Hasley
Las miradas de todos estaban sobre mí desde que bajé del auto de mi madre. Sentía la
incomodidad apoderarse de todo mi ser, arrastraba con pasos laxos mi cuerpo hasta llegar a mi
casillero, lo abrí detenidamente una vez que estuve enfrente. Seguía sintiendo varios pares de ojos
a mis espaldas, logré atisbar a varias personas mirándome sin disimulo alguno.
«¿Qué ocurría?».
Mordí mi labio con nerviosismo y comencé a coger las cosas que usaría, mis manos ya
comenzaban a sudar y sabía que ese insufrible ataque de paranoia vendría pronto.
Al instante que quise tomar con mi mano uno de mis libros, me percaté de un papel amarillo
doblado perfectamente por la mitad yacía acomodado en una esquina del casillero, mi entrecejo se
frunció y lo tomé con duda.
Yo no recordaba haber guardado aquello, mucho menos pedirle a alguien que lo hiciera, estaba
segura de algo y es que habían forzado mi casillero para meter aquel sobre.
Lo desdoblé dejándome a la vista el contenido de su interior. Mi cuerpo se tensó. Me helé y sentí
como la pequeña sensación de presión en mi sien se hizo presente, al mismo tiempo que mi boca se entreabría haciendo que mi lengua se sintiera seca.
Oh, señor.
Ahora entendía porque todos me miraban de esa manera.
—No, no… —repetí.
Era una foto de Luke conmigo besándonos en la biblioteca.
Di un paso hacia atrás y relamí mis labios, me di la vuelta para ver como algunos susurraban con
su mirada sobre mí. De pronto, me sentí demasiado pequeña al obtener en ellas desaprobación,
burla y demás.
—¡Hasley!
Gritaron.
Miré a la dirección de dónde provenía aquella voz y supe que todo se había arruinado. Matthew
venía hacia mí con grandes zancadas. Su rostro serio. Podía ver desde esa distancia como su
enojo emanaba su interior, cuando estuvimos frente a frente pude visualizar la vena resaltada de su
frente. Estaba hecho una furia, lo suficiente para poder intimidarme.
—Matt… —inicié, queriendo tranquilizar la situación, pero no me dejó hablar.
—¡¿Que mierda es esto?! —gritó, asustándome, causando que yo diese un paso a atrás.
Su mano se levantó mostrándome su celular en donde se plasmaba la foto de Luke conmigo. Me
quedé muda ante eso, mi vista solo iba de la imagen a sus ojos verdes, su mandíbula se tensaba,
¿cómo ocurrió esto?
¿En qué momento todo se salió de mis manos?
—¡Contesta! —exigió duro acercándose peligrosamente a mí—.
¡Explícamelo ahora mismo, joder!
—No me grites… —tartamudeé—. Yo-yo no sé… no sé cómo ocurrió.
Demasiado tonto, pero no tenía nada con qué defenderme. Fue mi culpa por no haber medido las
consecuencias, a pesar de que una noche antes planeé terminarlo, yo jugué con fuego y me estaba
quemando.
Entonces, lo acepté. Acepté que me gritara porque quien falló fui yo.
—¿No sabes? ¿Solo lo besaste y ya? —inquirió con ironía pura desbordando sus palabras—.
¿¡Desde cuándo me ves la cara de imbécil!?
¡Maldita sea, Hasley!
El alumnado a nuestro alrededor era digno de apreciar aquella escena que se convirtió en un
drama total. Me gritaba en frente de casi todo el instituto, la dignidad y orgullo que tenía se murió
ahí mismo, con los gritos del pelirrojo, los susurros de ellos y las miradas de todos.
—Matthew, de verdad lo siento.
Quise de sonar firme, pero fallé en el intento, no podía. Mis ojos comenzaron a arder y supe que
pronto lloraría. Y así fue, bastó menos de cinco minutos cuando las lágrimas empezaron a
descender por mis mejillas.
No sabía qué hacer, solo quería desaparecer, que todo fuera un sueño, ir con mi madre y llorar con
ella, pero la realidad era esta. La que tenía en ese instante en frente de mí, toda la escena
desagradable.
Correr. Echarme a correr sin dirección alguna, huir como una cobarde, esa era mi única opción, la
que me salvaría. Es lo que quería a hacer.
—Te di mi confianza y la traicionaste, dejé que estuvieras cerca de él porque creía en ti —
masculló—. ¡Quizá debí decirte a ti que no te acercarás a él! ¡Porque al fin de cuentas tú fuiste la
única que me traicionó! ¡No me importaba él! ¡Me importabas tú, Hasley! ¡Maldita sea, que
estúpido soy!
Llevó ambas manos a su cabello y lo jaló con frustración, desesperado.
Su piel blanca tenía un color rojizo haciendo semejanza al de un tomatillo, lloraba en silencio, sin
querer sollozar mientras me abrazaba a mí misma.
—En serio que yo lo siento —dudé—. Mi intención nunca fue lastimarte.
