Zayn había sido tan amable, que decidió quedarse junto a Jay mientras Matt y Louis regresaban a casa; el esposo de la mujer solo por ropa y, aunque fuera mentira; Louis para dormir.
—Hoy no fuiste al colegio —comentó su padre y Louis asintió sin despegar la vista de la carretera—. ¿Por qué?
Louis sonrió de lado y miró de reojo a su padre de forma irónica.
—Bueno —Lamió su labio—, se supone que una madre no debe morir tan joven... ¿Por qué crees que falté a clases, papá? ¿No será por casualidad la misma razón por la que tú faltaste al trabajo?
Matt suspiró con fuerza y colocó su boca en una fina línea, queriendo mantenerse callado.
—¿Se supone que estás cambiando? —preguntó—. ¿Piensas que yo me tragué tu cuento de "he vuelto a ser el mismo"?
—Me vale —le respondió en un susurro.
Matt explotó golpeando los lados de los asientos. Louis nunca había visto a su padre enojado, no quiso ni mencionar el tema, pero él siempre había sido un chico correcto por lo que su padre no supo cómo reaccionar cuando su hijo llegó a casa con un cigarro en su boca y un tatuaje en su mano. Así que sí, se sorprendió cuando Matt lo miró con odio, como si estuviera cansado de todo y tal vez era así.
—¡Basta, Louis! —gritó con fuerza y el castaño saltó en su lugar—. ¿Crees que mereces mi perdón por no decirte que tu madre está enferma? ¡Por Dios! —exclamó—. Eres mi hijo y siempre voy a querer lo mejor para ti, y no soporto esto —Para ese momento, la voz de Matt se entrecortaba y Louis tragó con fuerza—. La mujer que amo está con cáncer en una camilla y no sé qué hacer, se supone que debía cuidarla de todo y le fallé. Le fallé, Louis.
Matt agachó la cabeza cuando no lo soportó más. Sus dedos se colocaron en las esquinas de sus ojos tratando de dejar de derramar ese líquido que se había prohibido botar, pero ahí estaba, llorando a mares pensando en que ya no podría seguir sin su esposa, a quién le juró estar en las buenas y en las malas. Sin embargo, no sabía que se refería a esto, ¿en las malas significa a punto de morir? Era una promesa horrible.
Louis también estaba llorando para entonces. Secaba sus ojos para poder manejar y agradeció a lo que sea cuando vio su casa a lo lejos.
Se estacionó aún con los llantos de su padre a su lado. Y ya no importaba nada, ¿de qué valía un lindo auto si no tenías el amor más verdadero en tu vida, el de una madre? ¿De qué valía drogarse hasta desmayarse si no había una madre que te lo prohibiera? ¿De qué valía vivir con el dolor de la perdida?
Louis soltó el volante cuando ya no pudo más y se lanzó a llorar casi con la misma fuerza que su padre. Ambos llorando por una misma razón y sin un fin.
—Papá —lloró el castaño con fuerza y Matt no demoró en envolverlo en sus brazos. Estaban frágiles, a punto de romperse pero sabían que, a pesar de todo, contaban con uno a otro.
—Lo siento —le susurró él con dolor, su voz desgarrando su garganta porque era tanto el dolor que demás ya no importaba. ¿Cuándo había llorado de esa manera? Nunca. Oh, bueno, cuando nació pero las comparaciones serían tan irónicas... Él muriéndose entre lágrimas.
—Papá —volvió a llorar en el hombro del mencionado, no queriendo abrir los ojos y volver a darse cuenta de la realidad—, tengo mucho miedo.
En ese momento, ellos dos se separaron y Matt agarró a su hijo por sus mejillas. Qué importaba si sus ojos estaban demasiado rojos junto con su nariz.
—Estaré para ti, Louis —le susurró—. Siempre. Y sabes que te apoyaré en todo lo que hagas, siempre.
Louis asintió recostando su cabeza en el hombro de su papá y dejando que su cuerpo se consuma en lágrimas siendo tiradas a la nada pero con muchas razones. Y es que es tan fácil llorar con fuerza cuando estás roto.
La mañana ya no era algo que esperaba. De hecho, ya no esperaba nada de la vida cuando ella se dedicaba a arrebatar todo lo que le importaba, a quemarropa.
No le importó su auto al subir en él cuando el sol apenas quemaba la piel. Lo que sí le importó fue el rizado que había dejado su maleta en su auto nuevo.
Manejó con paciencia al día siguiente, mirando a las personas pasar por delante de su vista en cada semáforo. Se tuvo que preguntar si alguno de ellos estaba pasando por algo parecido a lo que le sucedía; estar perdido en una verdad y otros sucesos que él prefería ignorar, al menos hasta llegar al hospital.
Harry esperaba afuera con un gran abrigo y con su ceño fruncido. Louis sonrió mientras tomaba la maleta a su lado y se bajaba del auto.
—¿Estás esperando a alguien? —le preguntó y Harry rodó los ojos.
—Dame mi maleta —respondió con seriedad y Louis rió bajo.
—¿Me estás esperando a mí? —siguió preguntando. Harry delante de él cruzó sus brazos sobre su pecho y enmarcó una ceja.
—Se nos hace tarde para el instituto —dijo y el castaño le estiró su maleta con un puchero, que desapareció a la vez que Harry trataba de agarrar su maleta y Louis se la volvía a quitar.
—No nos moveremos hasta que me respondas —Sonrió y Harry quiso hacer lo mismo, solo que se detuvo cuando supo que ya no era lo mismo.
—Sí, Louis —Rodó los ojos y se acercó más a él—. Te estoy esperando porque tú, idiota, te llevaste mi maleta ayer luego de dejarme tirado en la nada.
Agarró su maleta con odio y golpeó el hombro de Louis cuando pasó a su lado para poder subir al auto. El castaño no borró su sonrisa, ni siquiera cuando subió al auto y notó lo molesto que estaba su compañero a su lado.
—Estoy conforme con esa respuesta —susurró y arrancó el auto.
Tal vez ya no fue el cigarrillo que lo mantuvo despierto en la madrugada. Fue Harry y su madre. Todo el tema y las palabras de su mamá se reproducían en su mente a cada segundo, indicando que debía hacer lo que su corazón le pedía y no lo que las voces a su alrededor querían. Porque era su felicidad por encima de los demás, ¿acaso importaba las opiniones de los demás? Louis, hacia unos años atrás, había respondido que sí y se había ocultado detrás de una gran roca para lanzar una piedra hacia quienes pasaban por su alrededor, evitando que se acercaran a la verdad.