Oscuridad...
Una tranquilidad recorría mi cuerpo, me envolvía completamente; sentía como si mi cuerpo flotara en medio de un mar tranquilo, era una sensación tan placentera. ¿Por qué no puedo sentir nada? Mi cuerpo se encuentra tan tranquilo en estos momentos. ¿Dónde estoy? ¿Por qué no puedo ver nada más que simple oscuridad? ¿Estoy durmiendo? Mis recuerdos se encontraban borrosos, no recordaba haber ido a la cama, ni siquiera haber regresado a casa ¿Por qué no puedo recordar?
He pasado mucho tiempo ordenando a mi cuerpo moverse, abrir los ojos, pero no logro nada. ¿Si quiera me encuentro respirando? Se que no he muerto, si no como estaría pensando todas estas cosas... pero ¿Por qué por más que trato de moverme o sentir alguna parte de mi cuerpo no logro percibir nada? Es como si simplemente fuera la esencia de mi ser sin ningún ser en al cual pertenecer. Me siento perdida; un alma sin cuerpo.
Alto...
Escucho un corazón... pero ¿Por qué el pulso está tan acelerado? ¿Es mi mío? Puedo sentir como se expande y se comprime tan rápido, como bombea la sangre que entra y sale de él; pero, no siento que ese corazón latiente me pertenezca. Mi mente sigue será, todo lo contrario a lo que aquel corazón refleja.
Metal... Presiento un sabor metálico. Hierro... Sangre... ¡Mierda! ¿Me estoy desangrando? Empiezo a sentirme igual que aquel corazón, aunque no siento que mi pulso haya cambiado, pero me siento ansiosa y no precisamente con un buen sentimiento. No entiendo que está pasando; la sensación cálida que cubría mi ser se había intensificado, me asfixiaba... no podía respirar. Al parecer empezaba a hacerlo. Pero por qué cuando por fin parece que puedo permitirme llenar mis pulmones de aire fresco, algo o alguien pareciera que trata de arrebatarme esa oportunidad. No, no los dejare. La cabeza me punzaba, un dolor horrendo como si tratarán de desprenderla de mi cuerpo. Extraño... ahora también podía sentir mi cuerpo. Pero este dolor no debería ser así, pareciera que tratan de mutilar mi cuerpo separando cada extremidad de mi tronco.
Manos... unas manos están haciendo esto. Puedo sentirlas, son grandes, tan grandes que abarcan casi toda mi cabeza. El calor no ha disminuido. ¿Me están quemando viva acaso? Quiero que este dolor terminé ya.
¡Carajo! ¿Qué es ese ruido? Un sonido ensordecedor había inundado mis oídos. Aprete con más fuerza los ojos. ¿En qué momento cerré los ojos? Podía ver destellos de luz a través de mis párpados. El ruido no cesaba, se intensificaba a momentos y disminuía en fragmentos como si quisiera recuperar el aliento para seguir con ese insufrible aullido.
—¿Puedo verla?
Una voz débil me sobresalto, la luz inundó mi visión –mis ojos por fin se encontraban abiertos– no podía figurar nada, todo era confuso, veía la luz, pero a la vez no veía nada; objetos inanimados se movían a mi alrededor. ¿De quién es esa voz? Es tan dulce.
Había estado tanto tiempo inconsciente, sumida en un limbo dónde solo podía escuchar mis propios pensamientos que no sabía en dónde me encontraba, no sabía ni siquiera cuánto tiempo llevaba así. ¿Por qué sigo sin ver un carajo? Mi cara de sentía húmeda ¿Estoy llorando?¡Si! Las lágrimas nublaban mi vista. Las quitaré para ver un poco de lo que me rodea. En un movimiento torpe, ordené a mis manos remover esas gotas saladas que inundaban mis ojos. Un hombre...un extraño me sostenía en brazos con un aspecto desgastado, su rostro era viejo.
Tenía una expresión de alivio y satisfacción que cubría delicadamente sus facciones. ¡Oye quien carajos eres y porque me miras así! ¡Suéltame pervertido! Nada... ¡No me oyes idiota!
—Creo que eso será lo mejor- su voz fue serena y con una sonrisa amable que se formó ligeramente al pronunciar esas palabras —quizá si su madre la sostiene se tranquilice y dejé de llorar.
¿Llorar? ¿Qué te importa si estoy llorando? Ni que fuera tan molesto ver a alguien llorar, quizá incómodo, pero no es para tanto. Sus desgastadas manos me guiaron a la dueña de aquella voz que me había hecho abrir los ojos. Viéndolo bien vestía de forma extraña, una especie de tuca con capa gris cubría su ancestro cuerpo. Alto... ¿mi madre?
—Deseo tanto sentir su piel tersa, quiero verla— voz aterciopelada, frágil y dulce; me daba una sensación tan tranquilizadora cada que llenaba la habitación con timbre. Estaba en lo correcto. Estoy asustada
—Lo ve su alteza, por fin ha parado de llorar al escuchar la dulce voz amorosa de su madre— otra mujer hacía notar su presencia dentro de la habitación —ahora su pequeño cuerpo podrá descansar sin que esos sollozos desgasten su delicado ser— esta mujer tenía al igual que el viejo rapa extraña y una cara de agotamiento.
¿Sollozos? El horrendo sonido que atormentaba mis oídos era... ¿Mío? Unas nuevas manos me sostenían, de una forma tan delicada como si fuera a romperme; el calor de su piel al tacto era muy reconfortante. Mis ojos se colocaron en ella. No sé quién seas, pero me siento a salvo contigo. Me miraba, me recorría con una mirada extasiada, como si mirara una obra de arte en la pared de algún museo; tratando de descifrar el mensaje que el artista quería transferir a los ojos de quienes la apreciaran. Cada curva, cada trazo, la iluminación, el contraste, la intensidad de las tonalidades, la proporción perfecta con la que había sido creada, esa perfección que aparentaba, aunque realmente no fuera perfecta, pero que a ojos de la persona correcta podría serlo ¿Por qué me miras como si lo fuera?
Su piel era clara, tersa, parecía porcelana blanca, tan delicada como una muñeca; cabellos rojizos que caían por sus hombros, ojos color olivo relucientes; debajo de ellos un mar de pecas cubrían desde la zona de sus pómulos, subían por el puente de su nariz y llegaban hasta el otro extremo de su rostro, cada una de esas pecas parecía estar ubicada estratégicamente para el deleite de los demás. Era tan hermosa y delicada, perfecta como una princesa de película que brillaba con luz propia sin importar como estuviera. Su cuerpo realmente brillaba, estaba muy hidratado. Estaba empapado. Al estar apreciando su belleza no había puesto atención a qué estaba bañada en sudor, quizá sin tanto sudor revelaría una piel clara, aún más tersa estando fresca y un cabello ondulado. Su alteza. Las palabras de la mujer que estaba parada detrás del viejo observando la escena me brotaron nuevamente a la mente