Boy Almighty

Capítulo 15.

 Su cabeza parecía no formar parte de su cuerpo. Parecía estar flotando en algún lugar de dónde sea que estuviera. La enfermería, para ser exactos. Las paredes en un intento de ser blancas le dieron muchas pistas y supo que había vuelto a aquel lugar donde una pelinegra le sonreía y hacía bromas tan malas que llegaban a ser divertidas. Sofía, quien al igual que él, eran expertos en ignorar su realidad para seguir existiendo y respirando, pese a no quererlo demasiado.

—Hola. ¿Cómo te sientes? —saludó, sus enormes lentes combinando a la perfección con su lindo rostro. Harry hizo una mueca al levantarse y se encogió de hombros.

—Siento como si un camión hubiera pasado encima mío —susurró y Sofía rió con fuerzas, como ella solía hacerlo siempre. Las muecas en su rostro eran graciosas y Harry pensaba que ella no notaba que las hacía; era como si ella estuviera diseñada a hacer feliz a las personas.

—Es normal —Se levantó de su asiento y comenzó a rebuscar en sus bolsillos hasta que dio con lo que buscaba—. Ten una paleta.

Harry rió y asintió mientras tomaba la paleta de las manos de la enfermera.

—Gracias —Sonrió y su rostro cambió drásticamente—. ¿Cuánto llevo aquí?

—No lo suficiente como para que se te pase la hora del almuerzo —El rizado chasqueó su lengua con burla y Sofía volvió a reír, palmeando su espalda.

—Está bien —le susurró—, quiero que vayas e intentes ser fuerte. Hazlo por mí, quiero verte feliz, ¿está bien? —Harry asintió mientras se levantaba de la camilla, sabiendo que quizá no lo haría muy bien, cumplir con esa promesa silenciosa. Quizá hasta Sofía sabía que no lo lograría muy bien; ser feliz era un privilegio que no se otorgaba por mucho tiempo.

—Gracias —le agradeció Harry y Sofía asintió con una sonrisa sincera, tan sincera que llegó a verse falsa por unos instantes.

—Estaré aquí cuando me necesites, siempre. No te dejaré, es una promesa.

Harry sonrió de lado y salió tomando su maleta del suelo. No miró atrás cuando comenzó a caminar hacia las clases. Su corazón martilleaba con fuerzas en su pecho y él estaba lleno de euforia, sentía que nadie podría derribarlo. Solía ser así cuando hablaba con la enfermera, ella tenía los mejores consejos para la vida. Harry se preguntaba constantemente quién la había lastimando tanto como para que fuera tan sabia. Y era que lamentablemente las personas aprendían de la peor forma; un corazón roto podría ser un claro ejemplo.

Las clases ya habían iniciado y él entró sin que el maestro le dijera algo. Ya era normal que él entrara tarde a clases y seguramente ya estaba informado de lo que había sucedido.

Varios de sus compañeros se giraron sin vergüenza a mirarlo. Se reían, lo señalaban y en ocasiones tiraban bolas de papel que él ignoraba con experiencia.

Sabía que todo el colegio estaba informado y era seguro que se ganaría más burlas por culpa de Tomlinson. Ni siquiera quiso pensar en lo que había pasado, no quiso desmayarse otra vez en plena clase. Y menos cuando todos no dejaban de mirarlo.

Supo ignorar a todos durante el resto del día. La euforia desvaneciéndose poco a poco de su sistema hasta que no existió nada cuando llegó a la cafetería.

—¡Marica! —gritaron a sus espaldas, apretó los ojos sin adivinar que esas palabras iban dirigidas a él.

—Idiota, te están hablando a ti —Alguien que nunca había visto antes apareció frente suyo y lo empujó con fuerzas hacia otro cuerpo, eso sintió cuando su espalda chocó con alguien.

—Maldito gay de mierda —Rió y tiró de su cabello con fuerzas. Harry cerró los ojos llevando su mano a la del otro hombre—. Aparte de ser unos anormales, son unos sordos.

Eso no tuvo sentido, pero cuando llegabas a tener esa capacidad de pensar, todo a tu alrededor merecía una burla. Y su grupo rió tapando su boca, como si el mejor chiste se les hubiera contado en exclusiva para ellos.

—Déjame —gruñó el rizado. Los de aquel grupo formaron un círculo a su alrededor y comenzaron a empujarlo a todos lados.

Ya no estaba la valentía que tenía cuando salió de la enfermería. La sonrisa se había ido, llevándose consigo las ganas de vivir de Harry.

El rizado ya estaba aceptando su destino; ser golpeado con todos los gritos a su alrededor, hasta que lo escuchó con claridad, como si se lo susurrara a su oído.

—Esto te sucede porque eres un maricón.

Harry asintió cerrando los ojos con fuerza y sintió como su trasero chocaba contra el azulejo del suelo. Trató de levantarse, pero el dolor se hizo demasiado real, tal como la primera vez. Y volvió a caer, esta vez no logró levantarse por las neblinas en su mente.

—Basta —escuchó. Alzó su mirada y de repente, Louis estaba frente de él como si fuera el encargado de salvarlo.

Él estaba tan ido en sus pensamientos que no prestó atención suficiente a lo que ambos hombres se decían. La espalda de Louis seguía frente a sus ojos y la piel se le erizaba cuando lo escuchaba apenas.

—Ven —le susurró alguien a su lado. Lo ayudó a levantar como si él fuera una persona que merece ayuda.

Uno de aquel grupo le guiñó uno de sus ojos y Harry sintió sus piernas débiles, pero alguien lo mantenía de pie. Zayn lo sostenía de sus hombros y quiso gritar con fuerzas que no lo tocara, sin embargo, otro par de manos estuvieron en su cuerpo y él ya no pudo hablar mientras se dejaba llevar lejos de Louis, él cual no lograba ver.

—¿Harry? —preguntaron a su costado, pero él no sabía de quién le pertenecía la voz.

Se dejó llevar hacia una mesa vacía; su mesa vacía. Pero él no la ocupaba porque ya estaba acostumbrado a encerrarse en los baños, el lugar lleno de gérmenes. Donde pertenecía.

—Está ido —dijo alguien.

—¿Harry? —Una mano pasó por sus ojos y todo lo golpeó con fuerzas. Él no estaba en casa, estaba en el colegio y nadie lo tocaría.

—Estoy bien —mintió parpadeando con rapidez. Se tomó su tiempo cuando vio a las personas a su alrededor. Casi quiso reír por quienes lo acompañaban en la mesa—. ¿Qué hacen aquí?



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En el texto hay: larry stylinson, gay

Editado: 20.03.2019

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