Broken

3: La hermana del demonio

No supe de qué manera reaccionar a sus palabras. ¿Pensó que lo que dije era bromeando y me respondió de la misma manera? ¿Lo diría metafóricamente en serio? Bien, no estaba segura si eso de “Metafóricamente en serio” era correcto. ¿Lo era? Tendría que investigarlo al llegar a casa. Esperen, ¿Qué? En fin. Estaba perdida, pero no hice ningún tipo de pregunta. Mis neuronas ya habían colapsado.

Me quedé observándole fijamente, pidiéndole a Dios que Jack no me hiciera ninguna pregunta. No la hizo. Cerró la puerta y caminó hasta subirse en el lado del chofer, junto a mí. Encendió el coche y aceleró, con ambas manos en el volante del vehículo. En el reproductor sonaba Mothers – Eddie Hermoso, una canción que para mí era bastante relajante, así que cerré mis ojos por unos momentos.

—No pareces ser de esas chicas amantes del New Age—dijo.

Mantuve mis ojos cerrados.

— ¿Qué clase aparento ser?—murmuré.

—Pues, ya sabes, de las que aman el Punk, el Rock y el metal. Lo pesado.

—También me gustan esas. Pero la música de ambiente es distinta… me mueve.

— ¿Te mueve? ¿Qué quieres decir con eso?

Suspiré.

—Me hace sentir que todo estará bien por un momento. Sobre todo, cuando la estoy tocando yo.

Se quedó en silencio, imaginé que un poco asombrado. Yo casi solté una maldición. La verdad es que no me incomodaba para nada el que supiera que podía hacer música. Lo que me molestaría a sobremanera es que intente convencerme de que toque algo para él.

— ¿Qué es? ¿Flauta, violonchelo, guitarra, batería?

—Piano.

Soltó una risilla.

—Bien, nunca podría imaginarlo—murmuró.

— ¿Por qué? —tuve curiosidad.

—Bien, a simple vista, te veo y me da la sensación de que podrías lanzarme un puñetazo en cualquier momento, o que podrías simplemente pasarte la tarde rompiendo cosas. No parece la imagen de una pianista, ¿A qué no?

—Bueno, eso me deja claro que definitivamente hay muchas cosas que no podrías siquiera imaginar de mí. —No me gustó para nada el tono con el que lo dije. Soné como una niña tonta haciendo una invitación a que la conozcan.

—Pues venga, alimenta mi imaginación.

Bufé.

—Lo siento, pero no suelo contarle mi vida a un extraño.

Abrí mis ojos y lo observé, esperando que no se sintiera ofendido. No lo estaba. Me miraba con esa sonrisa estúpida que me removía el estómago. Me puse nerviosa ante el hecho de que aun conducía y no le prestaba atención a la carretera, pero esperé un par de segundos más para que regresara su objetivo a dónde tenía que estar. No lo hizo.

—Mueve tus ojos a las calles, ahora—le espeté.

Se amplió más su sonrisa.

—¿A las muertas en vida les preocupa morirse?

—Pues si se trata de una muerte dolorosa a manos de un adolescente idiota pues, por supuesto, nos preocupa.

Ahora me miraba con cara de horror.

—¿¡Adolescente!?

—…Idiota, sí, eso dije.

—Tengo mi propia casa y mis propios autos, no creo que eso lo logre un adolescente—gruñó.

—Son precisamente esos comentarios los que te hacen ver como uno.

Entre chistes y discusiones, llegamos al instituto con un poco de tiempo de sobra. Traté de ignorar el hecho de que toda la población estudiantil me miraba, sin poder creer realmente de que coche me había bajado, pero era un poco difícil cuando nadie mostraba el mínimo interés en tratar de disimular.

Ajusté mi mochila al hombro y caminé rápido al cuarto piso, dónde tenía la primera clase del día de hoy. Afortunadamente no era matemáticas, porque de serlo, saldría en periódicos y redes sociales como la más buscada si el tipo que me daba clases comenzaba tan temprano a darme la lata.

Jack venía detrás de mí, en silencio. No quise preguntarle qué clase le tocaba, sólo deseaba que no fuese en la misma que me tocaba a mí. Caminamos hasta detenernos en la escalera principal, dónde una Barbie nos esperaba. Joder, ella de nuevo.

— ¡Jackie!—gritó.

“Jackie” se sobresaltó a mi lado, y soltó una débil maldición.

La chica rubia no me prestó atención mientras pasaba por mi lado y le brincaba encima a su Jackie, para darle un beso en los labios. Juro que iba a vomitar.

—Melanie, que sorpresa—dijo él, con pesar.

Ni me inmuté, ni me quedé a escuchar toda su conversación. Continué con mi camino, o eso planeaba, hasta que me tomaron del brazo y me halaron hacia atrás, tirando mi mochila al suelo. Mi cuerpo se paralizó por el dolor y tuve que morderme el labio inferior para evitar soltar un alarido. Jack se quedó observándome detenidamente.

—Te dije que te alejaras de él—me espetó la Barbie.

—Si no me sueltas el brazo ahora mismo, voy a romperte las manos—le advertí.




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