Admito que la noche fue malditamente apretada. Elle-Ryn les había sacado la mierda a los muchachos por siete horas seguidas. A todos y cada uno de ellos, menos a mí y me sentía más que contento por eso. La noche había pasado lenta, pero todos habían aprendido algo. Elle-Ryn le enseñó a Nannette cualidades nuevas de sus poderes, le enseñó a Amber como poder aplacar las voces para que no se sintiera como un poliedro de vocecillas imparables como le había dicho ella y como poder ir más profundo en las mentes, a mi hermana le enseñó como manipular a las personas para que hicieran lo que ella les pidiera, lo cual, para mí, eso ya lo tenía controlado.
A mi mejor amiga no tuvo que enseñarle mucho, ella ya era toda una guerrera de por sí. Elle-Ryn se burló incontables veces de la casta habilidad que tenía Ian para coger una espada.
— Puedes que tengas una mente sagrada, pero en cuanto a armas… Eres un asco —fue lo que le había dicho.
Adam y Xander se llevaron muchos cumplidos de su parte cuando comenzó el combate cuerpo a cuerpo. Ya cuando dieron las siete de la mañana yo tenía un sueño demasiado grande como para pelear contra él al igual que los chicos.
— Estoy muriendo —jadeó mi hermano, a mi lado.
Reí dándole un leve puñetazo en su hombro.
— ¡No me toques! —gimió—. Literalmente me estoy muriendo.
Puse los ojos en blanco.
— Eres el ser más dramático que he conocido —repliqué, juguetonamente.
— Oh, sí, porque tú no —objetó.
Una risa femenina interrumpió nuestra charla.
— Bien chicos, pueden irse a dormir —indicó Elle-Ryn, sin una gota de cansancio.
— ¿Cómo tú no puedes estar exhausta? —inquirió Ian, desde el suelo con Kiara.
— Costumbre, supongo —respondió, encogiéndose de hombros.
— Ante de que ella cambie de opinión iré a mi dulce cama —comunicó Xander, levantándose, corriendo hacia la puerta junto con una gran multitud a sus espaldas. Los únicos que quedamos en el jardín éramos Nan, Elle-Ryn y yo.
— ¿No pretendes dormir? —preguntó mi sobrina.
Nan negó con la cabeza.
— ¿Podrías enseñarme más? —pidió, tímidamente.
Elle-Ryn sonrió.
— No tienes que forzarte, amor. Debes ir lento y poco a poco. Ve a dormir —sentenció ella.
Mi novia iba a protestar, pero tragó su orgullo y se limitó a asentir y caminar hacia su habitación.
— Es testaruda —dijo mi sobrina cuando quedamos solo nosotros.
Puse los ojos en blanco.
— ¿De quién lo habrá sacado? — pregunté, sarcásticamente.
— Definitivamente no de mí —respondió, sentándose a mi lado.
— Dejaré que sigas creyendo eso —me burlé.
— Idiota —dijo.
— A toda honra, señorita testaruda —ataqué.
Meneó su cabeza.
— ¿Crees que están listos? —pregunté, luego de unos segundos en silencio.
— Sin dudas —afirmó—. Aunque Ian…
Reí.
— Él se quedará con Nannette todo el tiempo, no creo que me deba preocupar mucho por él.
Ella río también.
— Eso es música para mis oídos —aclaró.
— ¿Podrás avisarnos cuando estén a punto de venir?
Se lo pensó un rato.
— Puede que sí. Aún tengo una fina conexión con el cielo, así que creo que si —confirmó.
— Genial —aprobé, comenzándome a levantar—. Por más que me guste pasar el rato contigo, necesito una maldita siesta antes del ataque estúpido que propuso mi hermano.
Sonrió.
— Lo sé —contestó.
Le di un beso en la mejilla como despedida y me encaminé rápidamente hacia mi habitación. En cuanto estuve en mi cama me topé con una delicada figura dormilona. Me reí suavemente y sin hacer tanto ruido, me acomodé a su lado.