-Recuerda... Recuerda- murmuró la rubia con desespero en el instante que sus ojos se abrieron-. Recuerda... ¿Recordar...? ¿Recordar que?- se cuestionó angustiada.
Aparto las sabanas de su cuerpo, sentándose en la punta de la cama durante unos segundos con la mirada fija en sus piernas semidesnudas, únicamente cubiertas por sus pantalones cortos favoritos, esos que tenían pequeños lobos por todas partes y le recordaban a su hermano mayor, Niklaus. Cuánto extrañaba a ese gran lobo malo.
Niklaus Mikaelson, uno de sus hermanos mayores favoritos, por no querer decir el único... no es como si tuviera una mala relación con sus otros hermanos, pero no eran los hermanos del milenio. Kya detestaba a los traidores y para ser realistas, tanto Elijah como Rebekah habían atentado contra la vida de Klaus innumerables veces, incluso si luego se arrepentían de ello, el daño ya estaba hecho. De todas formas, nunca dejaría de amarlos, claro que no, su familia era todo para ella y comprendía la razón por la que querían acabar con el lobo, pero no sabía lo que se sentía porque nunca había sido maltratada o estacada por Nik, nunca había perdido a una persona que amaba porque su hermano tenía miedo de que lo abandonará, nunca la había privado de su libertad porque Kya lo seguía a todos lados sin que la obligarán. Así que no, no sabía lo que se sentía, pero los comprendía, si Klaus no fuese su hermano y le hubiese hecho todo lo que les hizo a ellos, definitivamente lo hubiera asesinado, si no fuera su hermano. Kya no sería capaz de asesinar a sus hermanos incluso si cometían la peor de las traiciones.
Freya no estaba en la lista de personas que le caían bien, no después de lo que le hizo a Davina, a Kol, a Marcel y realmente no la conocía lo suficiente como para tener un lugar en lo que ella consideraba su familia. Finn... ese era un caso aparte, cuando era pequeña era un hermano normal, ni muy sobreprotector ni muy desinteresado, solo Finn siendo el perrito faldero de su madre.
Elijah era quien se ocupaba de que no hiciera travesuras, de que no se metiera en problemas o golpeara a otros niños, se preocupaba por ella y lo que Mikael podría hacerle por ser una malcriada si se enteraba de lo que ella hacía.
Kol era su pilar, la razón por la que seguía con vida, la persona que la protegió a ella y a su secreto, porque Kol consideraba que su secreto era suyo también, que Kya no debería cargar con eso sola, que, si ella ocultaba algo, él también lo haría. Eran uno. Kol no estaba dispuesto a que Mikael se enterara de lo que escondían y que la maltratase al igual o incluso peor que a Nik.
Rebekah, la hermana menor que lloraba cada vez que Kya lloraba. Si Kya estaba triste, lastimada, preocupada o llorando, Rebekah lloraba también. Si alguien le gritaba o golpeaba a su hermana mayor y la hacían llorar, la pequeña Mikaelson se soltaba a llorar con ella y trataba de defenderla a toda costa porque Kya podría estar llorando, pero si alguien la golpeaba se desataba el infierno.
Niklaus era por lejos, su persona favorita en el mundo, quien ocupó el rol de padre que Mikael abandono y la mantuvo a salvo durante su vida entera, protegiéndola de todo y todos, defendiéndola cuando los niños de la aldea la molestaban, diciéndole que no dejará que nadie la pisoteara nunca. Se echaba la culpa cuando Kya hacía algo malo sin darse cuenta por ser solo una niña, pero ella sabía, sabía que Mikael golpeaba a su hermano cuando Nik confesaba haber hecho algo que en realidad había sido su culpa. Más de una vez quiso salir de su escondite e intervenir, pero la única vez que intento hacerlo, con solo una mirada Klaus le dijo que no se atreviera. Kya no volvió a meterse en problemas en lo que le quedó de vida humana.
Luego de un largo suspiro, giró su rostro hacia el reloj en su mesita de luz y se encontró con que eran las 6 de la mañana. Con los músculos aún adormilados, se puso de pie y fue hasta las cajas que contenían su ropa para comenzar a buscar que iba a ponerse hoy. Rebusco entre las prendas, lanzó pantalones y camisas para todos lados hasta que encontró unos jeans azules ajustados, una remera celeste y una de las chaquetas de cuero negro de Nik.
Haciendo uso de sus habilidades de vampira, fue a ducharse, vestirse y peinarse en el baño en menos de 15 minutos, quizás porque en el instante que el agua caliente toco su cuerpo se relajó considerablemente y le pareció buena idea quedarse unos minutos ahí. Al salir del cuarto de baño, se encaminó a la cocina a preparar la leche de Hope además de encontrar unas bolsas de sangre para ella y Hayley. Cuando estaba pensando acercarse al cuarto de la híbrida para despertarla, vio que eso no hacía falta ya que los ojos avellana de la mujer la miraban con cansancio a medida que se acercaba con la pequeña Hope caminando junto a ella.
-Buenos días- saludó sentándose sobre la mesada, cerca de donde su bolsa de sangre estaba-. ¿Qué hora es?
Antes de contestarle, Kya se acercó a Hope y se inclinó a su altura, estirando los brazos esperando a que con pasos torpes la menor se refugiara en ella, en un abrazo lleno de amor, besos que la vampira repartía en el rostro de su sobrina y risas que la niña soltaba.
-Las seis y media. Tenemos que hablar sobre el clan maldito, Hay. Necesitamos un plan.
La loba suspiro en cuanto las palabras "clan maldito" salieron de los labios de su amiga, llevaban apenas dos días en el pueblo y sabía que era algo que entre más rápido lo hablaran, más rápido conseguirían lo que querían y se irían a seguir con la búsqueda de la cura para salvar a los Mikaelson.
-Si, está bien, pero antes necesito saber porque los llaman el clan maldito. Hope, ven con mami, cariño. La tía Kya te preparo el desayuno.
-Casi nadie los llama así, solo mis hermanos y yo, porque conocemos la historia detrás de sus distintos colores de ojos- dijo con aire misterioso-. Por ejemplo, los alfas que descienden de este clan o hayan sido convertidos por alguien que pertenezca a ellos, tienen los ojos rojos... como la sangre.