NOAH, 4 AÑOS
De donde soy, vemos la lluvia antes de que comience a caer.
Cuando pequeño, anterior a la llegada de la adolescencia, gritar entre risas y correr sin motivo era algo que Noah practicaba con frecuencia, pues le divertía y lo hacía sentir libre, aún cuando se sintiera triste también.
Diversión, libertad y tristeza; eran las tres cosas con las que la mayoría de los niños lidiaban a esa edad.
Ver a su hermano mayor en una etapa iracunda que parecía no tener fin, y escuchar a sus padres quejarse por ello, lo hacía sentir triste. Sin embargo, pese a su tristeza, Noah conservaba la capacidad de reír a carcajadas y brincar sobre los sofás.
Libertad y diversión.
Con el tiempo, la libertad y diversión mermó y la tristeza ganó lugar cuando las quejas de sus padres se volvieron discusiones, y las discusiones en peleas que tanteaban la agresión física.
En momentos como esos, la capacidad de Noah consistía en esconderse por toda la casa, siguiendo a sus padres mientras éstos discutían con Randal; su hermano mayor, asomándose entre rendijas con ojos acuosos y corazón acelerado.
La devastadora guerra interna que inicio en ambos hermanos, aún sin saberlo, ocurrió en una noche como cualquier otra.
Noah había salido del baño, después de haber lavado sus dientes y antes de ir a la cama, justo cuando su padre, uno muy molesto y atareado, atravesaba el corredor a grandes zancadas y tropezó con él, dándose de lleno en el barandal de las escaleras.
Noah lloraba antes de siquiera percatarse sobre lo sucedido, ahogándose entre mocos y lágrimas, con un labio roto y rostro enrojecido debido a los gritos mudos que negaban el paso del aire a sus pulmones.
Tal vez aquello fuera necesario para que Randal desatara toda aquella locura reprimida, que, de no haber encontrado una salida, lo hubiese carcomido. Tal vez no.
Randal se lanzó contra su padre nada más salir de su habitación, repartiendo golpes a diestra y siniestra.
Noah sólo podía recordar a su madre gritando mientras subía las escaleras, y un minuto después, estar entre los brazos de Randal mientras éste corría por el pasillo y colocaba el pestillo de la puerta en su habitación desde el interior.
ㅡLlamaré a la policía, estúpido de mierda ㅡRandal gritó con voz rota mientras la puerta se zarandeaba.
ㅡ¡Anda, que esperas, bastardo! ¡Los llevarán a una casa de acogida! ¡Jamás volverán a ver a su madre! ¿Quieres eso para tu hermano? ¡Anda, llámalos!
ㅡVete a la mierda, maldita basura ㅡmurmuró rompiendo en llanto y aumentando la presión de sus brazos alrededor de Noah.
Ambos lloraban.
Después de aquél altercado, los golpes y las discusiones, o el amago de ellas, se detuvieron, pero aquella ausencia abrió una brecha al silencio e indiferencia que no sólo eran dirigidos a Randal, sino también a Noah. A un pequeño Noah, que pese a hallarse envuelto por la protección y el cariño de su hermano mayor, no entendía muy bien lo que sucedía con las personas que se suponía, debían cuidar de él y amarlo. Sus padres. Amélie y Jack.
Aquella agresión pasiva, pero igualmente corrosiva, reprimió las carcajadas y los saltos espontáneos de Noah de manera definitiva, formando una grieta en quién era, o en quién debía ser, de la misma manera en que causó efecto en Randal, porque dos era mejor que uno. Randal creía aquello.
Dos era mejor que uno.
Dos contra el mundo.
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Editado: 30.07.2019