La reunión del Gran Consejo se había tardado más de lo habitual, las oficinas de la ONU aún estaban cerradas, ningún trabajador podía entrar, nunca les decían la razón por la que se quedaran afuera, o salieran repentinamente, algunos trabajadores sospechaban que tenía que ver con cosas del área 51 o tal vez algo sobre la tercera guerra mundial, pero la realidad era un poco más aterradora.
El Gran Consejo nunca había alargado tanto una reunión como esta vez, pero todos los presentes lo encontraron necesario, debían aclarar las cosas, necesitaban encontrar una solución al gran problema que se les avecinaba. Todos se encontraban sentados en la gran sala de juntas, al menos cuarenta metros cuadrados, una mesa redonda gigante, donde cada uno tenía su asiento específico, algunos presidentes de países como Dubái, necesitaban una silla de más para su traductor, tenía una gran pantalla detrás de la mesa, por si era necesario acceder a algún mapa, sin mencionar la gran cantidad de adornos que recorrían la sala, desde vasijas antiguas, hasta candelabros hechos de diamantes relucientes, aunque no tanto como los rubíes que adornaban la túnica del papa Santiago, el cual accedió a venir rápidamente ya que tenía un asunto importante que atender en el Vaticano, misma escusa utilizada por la directora Han, representante de todas las Academias; aquella decisión no había sido muy justa, mucho menos por el hechizo utilizado por Han para que todas votaran por ella.
La reunión llevaba más de dos horas, y estaba por alargarse más, el papa Santiago se estaba empezando a molestar por pasar tanto tiempo ahí, pero él mismo entendía que no se podía ir, debía ser parte de la decisión final, no podía permitir que otros decidieran por él, mucho menos los hombres tan avariciosos que parecían formar parte de la decoración del lugar. La charla en los recesos se mantenía al mínimo, Han y Santiago se cruzaban alguna que otra mirada, pero nadie más hablaba, el resto de los presentes simplemente se dedicaban a leer sus notas, escribir algo sobre ellas o utilizar su celular. Nadie podía salir de la habitación hasta que una decisión fuese tomada y todos estuvieran de acuerdo y brindaran.
—Llevamos horas aquí y no hemos decidido nada, tengo un país que regir. —dice el presidente ruso.
—Todos tenemos cosas por hacer, pero necesitamos estar de acuerdo. —contesta el vocero español.
—Miren, —dice el presidente de los Estados Unidos, Daniel Berret. —sabemos que la rebelión no se va a detener, y cada vez sus números crecen, tiene lobos, vampiros, brujas, humanos, incluso hechiceros. Por lo tanto, nosotros tenemos que ser más listos que ellos, necesitamos acelerar los experimentos, necesitamos encontrar a las tres brujas indicadas para traerlas de vuelta, Han dice que no resistirían en cualquier cuerpo, tienen que ser tres descendientes, Santiago afirma que hay una capturada en el Vaticano.
—No significa que sea verdad. —interrumpe el presidente coreano. —El Vaticano ha mentido toda su vida.
—La tenemos. —contesta Han.
—¿Cómo lo sabes, bruja? —pregunta bruscamente el coreano.
—Solo con un chasquido de mis pulgares podría asesinarte. La próxima vez que me hables, cuida tu tono.
—No tenemos tiempo para sus estupideces. —se mete el presidente Daniel. —¿Cómo lo sabes Han?
—Estuve ahí, recibimos ayuda de los vampiros para capturarla. Y también encontramos al demonio que nos va a ayudar a resucitar a La Legión.
—¿Lo encontraron? —pregunta el vocero español.
—Sí, un joven aspirante a ser papa. Al parecer ha mantenido la posesión demoníaca toda su vida, Han vio su pasado y ha asesinado desde niños, hasta monjas. El joven constantemente está hablando con el ángel al que Dios ayuda, Azrael, el ángel de la muerte. —contesta el papa Santiago.
—Entonces, solo necesitamos dos brujas más. —habla la cabeza de los Estado Unidos, volteándose a la pantalla, pensando.
—¿Alguna idea de dónde pueden estar? —pregunta el presidente ruso. —Han…
—No lo sé, encontrar descendientes de La Legión no es fácil, ellas deben encontrarnos, no nosotros a ellas. Su poder debe atraerlas a nosotras, las brujas. Una vez con nosotras, aprenden a utilizar sus poderes. —contesta Han.
—No tenemos tiempo, ni para que les enseñes, ni para que su magia las lleve hacia ustedes, las necesitamos ahora. Debes encontrarlas. —habla con voz fuerte el presidente coreano.
—Te dije, —comienza Han, mientras se levanta de su silla. —que no me hablaras así.
Han estira su mano con toda su fuerza y el presidente de Corea vuela por el aire hasta chocar con la pared detrás de él. Los guarda espaldas de presidente reaccionan inmediatamente y disparan a la mujer, la cual sostiene las balas en el aire, con solo mover su mano, para luego devolver las balas a sus dueños. Los hombres del coreano cayeron al suelo. Han comienza a caminar hacia el presidente en el suelo, el hombre se arrastra lejos de ella lo más rápido que puede, pero los tacones de Han parecían moverse más rápido de lo normal, el hombre en el suelo comienza a buscar algo en la bolsa de su traje; Han levanta su mano en el aire y un ovalo trasparente se comienza a formar en su mano, el cual se lo iba a lanzar al hombre directo a la cabeza para dejarlo sin oxígeno; pero el presidente logró sacar un pequeño aparato de bolsa, del tamaño de un frijol, el hombre presionó el aparato. El sonido que empezó a escuchar Han, la hizo caer al suelo, el dolor era insoportable, de sus oídos salía sangre, la mujer intentó mover al hombre con su telequinesis, pero sus poderes no estaban funcionando.