Harry sabía que algo andaba mal cuando al dirigirse a su sexta clase algo le llamó la atención. Primero se sintió extraño, estaba otra vez ese sentimiento de que todo estaba cambiando para bien y eso era algo que él no deseaba. Ya no asistía a enfermería desde días, ahora pasaba un día entero sin entrar a ese lugar con olor a alcohol, con olor a muerte en proceso. Porque todos estamos en proceso de muerte.
Lo segundo que sintió fue desesperación. Cuando sus piernas reaccionaron él corrió hacia dentro de la enfermería esperando la sonrisa de Sofía. Ella estaba ahí pero se desvaneció como todo en su vida.
—¿Qué haces aquí? —La encargada de psicología estaba de pie ojeando las cajas y Harry sintió sus manos temblar.
—Vine por una pastilla para el dolor —susurró con temor. La señora asintió y se encaminó a una de las varias cajas—. ¿Dónde está la doctora?
La voz no le salía, su corazón latía tan fuerte que sus oídos llegaban a zumbar sin llegar a poder oírse.
—No puedo decirte eso —ella murmuró mientras buscaba en las cajas. Ella no recordaba a Harry.
Había sido un año difícil para todos, en especial para Harry que no entendía lo que sucedía con su mejor amigo, que lo tiraba al suelo para golpearlo, no importaba las veces que él gritara. Louis siempre tiraba su puño hacia su corazón. Fue ahí cuando apreció una psicóloga en su vida. Sus padres estaban decepcionados, como siempre.
Fue un año yendo a consejos hasta que se aburrió y dejó de ir pero ella no lo recordaba porque no le importaba.
—¿Le pasó algo? —Su respiración ya se estaba colocando pesada y sus ojos veían puntos negros. —Por favor, tiene que decirme qué le pasó.
La mujer suspiró y se giró hacia él con un suspiro y una mueca. A Harry no le gustó esa imagen. La mirada de tristeza siempre venía acompañada de algo más, algo que lo haría sufrir.
—Tienes que ser reservado con esto —El rizado asintió y se agarró de la pared, sintiendo las olas del golpe. —Ella no estaba bien al parecer.
Harry lo sabía. Ella tenía la misma mirada que él. Compartían secretos, ella era lo único bueno que le quedaba.
—La encontraron muerta hoy en la madrugada —fue un susurró pero eso bastó y dolió más que un golpe. Más que un abuso o unos insultos. —Fue suicidio.
Harry cubrió sus ojos cuando su vista se tornó negra. Sintió que el piso estaba en movimiento y que caería si se movía.
Sintió unos brazos y los quiso apartar porque ya no quiso. Sus lágrimas y su respiración acelerada lo hacían lucir como alguien no cuerdo pero qué importaba, a nadie le hacía gran importancia.
Los manotazos que dio fueron apartados pero sus gritos no fueron callados. Tantos años llorando en silencio y no querer romperse frente a alguien para no parecer débil no sirvieron a la nada. Fingir no lo había sanado o convertido en alguien feliz, ¿acaso existe alguien que es feliz, hoy en día? Nadie.
Las imágenes negras y las manos en su cuerpo seguían allí pero él no estaba en silencio, ¿por qué? Ya estaba cansado de callar y chillaba mientras era sacudido con fuerza.
—¡Cálmate! —la voz gritaba pero no habían golpes y él ahora había sido llevado hasta una silla. Ella estaba frente suyo y no era él—. ¿Estás bien?
Pestañeó varias veces hacia la nada y no respondió. La psicóloga tocó su frente y pareció revisar todo su cuerpo pero Harry sabía ocultar marcas.
—Te traeré un vaso con agua, ¿está bien? —Ella no esperaba una respuesta o algo, solo salió corriendo como si le preocupara Harry. Tal vez solo buscaba sentirse bien con ella misma pero no serviría de nada.
Harry se levantó de la silla con algo de mareo. Miró a su alrededor sin poder evitarlo y solo corrió a encerrarse a algún lugar donde nadie lo viera, un lugar que lo haría desaparecer por horas con personas no preocupándose por él. No personas falsas mientras resbalaba lentamente sobre las bacterias de un baño sucio.
Sus piernas fueron abrazadas y él ocultaba su rostro con vergüenza por haber sido tan tonto, tan idiota de no haberlo notado. Pero ya no servía de nada lamentarse. Las lágrimas no harán que ella regrese.
Las horas pasaron igual que los pensamientos, y no se arrepentía de haber desperdiciado su vida sentado en un suelo inmundo si él había nacido para ser gay, lo cual ya de por si era una desgracia.
Sus pies estaban algo dormidos cuando se levantó y salió luego de haberse tirado algo al rostro, como si eso quitara la tristeza y colocara una sonrisa en su rostro. No era así, no duró la sonrisa falsa por los empujones que sacaron muecas. También estaban las risas que curiosamente eran más dolorosas que una paliza.
—¿Puedes moverte? Estoy tratando de pasar —Harry se apartó y la chica pasó por delante de él con un rodar de ojos. —Idiota —ella susurró con todas las intenciones de que el rizado la escuchara.
Louis estaba ahí cuando salió del colegio y todos tenían sus dedos alzados listos para el show pero no sucedió nada. Él fue tirado al suelo en cámara lenta y Louis hizo un amago de ir tras él pero eso no pasó.
Harry se levantó y sacudió su ropa con las lágrimas a punto de salir y sus hipidos a por estallar.
—¿Estás bien? —El rizado no respondió. Subió al auto con rapidez, Louis lo siguió sin mirar a su alrededor porque las miradas juzgadoras volvían junto a los susurros. Él los odiaba por convertirlos en un mal chico, y él se odiaba por serlo.
El auto aceleró al igual que la respiración de Harry. Louis lo notaba y miraba de reojo a su lado donde el ojiverde trataba de no llorar pero parecía estar a punto de entrar en un ataque de pánico, hasta que sucedió.
—¡No, no, por favor! —Él se aferró a la mano de Louis lo que hizo que el auto se moviera con brusquedad—. ¡No quiero ir a casa, por favor, no!
Él se había obligado a no explotar. De hecho no. Él llamaba a Sofía por su celular cada vez que se sentía mierda, y eso era la mayoría de las veces y ahora se sentía perdido porque parecía haber perdido todo.