Miércoles, 03 de Junio de 2015.
Tarde.
Daniel.
Salgo de la cocina rumbo a la sala en silencio.
— Lavé los platos. — Le anuncio a mi madre, está sentada en uno de los sofás y levanta la mirada de su computadora por algunos segundos ante el sonido de mi voz, me sonríe y vuelve a mirar la pantalla.
Sin decir más, decido dirigirme directamente hacia mi habitación, pero a mitad de camino su voz me detiene.
— Esta noche vamos a ir a cenar a casa de Amara. — Tardo un poco en asimilar lo que dice, cuando lo hago me giro en su dirección.
— ¿De verdad? — No puedo evitar preguntar. — ¿Cuándo hablaron?
— Esta mañana. — Contesta aún sin mirarme, sin embargo solo asiento ante sus palabras. — Tu padre vuelve mañana.
Espero a que diga algo más, pero al escuchar el sonido del teclado decido retomar mi camino.
Cierro la puerta detrás de mí y me limito a tirarme sobre la cama.
•--·--•
Anna.
Cierro las cortinas de la ventana de un tirón y me vuelvo hacia la puerta. El cielo anuncia que el sol se ocultará en poco tiempo, pienso en la idea de salir a caminar un rato pero enseguida lo descarto y voy directamente a encender la luz de la habitación, decido dedicarme simplemente a acomodar el desastre de hojas y libros que dejé sobre la cama mientras hacía deberes. Comienzo a acomodar las tareas ya hechas en las carpetas cuando, instintivamente, no puedo evitar prestarle atención a los pasos de Amara en la cocina.
Luego de un rato termino de guardar las cosas en mi mochila, y es entonces cuando siento los pasos de ella dirigirse a mi puerta.
— ¿Anna? — Le escucho decir a la vez que golpea suavemente la puerta. Instantes después, la abre y se asoma.
— ¿Sí? ¿Qué pasa? — Le digo, ella se limita a mirarme de arriba abajo, frunzo el ceño ante su escrutinio y me cruzo de brazos. — Estás analizando demasiado mi pijama.
Se ríe. — Te aconsejo que te cambies de ropa.
— ¿Y eso por qué?
— Porque vamos a tener visitas para cenar. — Sin decir más, cierra mi puerta y la escucho alejarse apresuradamente.
No tardo en correr tras la puerta y salir de la habitación rumbo a la pequeña cocina, donde sé que se encuentra ahora. Pongo un pie en la habitación y enseguida veo el panorama completo; la mesada repleta de ingredientes, bolsas y utensilios de cocina. En el fuego, una olla con lo que parece ser agua calentándose y Amara en medio de todo esto moviéndose con agilidad y buscando lo que sea que necesita ahora.
— ¿Qué haces? — Le pregunto siguiéndola con la mirada.
— Preparo la cena, claramente.
— No, ¿De verdad? — Le digo con sarcasmo. — Me refiero a qué estás cocinando.
— Oh, algo sencillo. Pasta italiana. — Asiento lentamente.
— ¿Necesitas ayuda con algo?
— De hecho sí, ¿Podrías poner a cocinar la pasta? Creo que el agua ya está lista. — Asiento y me dirijo a su lado, tomo el paquete del mesón y me propongo medir las cantidades.
— ¿Cuántas personas van a venir? ¿Quiénes son? — Pregunto, por fin, lo que había venido a preguntar en primer lugar, sólo que con una excusa.
— Son dos personas. — Me dice mientras ella pica una cebolla. — Una amiga mía y su hijo.
— ¿Su hijo? — No puedo evitar preguntar.
— Sí, tiene tu edad, seguro se llevarán bien. — La miro con una ceja alzada, pasta en mano. — No me mires así, conozco al chico y sé que seguro se llevarán bien; es muy simpático, además que yo sepa acá tu único amigo es Lea, no te va a hacer mal conocer nuevos posibles amigos.
Niego con la cabeza y pongo la pasta en la olla. — No quiero conocer “nuevos posibles amigos” y, además, sí que hice un amigo en la escuela en este último tiempo, y con eso me basta.
— El chico que te acompaña ida y vuelta del colegio todos los días. — asiente lentamente. — ¿Cuándo lo voy a conocer?
— Algún día… — Susurro simplemente mirando la pasta en la olla. — Hey, Amara. — La llamo luego de un instante. — ¿Estas personas saben que, bueno… Que yo existo, básicamente? — Termino por decirle con una risa nerviosa.
— La verdad es que no, pero por eso los invité a cenar, para presentarte a ellos y porque hace mucho no lo hacía. — Deja la cebolla a un lado, refriega su rostro con su brazo y procede a picar un diente de ajo. — Deberías ir a cambiarte y prepararte ahora, yo puedo manejar las cosas acá.
— ¿Segura?
— Sí, segura, andá. — Decido hacerle caso y me retiro de la cocina.
Camino de vuelta a mi habitación y cierro la puerta una vez dentro. Me dirijo hacia la ventana, abro la cortina y descubro que el sol ya se ocultó, así que decido cambiarme sin más.
Me miro al espejo y me río de mi pijama holgado a rayas, sin realmente querer deshacerme de él. No me entusiasma la idea de esta cena sorpresa de la cual fui notificada a último momento, pero tampoco puedo hacer demasiado al respecto, no voy a ponerme a discutir con Amara por algo así… Pero, sí, la verdad no me entusiasma la idea.
Con resignación me dirijo al armario. La sensación y el sonido de sus puertas corredizas se siente extraño, ya que comencé a usarlo más bien hace poco luego de haberme limitado a sacar mi ropa de la valija cada que la necesitaba por meses. Sin prestar demasiada atención, tomo un par de jeans holgados, un buzo de lana suelto y vuelvo a cerrar las puertas. Dirijo la mirada hacia mis pies en pantuflas, ¿Debería ponerme zapatos? Estoy en mi propia casa, y la verdad es que no quiero.
— Maldita sea. — Maldigo entre dientes decidiendo ponerme lo zapatos también.
Cada minuto que pasa, la idea de esta cena me agrada menos.
Cambiar mi ropa y peinarme no me lleva más de diez minutos, pero aún así decido perder el tiempo un poco más y termino por sentarme en la cama a leer un libro. Me acerco a la pequeña pila al lado de mi cama y tomo el último, el cual es mi lectura actual. Lo abro y comienzo a leer.