Raúl Osiel Marroquín Reyes (Tampico, Tamaulipas, 1 de septiembre de 1980) es un asesino en serie mexicano responsable de seis secuestros, de los que cuatro acabaron con la muerte de sus víctimas, perpetrados entre el 21 de enero y el 22 de diciembre de 2005, en Ciudad de México.1
Fue un asesino organizado, motivado por el odio y discriminador. Todas sus víctimas fueron hombres homosexuales, por lo cual se ha convertido en un símbolo de la homofobia en México.
Su vida anterior a los crímenes
Marroquín Reyes cursó un año de la carrera de médico militar y fue miembro del ejército mexicano durante cuatro años, con el grado de Sargento Primero, pero causó baja.
Fue admitido como soldado raso el 21 de enero de 1999, inscrito en el decimoquinto batallón de infantería en su ciudad natal, donde alcanzó el grado de sargento segundo. Quiso ascender en la milicia y estudiar medicina, pero la falta de recursos financieros lo obligaron a renunciar. En mayo de 2004 fue dado de baja del ejército y regresó a su ciudad natal.2
Estuvo preso en Tampico durante 14 meses bajo el cargo de robo violento.
Perfil psiquiátrico
Sus crímenes tuvieron muchas similitudes a los de los asesinos en serie estadounidenses John Wayne Gacy y Robert Berdella, siendo el móvil un poco diferente
: Gacy asesinaba a sus víctimas debido a una represión de su propia homosexualidad que proyectaba hacia los demás (se sentía atraído hacia ellos, razón por la cual los culpaba de su homosexualidad) Berdella por frustración hacia otras personas.
En cambio, Marroquín, a pesar de que sus crímenes también poseían marcados rasgos homoeróticos (el mismo Marroquín declaró no ser homosexual,3 pero su conducta denota marcados rasgos homoeróticos), se puede apreciar en él a un sociópata o psicópata dentro de un marco socio-cultural que, de una u otra forma, le dio un escaparate para su violencia contenida, dirigiéndola hacia una minoría. De acuerdo con perfiladores de la policía, Raúl Marroquín mantenía una relación de dependencia con su cómplice, un idilio homosexual, que pese a no haber contacto físico ya que no podía aceptarlo habían desarrollado fuertes vínculos emocionales.
Después de su detención, Marroquín declararía no ser homofóbico (aunque esta aseveración se contradiría por otras hechas por el homicida, en donde se refiere a los homosexuales como "un mal para la sociedad") que la razón principal de que fueran hombres homosexuales sus víctimas se debía a que estas personas eran más fáciles de plagiar; esta fue la declaración que hizo al ser cuestionado sobre su patrón:
«...por no batallar en operaciones que implicaran armas y vehículos, tan sólo bastaba con ir a los lugares que ellos frecuentaban y ellos solos me abordaban, se me hacía más fácil tratar a esas víctimas». (Osiel Marroquín, Raúl. 2006).3
«Nunca he pensado en ellos.» (Osiel Marroquín, Raúl. 2006)
«Hasta le hice un bien a la sociedad, pues esa gente hace que se maleé la infancia...» (Osiel Marroquín, Raúl. 2006)
«Una de mis víctimas era portador de VIH, y de cierta manera, evite la propagación del virus...» (Osiel Marroquín, Raúl. 2006)
El que justificara sus actos como correctos nos habla de su autoestima inflada, se veía así mismo como un benefactor de la sociedad (un ángel exterminador). Esto indica también una sobre-valoración de sí mismo (narcisismo), lo que es indicio de un desarrollo psico-sexual deficiente y una inmadurez del desarrollo psico-afectivo; según Robert D. Keppel y William J. Birnes, un trastorno del desarrollo psico-afectivo, es la principal causa de la conducta de un asesino en serie.
Estas declaraciones también nos hablan de un distanciamiento de la realidad. Creía que sus actos tenían una justificación moral, aunque era plenamente consciente de las implicaciones éticas y jurídicas de sus actos, pensaba que ante la sociedad sus delitos eran menores y hasta justificables. Según Joel Norris, este proceso (el distanciamiento de la realidad) corresponde a la primera fase de la conducta de un asesino en serie.
Su carrera criminal la inició como un asaltante, su motivación fue monetaria (su constante búsqueda de emociones intensas y su atracción patológica por el poder (megalomanía), también fueron detonantes para su conducta delictiva); posteriormente, de igual forma motivado por los mismos factores, evolucionó al secuestro, Marroquín fue una de las muchas personas en México que vieron en el secuestro una actividad muy lucrativa (porque en muchos de los casos ya había cobrado el dinero del rescate antes de asesinar a su víctima), y finalmente al homicidio.1 Como producto de su actividad como secuestrador obtuvo un total de 109 mil pesos (poco más de 10,000. dólares).7