Estuvo tirando piedras por al menos unos cinco minutos al pequeño río frente de él. Sus dedos ya estaban llenos de tierra y su camisa tenía varias gotas de agua, casi no se notaban.
Louis apareció de la nada, sin previo aviso para su corazón. Se sentó a su lado sin mirarlo y comenzó a imitarlo sin decir alguna palabra, pero no era como si Harry quisiera que abriera su boca.
—¿Ya estás mejor? —le preguntó y el castaño asintió suspirando.
—Ahora tengo un horrible dolor de cabeza —comentó y Harry sonrió, soltando todas las piedras y estas se fueron sin que les importara la marca que dejarían en las manos del chico rizado. Daba igual, a nadie le importaba dejar una marca en una persona.
—Estuve pensando —susurró Harry. Sus piernas se recogieron hasta que quedaron debajo de su trasero, pero Louis no lo vio, no debía.
—Te escucho.
Harry asintió, casi dándose aliento. Hasta pudo imaginarse dándose una palmadita en la espalda.
—Te ayudaré con tu mamá —comenzó bajito— pero dejarás de trabajar para mi papá, por favor.
Louis no demoró en rodar los ojos y girarse hacia él con su ceño fruncido.
—¿Por qué te empeñas en alejarte de mí? —preguntó con brusquedad y el rizado se encogió de hombros, restándole importancia a lo que sus ojos mostraban en su momento de debilidad.
—Creo que nosotros no debemos vincularnos más —contestó tan simple, sin importancia y a Louis no debió dolerle eso. Era su culpa, después de todo. Él había provocado tantos problemas a lo largo de su vida.
—No creo que funcione —dijo y chasqueó la lengua—. Deja de fingir.
—No estoy fingiendo —respondió Harry con un encogimiento de hombros—, ni siquiera sé a lo que te refieres.
—¿Crees que no te veo? —preguntó—. Escucho cuando niegas ser mi amigo, ¿se supone que fui yo quien se alejó, Harry?
—¿Por qué estamos hablando de eso? —No debió sonreír con sarcasmo porque eso hizo enojar más al castaño frente de él.
—¡Porque actúas como una víctima! —gritó con fuerza—. Quieres hacerme el malo de la película haciendo que te golpee, pero eres igual de idiota que yo.
Harry frunció su frente y ladeó su cabeza con confusión.
—¿Me estás reclamando porque te niego como mi amigo? —preguntó con burla—. ¿Esto es en serio? ¿Quién es él que no quiere que mencionen el tema siempre? Tú, así que déjame en paz.
El rizado se levantó sacudiendo su pantalón con sus manos y Louis no demoró en levantarse a la par. Harry quiso reír porque casi pudo ver el humo saliendo de la cabeza del mayor.
—¡Deja de victimizarte! —le gritó a sus espaldas y Harry colocó sus ojos en blanco a la vez que se giraba.
—¿Piensas que me importa ser la víctima o el malo? Recuerda quién dañó nuestra amistad, Louis —respondió cabreado, ahora sí que lo estaba.
—¡Ahí está! —volvió a gritar Louis—. Te estás haciendo la víctima otra vez.
—Jódete —le respondió Harry mientras le mostraba su dedo corazón y caminaba hacia la carretera. Sabía que su maleta seguía en alguna parte del auto de Louis, pero no le pudo importar menos.
Fueron varios pasos que dio hasta que Louis pasó a su lado en su gran auto negro. Siguió de largo y en ningún momento se giró hacia el rizado que pensaba llegar a su casa caminando.
(...)
—¿Dónde estás? —preguntó Louis a su celular. Desde la otra línea se pudo escuchar algunos pasos.
—Estoy en el hospital —respondió Zayn—, pensé que ibas a estar aquí.
Louis frunció su frente, mirando hacia la maleta de Harry en los asientos traseros.
—¿Por qué debería estar ahí? —preguntó con enojo.
Zayn solo suspiró con cansancio.
—Ven a recogerme —ordenó antes de colgar.
Louis soltó el celular, que cayó en alguna parte y siguió su camino. Miró sin querer por el retrovisor, pero ya había pasado junto a Harry hace algunas calles atrás y no tenía la intención de regresar, o de ir a recoger a Zayn.
Su cabeza parecía ser un tambor tocado con ira por como sentía que vibraba, y había algo en su pecho que se apretaba con dolor, con culpabilidad haciéndolo sentir miserable. Pero ya estaba acostumbrado a tal sentimiento como para preocuparse.
Se sentía rencoroso con Zayn, con su familia e incluso con el propio Harry y no pudo evitar echarle la culpa a él. Sentía que lo odiaba, sin embargo, las cosas solían ser confusas.
—¡Demonios! —gritó golpeando el volante cuando un líquido algo caliente resbaló por sus mejillas, no pudo evitarlo. Tal vez era porque se sentía tan cansado de todo. Pensaba que las cosas mejorarían si dejaba de ser un idiota, que se dejaría llevar por comentarios, mas parecía simple, mas no lo era.
Estacionó su auto en el estacionamiento del hospital y encendió uno de sus cigarrillos, sintiendo que se deshacía como aquella droga. Tan dañina, pese a que eso no le quitaba lo placentero. Pero Zayn tuvo que arrancárselo de los dedos.
—Basta —le dijo con seriedad. Y no había notado lo mal que se veía Zayn drogado hasta ese momento, en donde sus ojos dejaron de tener ojeras y su cabello peinado hacia atrás lo hacía notar una buena persona. Louis rió por eso.
—¿Qué mierda te pasa? —le preguntó con burla, pero Zayn lo ignoró mientras le quitaba las llaves de su mano—. Eh, son mías. De mi nuevo auto, ¿te gusta?
—Te llevaré a lavarte la cara —le susurró mientras abría la puerta del piloto. Louis se enganchó en su cuello enseguida, sin poder soportar su pesado cuerpo.
—¿Ahora eres bueno? —preguntó con delicadeza y Zayn le asintió sin importancia—. Eres un buen amigo, sin ser gay.
Zayn sonrió mientras lo arrastraba dentro del hospital. Varias personas se detenían para observarlo y una enfermera ya estaba acercándose a ellos hasta que Zayn le indicó con su mano que no era necesario.
—¿Dónde está mi mamá? —preguntó sobre su hombro.
—Está en su habitación —le respondió—, está preocupada por ti y quiere verte.
—Lo sé —asintió y Zayn lo apoyó en la pared en cuanto entraron a uno de los baños—. Mi cabeza me está matando, Zayn.