Viernes, 1 de mayo de 2015
Mañana.
El timbre del recreo sonó a media mañana y Daniel esta vez sí que salió corriendo de su curso, pero para llegar a la biblioteca escolar. Sólo tenía diez minutos como para darse el lujo de perder algunos retrasándose en salir. Bajó las escaleras corriendo al tiempo que los demás cursos recién comenzaban a abrir sus puertas para dejar salir a los alumnos atrapados dentro, llegó a la puerta doble de la biblioteca y tomó el picaporte para poder abrirla, pero no cedió. Probó otra vez y dio el mismo resultado, así que comenzó a revisar los carteles colgados en la puerta en busca de uno que le explicara aquello, no tardó en encontrarlo.
"El día 1/5/2015 la biblioteca permanecerá cerrada. Para pedir libros usados en clase, dirigirse a la dirección." Rezaba el cartel. Fue entonces que Daniel empleó el plan B; ir afuera, como siempre hacia. El colegio gozaba de un patio interior y exterior, y él solía ir allí afuera a sentarse si le apetecía o la biblioteca no estaba disponible. En realidad, Daniel no tenía el hábito de la lectura en absoluto, pero disfrutaba de recorrer la biblioteca por el silencio que había en ella, y lo entretenido que podía resultarle leer los títulos de libros que nunca sacaría de las estanterías.
Se dio la vuelta y se dispuso a caminar hacia el patio, hacia las escasas bancas que había en él disponibles para quien quisiera usarlas. Estaba a mitad de camino de las grandes puertas cuando escuchó cómo alguien decía su nombre con sorpresa, por un momento se vio tentado a buscar quién lo había dicho, pero enseguida pensó que no se trataba de él... No le duró mucho.
— ¡Daniel! — Escuchó que llamaban a sus espaldas, y dado que reconoció su voz, no tuvo dudas de que al que llamaban era a él.
Al mirar por sobre su hombro, se encontró con Anna mirándolo sonriente. Esa misma mañana habían caminado juntos al colegio, como habían hecho toda la semana, y se despidieron a la puerta de su curso. Su encuentro en el recreo rompió por primera vez su improvisada rutina.
Daniel no pudo hacer más que girarse, dispuesto a iniciar una nueva conversación con ella, y estaba a punto de contestar a su llamado cuando notó cómo su amigo caminaba hacia ellos y se posicionaba al lado de Anna, ella lo miró.
— Hola. — Le saludó el chico. — ¿Vos sos Daniel?
— Sí, ¿Por qué? — No pudo evitar preguntar, ya que nunca había hablado con ese chico.
Le había visto con Anna muchas veces, pero nunca supo su nombre y, en realidad, tampoco estaba muy entusiasmado por averiguarlo.
— Por fin te conozco, Anna no para de hablar de vos.
— Lea... — Le reprochó Anna casi en susurros, molesta. El chico, aparentemente llamado Lea, le sonrió.
Daniel no entendía nada.
Anna volvió a hablar;
— Daniel, él es Lea, lo conozco desde que soy pequeña. Lea, ya sabes mucho sobre Daniel. — Terminó con resignación.
Daniel se preguntó qué cosas le habría contado a su amigo, y por qué. También le llamó la atención el hecho de que lo conociera desde que ella era chica... ¿No había vivido en Alemania toda su vida? Sin embargo, no soltó esas preguntas en voz alta, y se limitó a mirar a Anna y a Lea sin saber qué decir a continuación. Finalmente, el que habló fue el chico.
— Yo tengo que ir a buscar algo a la biblioteca, me voy... Adiós. — Se limitó a decir algo apurado, mirando a Anna.
Daniel se preguntó si sería conveniente advertirle que la biblioteca estaba cerrada, pero al final decidió que lo averiguaría solo. Sin embargo, Lea enfiló hacia el patio exterior en vez de la biblioteca.
Miró a Anna, enfrente de él. Ella le sonrió.
— Sé que parece un poquito serio, pero es muy amigable si te ganas su confianza... — Asintió.
— Seguro. — le dijo con ironía.
— No sé por qué usas ese tono, si vos sos igual. — Daniel la miró.
— No es cierto, yo soy muy amigable...
— Bien en el fondo, capaz sí.
— Enserio.
— Daniel, desde que hablamos esta es la primera vez que te veo en un recreo, y apuesto lo que quieras a que era porque lo pasabas en la biblioteca... ¿¡Por qué no me dijiste que te gusta leer?!
— Está bien, está bien, eso es cierto, la biblioteca está cerrada hoy, por eso estoy acá pero no me gusta leer, voy nada más porque es tranquilo.
Anna estaba a punto de replicar cuando el timbre sonó indicándoles que debían volver a clase.
— Te acompaño. — dijo Daniel inmediatamente.
Ella no replicó, se dirigieron a las escaleras con paso lento uno al lado del otro y en silencio. Cuando se pararon frente al aula número seis, los compañeros de Anna estaban adentrándose a ella.
— ¿Te espero a la salida tortuguita? — Le preguntó antes de traspasar la puerta.
— Seguro. — Le sonrió antes de que desapareciera fuera de su vista y se encaminó a las escaleras otra vez.
Tarde.
El profesor de Historia explicaba la carrera espacial que tuvo lugar en la guerra fría cuando el timbre sonó y se despidió de todos cerrando su maletín y yéndose sin más. Daniel, sentado y con su mochila en el regazo, esperó a que casi todos estuvieran afuera para levantarse y colgársela en el hombro. Salió al pasillo detrás de unas compañeras que charlaban casi a gritos y las dejó atrás en las amplias escaleras. Para cuando alcanzó la salida, ya casi no había nadie, todos se encontraban aglomerados en la calle o la vereda de enfrente. Buscó a Anna con la mirada, pero lo único que vio fue un mar de cabezas por un largo instante hasta que vio una manita agitándose en la multitud, se acercó.
— Saliste rápido hoy. — Fue lo primero que le dijo ella cuando la alcanzó.
— Hice lo mismo de siempre, es raro.