Mi nombre es Sol, mis padres eligieron este nombre por dos razones, la primera es que es el diminutivo de Soledad, mi abuela y la segunda que el nombre de mi padre significa Sol, así que no hubo nombre más común que el mío. Sol.
Crecí siendo la princesa de la casa, soy la única hija de 5 hermanos, aunque claro Lucas no es nuestro hermano de sangre, pero sí de corazón.
Desde hace tiempo comencé a trabajar con papá.
Recuerdo vienen a mi mente; desde muy pequeña me encantaba ir a su oficina después de la escuela, pedía al chofer que en lugar de la casa me llevara donde mí padre, fui feliz aprendiendo del mejor.
Cuando me toco asistir a la universidad dividía mi tiempo entre escuela y trabajo en la oficina ya que después de mucho rogar me permitieron comenzar a trabajar aquí.
Claro que la que pego el grito en el cielo fue mamá, ella quería que yo solo me encargara de disfrutar la universidad, que viviera mi etapa y que no me llenara de trabajo desde muy joven, pero bueno, tuve el apoyo de mi papá quien era el más feliz de ver a su niña junto a él, espantándole a cualquier hombre que se me quisiera acercar con otros objetivos.
Y no es que hubiera muchos en la fila.
No es que sea yo fea, al contrario, puedo decir sin el afán de sonar pretenciosa, que soy muy bonita, el cabello largo y ondulado, una figura esbelta y bien proporcionado me hace ver más que bien a los ojos de los hombres, el detalle aquí es que nadie se me acerca porque piensan que soy una persona frívola, engreída, hija de papi y todos los adjetivos que se les ocurra dirigir a la hija de uno de los empresarios más exitosos del país.
Inconscientemente mi papá si ha hecho que se me espanten los galanes.
Solo he tenido un par de novios que han salido huyendo cuando se enteran quien es mi padre.
Todo esto ha hecho que se forme una fama en mí que yo no provoque, así que de hombres mejor ya no hablamos, en ese aspecto soy un caso perdido.
—Tierra llamando a Sol.
Es hasta que escucho la voz de mi amiga Fátima que me doy cuenta de lo perdida que estaba en mis pensamientos.
—Perdón, estaba pensando tonterías, ¿Qué me decías?
—Te preguntaba que si iras a la reunión de excompañeros de prepa este fin de semana.
—No puedo, este fin de semana iremos a la casa de campo, que por cierto quedaste de ir.
—¡Oh por Dios! se me había olvidado, pero claro que voy contigo, no te cambiaría por ir con esa bola de personas que se creen el ombligo del mundo.
Nos reímos de su comentario.
Y efectivamente, esas personas se creen la crema y nata de la sociedad aun cuando todos son solo hijos de papi que se dedican a estirar la mano para conseguir lo que tienen, no es que yo no lo haya tenido de esta manera, sin embargo, a mis 23 años me he ganado lo que tengo trabajando.
Cada año realizan este tipo de reuniones desde que salimos de la preparatoria, solo he asistido una vez y con esa quede curada de espanto, jamás vuelvo a ir.
Miro el reloj en mi muñeca y me doy cuenta que es hora de volver a la oficina.
—Vámonos que llegamos justo a tiempo.
—Cálmate, al final de cuentas eres la jefa y no creo que te regañen por llegar algunos minutos tarde.
La miro mal, como si lo que acabara de decir fuera una locura.
Estoy por tomarla de la mano y sacarla a fuerza del restaurante cuando siento unas manos sobre mis ojos impidiendo que vea nada.
Sé quién es.
—Hola renacuajo.
—Deja de llamarme así a menos que quieras que todo el tiempo te llame Sol de la mañana.
La eterna discusión comienza, estoy a punto de responderle cuando veo que no ha venido solo, junto a él se encuentra Marcos, un tipo bien parecido, como de aquellos que puedes ver en una revista. Inevitablemente me sonrojo apenada por la forma en que me llamo mi hermano.
Marcos es el mejor amigo de mi hermano, lo conozco desde hace mucho, pero no hemos coincidido mucho, solo puedo decir que es un tipo atractivo y juro que me gusta.
Mi hermano nos saluda a ambas y también lo hace Marcos.
—Hola —me dice mientras deposita un beso en mis mejillas.
—Hola —Respondo mostrando una seguridad que en realidad no tengo —y adiós, los dejamos porque es hora de volver a la oficina. Algo provoca en mí este hombre que quiera salir huyendo cuando estoy cerca de él.
—Hermanita, deja de trabajar tanto que te harás viejita pronto.
—Ja, ja, ja, ja — le dedico mi risa fingida y una mirada sarcástica, jalo a Fátima del brazo para salir de aquí cuanto antes.
— Amiga, ¿por qué no me habías dicho que te gusta el amigo de tu hermano?
Me dice cuando ya hemos salido y me detengo abruptamente mientras volteo a verla dedicándole una cara de interrogante.
—No te hagas que me di cuenta de la forma en que lo miraste, por Dios si hasta te sonrojaste.
Creo que me volví a sonrojar por el simple hecho de haber sido descubierta.
—Te lo dije… eres tan transparente que puedo leer incluso lo que piensas. —Comenta en broma.
Yo solo me quedo callada y pienso en la verdad de las palabras de mi amiga, realmente puedo ser una persona muy transparente, solo con las personas indicadas ya que me conocen saben cómo soy en realidad, las demás solo hablan por el mero hecho de decir algo sobre mí, sin conocerme ni nada.
De regreso en la oficina voy hasta dónde está mi padre y abro sin tocar la puerta, la escena con la que me encuentro me hace cerrar la puerta de golpe. No es que haya visto algo diferente a lo que veo todos los días en casa. Ver a mis padres amarse de la manera en que lo hacen definitivamente despierta en mí el deseo y la necesidad de encontrar a alguien que pueda profesarme amor.
Toco la puerta y escucho un adelante.
Los veo a ambos y se han separado, ya no se estaban besando como cuando hace entre sin tocar hace unos momentos.