— ¿Algo que deba saber? —preguntó Ian cuando ya estábamos en motel.
Todos habíamos llegado al motel cansados, Ian pidió una habitación extra para Xander, quien aún no me había dirigido la palabra, lo cual me tenía un poco confundido, pero ignoré ese sentimiento. Cuando Ian le dio la llave a mi hermanito, ordené que todos nos fuéramos a dormir y ya mañana seguiríamos con el viaje siguiendo el rumbo original. Nashville. Mi gemelo tenía una gran granja en la que nos podíamos ocultar un tiempo y planear que demonios haríamos en los cuatro días que restaban.
Ian fue el único que no acató mis órdenes dado a que estaba en mi habitación con su mejor cara. Iba a matarlo, sin duda. Se estaba ganando otro puñetazo en su reluciente carita.
— ¿Por qué preguntas? —inquirí, agotado, con la cabeza en la almohada.
— Allá abajo dijiste que teníamos cuatro días para ver qué coño haríamos. Tengo curiosidad.
— ¿Tu curiosidad no puede esperar hasta mañana? —increpé.
— Por desgracia, no.
— Maldición —suspiré, levantando mi cabeza de la almohada, sentándome—. Bien, Jorge el Curioso, ¿sabes quién es Khileniah, cierto?
Él asintió.
— La hija de Elle-Ryn.
— Genial, ¿ahora sabes quién es Rhee´lhyn?
— El hermano de Jehová —respondió.
Asentí.
— Bien, ¿qué es lo que sabes de esos dos personajes?
— ¿Estamos en una clase de historia? —preguntó obstinadamente.
— Responde, Ian —repliqué.
Rodo los ojos.
— Ahg. De acuerdo, la hija de Elle-Ryn, Khileniah le pidió a ella que la expulsara del cielo porque estaba cansada de las peleas entre ella y Jehová cuando expulsó a su hermano junto con sus otros dos hermanos del cielo. Elle-Ryn aceptó dándole una sola condición, que tenía un siglo para elegir a quien quería para estar a su lado por la eternidad, si al mismísimo Jehová o a Rhee´lhyn.
“Khileniah aceptó la condición y fue traída a esta dimensión. Al igual que Rhee´lhyn. En el cielo, en cambio, se desató una de las grandes. Padre e hija discutiendo por días y días. Se dice que hasta el sol de hoy Elle-Ryn y Jehová siguen discutiendo por eso mismo.
Bien, debía admitir que Ian era una cajita de sorpresas.
— De acuerdo, muy bien. Como deberías de saber, dentro de tres semanas se hace cumplir la fecha que mi amadísima sobrina, metafóricamente hablando, le dio a Khileniah —revelé.
Si hubiese tenido una cámara en esos momentos le hubiese tomando una foto a la cara de mi gemelo. Del color carne pasó al blanco y del blanco al pálido. Me tragué mi risa.
— ¿Estás tratando de decirme que tú eres Rhee´lhyn y que tus hermanos son Arhliehk y Xheums? —logró decir.
Asentí, divertido. Ian sacudió la cabeza varias veces tratando de centrarse.
— Oh, por Dios —suspiró.
— Y no te he dicho la mejor parte —señalé.
Abrió los ojos como platos.
— ¿Es qué hay más? —argumentó.
— Adivina quién es Khileniah.
Ian se quedó pensando un rato, hasta que el color de su cara se volvió a poner pálido.
— De todas las cosas…
— Sip. Nannette es la hija de mi sobrina. Nannette es Khileniah —garanticé.
— Tienes que estar bromeando —contradijo.
Negué.
— Entonces, eso convierte a Nan en…
— Una diosa, sí —certifiqué.
— Oh, por Dios —dijo él, pasando una mano por su cabello.
— Exacto —admití, también.
Aun no superaba el hecho que mi Nannette era Khileniah. La mujer por la que yo abandoné todo. Aunque, recordando miles de años atrás, lo único de lo que me acuerdo es de su despampanante sonrisa y sí, de sus grandes ojos violetas que enseñaban la galaxia y emanaban amabilidad.
— ¿Y eso cómo nos deja?