—No —negó repetidas veces—. No quiero oírte, no quiero hacerlo, existe la posibilidad de que
me vuelvas a mentir.
Sus palabras me dolían de una manera inhumana, atacaba de la peor forma que lo haya hecho, y
era porque jamás había vivido algo como esto.
Me destrozaba con cada palabra que salía de su boca, cada una, las cuales pronunciaba con asco,
repugnancia y odio.
—¿Matthew?
La voz de Zev hizo que tuviese una pequeña esperanza de protección de alguien, pero al ver que
sus ojos color miel que alguna vez me miraron con ternura ahora me veían con desaprobación, me
hizo darme cuenta que él no venía para mí. Mi mejor amigo no me daría su hombro esta vez.
—Ahora veo que las apariencias engañan —farfulló entre dientes el pelirrojo mirándome
fijamente—. No eres más que una chica bonita con cara de ángel sacada de una revista. Una
mentira.
Oí como mi corazón crujió.
—Basta, Matthew, vámonos —insistió el rizado—. Ya, para.
—Zev… —susurré en un pequeño gemido, teniendo la esperanza de contar él.
—No digas nada —cortó—. Ahora sé quién eres en verdad.
—Zev —jadeé.
Y eso fue lo suficiente para que me rompiera en mil pedazos.
Mi amigo tomó del hombro a Matthew dándole un pequeño apretón en el hombro mientras lo
sacaba del círculo de personas que se formó alrededor de nosotros. Me quedé justamente ahí de
pie con la visión completamente borrosa, sintiendo mis párpados pesados, con el nudo en la
garganta y mi corazón en el suelo.
Algunos sonreían, mientras otros negaban. Me habían acabado de la peor manera. El mundo estaba
en mi contra. Me sentía como el peor ser en la tierra. De pronto todos los susurros que eran desde
palabras ofensivas hasta frases dolorosas dejé de oírlas, mis tímpanos transmitían un sonido
ensordecedor al instante que mi cuerpo se congelaba sin saber a dónde ir o qué hacer.
Mis ojos se cerraron dejando que lágrimas cayeran, así como evitando que otras nuevas salieran,
creí que en cualquier momento caería. Lo sabía.
Cuando mis piernas se flexionaron supe que ya no aguantaba más. Sin embargo, nunca llegué al
suelo.
Y en ese corto tiempo, solo una voz pude escuchar.
—Aquí estoy —Luke dijo a mi oído.
Sus brazos se envolvieron a mí alrededor evitando mi caída. Mi rostro se apoyó justamente en su
pecho oyendo como su corazón latía rápido. Su cuerpo cubriéndome de todos los que antes me
miraban dándoles la espalda. Fue como me di cuenta que mi corazón ya no dolía tanto.
—Lu-luke… —murmuré entrecortado.
—Shhh… Aquí estoy, siempre estaré para evitar que caigas —susurró besando mi cabeza.
—Quiero irme, no quiero estar aquí —dije titubeante.
Él asintió comprendiendo y se alejó unos centímetros de mí, levanté mi vista teniendo contacto
visual con él, su semblante vacío y su
mandíbula lo suficiente tensa, mi vista era interrumpida por las lágrimas que todavía yacían en mis
ojos y unos cuantos cabellos indagaban por mi rostro, Luke se quitó su chamarra negra y la pasó
por mis hombros. Con uno de sus brazos me atrajo a él y comenzó a caminar empujando de mala
gana a las personas que obstruían nuestro paso. Me di cuenta de que caminábamos al estacionamiento.
—¿Qué fue lo que ocurrió allá? —pregunté en un murmuro una vez que llegamos.
—Alguien hizo pública la foto —respondió con la mirada baja—. Lo siento.
Quería enojarme con él porque me había besado, pero no podía porque yo también era culpable.
Lo fui desde que le seguí el primer beso aun sabiendo que Matthew ya era mi novio, quería darme
golpes contra algo por lo estúpida que era, por todo lo que ocurría, pero sobre todo porque aún
quisiera odiar a Luke en esos momentos, lo único que quería era que estuviera ahí conmigo. Sentía
como todo el peso caía encima de mí, era imposible poder detener el sentimiento que tenía en mi
pecho. La angustia me mataba, quería gritar, golpear algo y llorar todo lo que podía, pero debía
estar firme, no debía dejarme caer, mucho menos de una manera tan cobarde, la aflicción en mi
mente y corazón me envolvían en un gran dolor, todo volvía a repetirse en mi mente, desde las
escenas con el pelirrojo hasta las miradas de las otras personas.
—Esto no puede estar pasando… —Pasé mis dedos por mi cabello y bufé en forma de frustración.
Me agobiaba. Debí acabar con esto desde un principio, no podía pensar con claridad.
—Weigel, cálmate. —Luke dio un paso adelante y al instante yo di uno hacia atrás negando
repentinas veces—. Demonios, trata de no perder los estribos.
—¡Tú no eres el que está en la boca de todos en este instante! —Al instante de repetir mis
palabras en mi mente me retracté—. ¡Tú también!
