Blackness

Veintidós

Admito que la noche fue malditamente apretada. Elle-Ryn les había sacado la mierda a los muchachos por siete horas seguidas. A todos y cada uno de ellos, menos a mí y me sentía más que contento por eso. La noche había pasado lenta, pero todos habían aprendido algo. Elle-Ryn le enseñó a Nannette cualidades nuevas de sus poderes, le enseñó a Amber como poder aplacar las voces para que no se sintiera como un poliedro de vocecillas imparables como le había dicho ella y como poder ir más profundo en las mentes, a mi hermana le enseñó como manipular a las personas para que hicieran lo que ella les pidiera, lo cual, para mí, eso ya lo tenía controlado.

A mi mejor amiga no tuvo que enseñarle mucho, ella ya era toda una guerrera de por sí. Elle-Ryn se burló incontables veces de la casta habilidad que tenía Ian para coger una espada.

— Puedes que tengas una mente sagrada, pero en cuanto a armas… Eres un asco —fue lo que le había dicho.

Adam y Xander se llevaron muchos cumplidos de su parte cuando comenzó el combate cuerpo a cuerpo. Ya cuando dieron las siete de la mañana yo tenía un sueño demasiado grande como para pelear contra él al igual que los chicos.

— Estoy muriendo —jadeó mi hermano, a mi lado.

Reí dándole un leve puñetazo en su hombro.

— ¡No me toques! —gimió—. Literalmente me estoy muriendo.

Puse los ojos en blanco.

— Eres el ser más dramático que he conocido —repliqué, juguetonamente.

— Oh, sí, porque tú no —objetó.

Una risa femenina interrumpió nuestra charla.

— Bien chicos, pueden irse a dormir —indicó Elle-Ryn, sin una gota de cansancio.

— ¿Cómo tú no puedes estar exhausta? —inquirió Ian, desde el suelo con Kiara.

— Costumbre, supongo —respondió, encogiéndose de hombros.

— Ante de que ella cambie de opinión iré a mi dulce cama —comunicó Xander, levantándose, corriendo hacia la puerta junto con una gran multitud a sus espaldas. Los únicos que quedamos en el jardín éramos Nan, Elle-Ryn y yo.

— ¿No pretendes dormir? —preguntó mi sobrina.

Nan negó con la cabeza.

— ¿Podrías enseñarme más? —pidió, tímidamente.

Elle-Ryn sonrió.

— No tienes que forzarte, amor. Debes ir lento y poco a poco. Ve a dormir —sentenció ella.

Mi novia iba a protestar, pero tragó su orgullo y se limitó a asentir y caminar hacia su habitación.

— Es testaruda —dijo mi sobrina cuando quedamos solo nosotros.

Puse los ojos en blanco.

— ¿De quién lo habrá sacado? — pregunté, sarcásticamente.

— Definitivamente no de mí —respondió, sentándose a mi lado.

— Dejaré que sigas creyendo eso —me burlé.

— Idiota —dijo.

— A toda honra, señorita testaruda —ataqué.

Meneó su cabeza.

— ¿Crees que están listos? —pregunté, luego de unos segundos en silencio.

— Sin dudas —afirmó—. Aunque Ian…

Reí.

— Él se quedará con Nannette todo el tiempo, no creo que me deba preocupar mucho por él.

Ella río también.

— Eso es música para mis oídos —aclaró.

— ¿Podrás avisarnos cuando estén a punto de venir?

Se lo pensó un rato.

— Puede que sí. Aún tengo una fina conexión con el cielo, así que creo que si —confirmó.

— Genial —aprobé, comenzándome a levantar—. Por más que me guste pasar el rato contigo, necesito una maldita siesta antes del ataque estúpido que propuso mi hermano.

Sonrió.

— Lo sé —contestó.

Le di un beso en la mejilla como despedida y me encaminé rápidamente hacia mi habitación. En cuanto estuve en mi cama me topé con una delicada figura dormilona. Me reí suavemente y sin hacer tanto ruido, me acomodé a su lado.



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Editado: 15.07.2018

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