Café Amargo

Capítulo 3.

 

Lunes, 6 de Abril de 2015.


Mañana.

 

   Él la observó desde su ventana, como siempre. Madrugaba sólo para poder apreciarla.

   Nunca sabía con certeza a qué hora saldría de su casa, pero lo que sí sabía con precisión era que casi cada día, en algún momento antes de salir de su casa rumbo al colegio, ella se sentaba frente a la ventana con una taza caliente entre sus manos, y él la contemplaba mientras ella, distraídamente, miraba el cielo y dejaba la taza vacía. Él hacía lo mismo, y sabía que en cuanto ella se alejaba de la ventana era porque saldría de su departamento, también sabía que era hora de salir para él, puesto que así tendría una excusa para hablarle. Pero nunca lo hacía, se limitaba a esperar a que ella saliera, la observaba, esperaba a que se alejara y tomaba su camino al mismo colegio que ella. Era lo mismo todas las mañanas.

   Fue sorprendente para él el haberla cruzado el otro día saliendo de aquella cafetería, puesto que no esperaba verla por allí ni menos a esas horas, pero fue una grata sorpresa, porque le hizo sonreír cuando más lo necesitaba.

   Él ansiaba su cercanía, quería conocerla, poder hablar con ella sobre cualquier cosa, compartir sus miedos y sueños, sus metas y sus recuerdos. Jamás se había sentido así con otra persona, era un sentimiento completamente nuevo. Ella le causaba curiosidad, y sentimientos a los cuales no podía poner nombre aún.

   Ni siquiera sabía su nombre, y sin embargo la quería. La apreciaba. No tenía razón lógica aparente, mucho menos sensatez. Era descabellado, sin sentido, sin embargo era así.

   Debía hablarle, conocerla, lo sabía, pero no podía. Nunca lo había intentado, pero demasiado bien sabía que se quedaría sin palabras, que haría el ridículo, que seguro ella no le prestaría atención. Lo sabía, lo creía, ¿Quién le prestaría atención a él? No era nada ni era nadie. Ella jamás pararía la mirada en él. Sin embargo, le gustaba soñar.

   Le gustaba ella.

   Al llegar al colegio, realizó con obviedad lo que ya esperaba; las puertas cerradas, obligándolo a entrar por la puerta para profesores y alumnos que llegan tarde. Ella siempre salía y llegaba con retraso, por consiguiente; lo mismo hacía él. Al empujar la puerta la encargada dio un sobresalto, Daniel la ignoró y se limitó a buscar a Anna con la mirada en los largos y vacíos pasillos, no la encontró.



#37452 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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