Pero… ¡Mierda Luke!
Mi voz estaba rasposa y era porque mis gritos desgarraban mi garganta, sentía como quemaba con
cada palabra que salía, pero era lo
único que podía hacer, gritar, sabiendo que eso no serviría de nada.
—Realmente lo siento. —En cambio, él sonaba tranquilo.
Quizás eso era lo que me ponía de mal humor, acababa de ocurrir algo demasiado grave y él
actuaba como si una rosa hubiera caído.
Pasé de nuevo mis manos por mi rostro con frustración y un jadeo salió de entre mis labios, me
comenzaba a cansar de gritar, me dolía la maldita cabeza. En cualquier momento caería rendida,
creía que mi mente jugaba conmigo, tenía la esperanza de que todo esto fuese un loco sueño, uno
de mal gusto que no me gustaría recordar jamás porque aún dolería, pero estaba con los pies en la
tierra y mi realidad era esta, en donde yo era un completa mentirosa e infiel ante Matthew y todo
el instituto.
No hallaba la mentira.
Mi respiración se dificultó y supe que tenía que entrar en calma para no caer en una crisis de nervios, pero ya era tarde, me volvía un manojo de ellos. Me volví a abrazar a mí misma tratando
de controlar mi temor, el miedo alimentando mis pensamientos mutiladores, el masoquismo era el
tema principal entre ellos, el cual me recordaba todos los acontecimientos de hace unos minutos
atrás, como si de un caleidoscopio se tratase repetía las imágenes, los sonidos y con ello
aumentaban mis lágrimas desbordando por mis ojos.
No veía bien, mi vista se encontraba demasiado nublada a causa de todas las gotas saladas, pude
distinguir como Luke dio un suspiro profundo al igual que unos pasos a mí, se quedó en frente sin
decir ninguna palabra, solo se mantuvo callado durante varios largos minutos mientras el aire
revoloteaba mis cabellos obstruyendo aún más mi visión.
El silencio fue roto por él.
—No sé qué hacer para demostrarte cuán mal me siento por lo ocurrido, por verte en tal estado, al
ver como sufres… por mi culpa —su murmullo fue un poco lento y su voz se corrió a lo último.
—Quiero irme a mi casa.
Mamá no se encontraba debido al trabajo entre semanas que era desde muy temprano hasta la
noche, lo cual me era una ventaja para que no pudiera verme en tal estado.
—Está bien, te llevo. —No fue una pregunta, sino una afirmación por
parte de él.
—¿Cómo? —jadeé y lo miré directamente a los ojos.
Al verlo mi barrera de indignación y enojo se esfumó. No lo había podido observar bien, ni
siquiera me detuve a apreciar su anatomía y en como lucía, su imagen no era nada buena a
comparación de otras, parecía como si sus días estuvieran de mal en peor, y quizás, así era. Los
párpados de sus ojos se hinchaban un poco y grandes ojeras eran visibles, sus ojos azules no
tenían aquel brillo eléctrico que desprendían cada que lo observaba, estaban cristalizados, lo
suficiente para saber que en cualquier momento derramarían una lágrima.
Una posibilidad hacia esto es que se hacía el fuerte para no quebrarse ante mí.
—He traído conmigo la moto —comentó con cansancio, pero en ese instante no le puse atención.
A pesar de tener esa imagen de él, seguía luciendo perfecto para mí. Y
ahí entendí algo, comprendía que por algo pasaban las cosas y no de la mejor manera en que uno
esperaba.
Traté de tragar un poco de saliva con mucha dificultad y tener una posición firme. Mi madre solía
decirme que ante los problemas fuertes o graves no me deshiciera como un hielo, que fuera como
un iceberg que tardaba mucho en desaparecer, que todas las cosas alguna vez terminaban, que algo
nunca duraba para siempre. Y también fue allí donde comprendí muchas cosas. Él nunca puede ser
un corto o largo tiempo, así como el para siempre puede variar de diferentes formas. Eso pasa con la lástima, la dignidad, el rencor, la felicidad, la tristeza, el llanto, las emociones nunca durarían,
la fuerza algún día se acabaría de igual manera que la resistencia y el dolor. Algún día los débiles
se volverían fuertes, y los fuertes se volverían débiles.
Impotencia.
Esa fue la causa por la cual volví a bajar mi mirada hasta mis pies quedando en el mismo silencio
con el que iniciamos. La ola del aire frio chocó con mi rostro revoloteando unos cuantos cabellos
por mi cara así obstruyendo mi visión. Las yemas frías de Luke rosaron mi mejilla y me sentí
como un copo de nieve siendo tocado por una llama de fuego. La
sensación que transmitía su piel a mi cuerpo era tan relajante que me hacía pensar que ya nada
importaba, que dejaba volar mis problemas a un lado lejos de mis pensamientos.
—Estaremos bien después de esto —susurró llevando los mechones de mi cabello atrás de mi
oreja—. Te lo prometo, cariño.
Y quizá mi único error era solo una cosa. Creerle.