a explicar ¿Cómo es que te apareces de la nada? y ¿Cómo sabes lo que soñé?

-Pues lo sé y ya – sonrió la pequeña, haciendo enojar aún más a Beyza – Ya, ya, tranquila. Deja de alterarte por todo, me estresas – hizo un puchero – Prometo contarte algunas cosas, si tu prometes dejar de enojarte y gritarme.

-Yo soy la que pone las condiciones – dijo Beyza.

-No pienso hablar entonces – se cruzó de brazos.

 

Beyza quería ponerse a llorar. Se sentó en uno de los altos bancos de la cocina.

Ella no podía creer que alguien o algo tan pequeño le hiciera perder la cordura en menos de tres minutos.

Esperó unos segundos, segundos  que parecían  horas, años, décadas… le enfadaba la idea de no saber lo que ocurría.

-¿Y bien? – Habló Beyza - ¿No piensas hablar?

La niña alzó una ceja.

-De acuerdo. Considero que es muy pronto para hablar de todo esto. Hubiera preferido esperar más.

-Al grano…

-Y sigues insistente…  – suspiró – He venido hasta aquí para ayudar.

-¿Ayudar? ¿A quién? ¿Cómo?, no entiendo- soltó los brazos.

-Pues a ti Beyza, ¿A quién más?

-¿A mí? No necesito ayuda. ¿Por qué crees que quiero ayuda?

-Bueno, digamos que tengo algunos trucos – hizo una sonrisa pícara.

-¿Trucos? ¿En serio? ¡Jajaja! – rio lo más fuerte que pudo, creyendo que así la niña se sentiría mal.

-No te burles, es verdad.

-Ok, ¿Quieres ayudarme? Realiza un truco y aparece tres ceros más a mi cuenta del banco. Créeme, con eso podrás ayudarme y podrás irte.

-¿Estás loca? – Volvió a levantar una ceja – Perdería mi empleo. Eso no entra en mis funciones.

Beyza sonrió. Claro que era una de esas sonrisas retadoras. 

-Ok, si no puedes hacer eso, ¡VETE! – Se levantó y caminó muy deprisa hacia la puerta y tocó la perilla.

-¡No me iré!

-¡Ahhh!, ¿Qué diablos te pasa? Estabas en la cocina, ¿Qué quieres de mí?

-Ya te lo dije… - Suspiró – pensaba que sólo tu vida fallaba, pero ya vi que también te falla el oído. Deja de estar histérica y siéntate.

Beyza aún no comprendía por qué continuaba haciendo lo que la pequeña le indicaba. Se sentó.

-Mira – dijo la niña. Intento ayudar, sólo eso. Necesitas que te explique para que entiendas lo que debes hacer.

-¿Hacer qué?, ¿Robar un banco?

-¿Qué lo único que piensas es en dinero?

-Bueno, digamos que ya me estoy cansado de comer cereal a diario.

-¡Ayyy! – Protestó la pequeña – En fin… - Empezó a caminar de un lado a otro, pensando, estructurando.

-¿Y bien? – insistió Beyza.

-Algo pasó… en un punto. En un punto de tu historia algo cambió. Te arrepientes y quieres resolverlo.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 27.11.2020

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