Calidad total

Capítulo 30: Palabras, palabras, palabras

Mientras Camila se acomodaba el nuevo traje, que era el uniforme del hotel para el personal administrativo, sentía las miradas molestas de todas sus compañeras. Y es que ninguna entendía cómo era posible que Olivia le haya dado un cargo tan alto considerando que había chicas que tenían mucho más tiempo trabajando en el área que ella. Todas murmuraban entre sí, estaban seguras de que algo había hecho para conseguir el cargo. Algo ilegal, algo fuera de las normas. Tenía que ser algo como eso la única razón para que una practicante como ella con quien Olivia apenas simpatizaba se convirtiera en supervisora.

Y aunque Camila intentaba no sentirse incómoda con todas esas miradas, era inevitable no pensar en que ciertamente tenía ese cargo por algo no ético. Pero intentó alejar esos pensamientos de su cabeza diciéndose a sí misma que haría todo lo posible para mantenerse y justificar su posición. Daría lo mejor de sí en su nuevo trabajo, así Olivia no la echaría porque iba a saber cuan capaz era ella en realidad. Se alejó entonces del lugar. Al día siguiente habría mucho que hacer.

Otra persona que ya prácticamente había aceptado que hablen a sus espaldas era Priss. No lo había percibido, pero pronto se dio cuenta de que las chicas de las otras áreas y hasta las de pastelería hablaban discretamente de "algo" y en cuanto la veían pasar callaban como por arte de magia, además de observarla fijamente de pies a cabeza. Rachel ya se lo había advertido, pero nunca le prestó atención verdaderamente. Habían ya pasado varios días desde que su hermano fue liberado y cuando la tensión pasó pudo prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Jamás le habían gustado los chismes y menos que hablen mal de ella, sobre todo si era de una manera injustificada.

Aunque por eso tampoco estaba dispuesta a evitar a Adriano. Ya Kate le había dicho que no le preste atención a esas tonterías y hasta ella misma se encargaba de callar a las chismosas fuera de su área, porque dentro del espacio de preparación de platos de fondo todos adoraban a Priss y la apoyaban diciéndole que no haga caso a nada de lo que decían, y claro que no lo iba a hacer. Cuando se quedaba a trabajar hasta la hora del cierre del restaurante, Adriano la llevaba a casa y varias veían como esa joven practicante de cocina se subía con toda confianza al auto del afamado chef Hartmann, algo que solo hacía que hablen peor.

No iba a dejar acercarse a él solo por los chismes, algo que Adriano también había dejado bien en claro. Él era el jefe y hacía lo que quería en ese restaurante, así que la mandó a llamar a su oficina antes de la hora del cierre cuando todos aún estaban ahí. Y no precisamente por motivos laborales. Eran pocos los momentos a solas que tenían y trataban siempre de aprovecharlos al máximo. La abrazó fuertemente cuando la vio entrar y buscó esos labios que ansiaba besar todo el día.

—Te extrañé —le dijo tomando sus manos y acariciándolas.

—Acabas de verme hace diez minutos —contestó ella con una sonrisa juguetona y depositando un suave beso en sus labios.

—Es cierto, soy un dramático exagerado y eso lo sabe todo el mundo —rieron, tenían apenas unos minutos antes de que la cocina los reclamaran.

—¿No crees que ya debería volver al trabajo? —le preguntó ella, la verdad es que disfrutaba de escabullirse para pasar un rato con él, pero también le daba culpa dejar el trabajo a medias.

—No te preocupes, hay poca gente y los comensales que quedan son los últimos. Ya no hay más que preparar.

—Pero siempre es necesario que el equipo esté listo, uno nunca sabe.

—No busques excusas para separarte de mí —le dijo bromista—. Quédate conmigo hasta el cierre.

—Está bien —contestó ella—, aunque no quiero provocar que sigan diciendo estupideces de mí.

—Que hablen lo que quieran, si me da la gana las despido a todas.

—Sabes que no puedes hacer eso.

—Ya sé, pero a veces me da risa fantasearlo, creo que sería divertido —bromeaba, ella sonrió y decidió pasar el tema por alto. La estaban hartando con tantos chismes, quizá lo mejor era ignorarlo—. Pero hablando en serio, no me gusta que te incomoden. Hablaré con todos, no seguiré soportando murmuraciones en mi cocina

—Sé que quieres ayudarme, pero... No lo sé, no parece buena idea.

—¿Entonces qué sugieres?

—Que quieres concentración en el trabajo y el que no lo haga será sancionado.

—Suena mejor —dijo dándole otro beso. Uno corto y suave, pero que parecía ser eterno—. Así que vamos, ya es hora —dijo poniéndose de pie y levantándola junto con él.

—¡Oye no! ¿Ahora? No, no... en serio, no creo que...

—Es ahora o nunca, Priss —la llevó de la mano fuera de la oficina hasta la cocina sin que ella pudiera evitarlo. Cuando ambos aparecieron juntos varios dejaron lo que estaban haciendo para verlos y no faltó quien diera uno que otro codazo para avisar del acontecimiento. Adriano dio un par de fuertes palmadas para llamar la atención de todos. Rápidamente todos voltearon y se acercaron haciendo un semi círculo alrededor de ambos.

La chica estaba de mil colores, sabía que su querido chef tenía buenas intenciones, pero en ese momento ella solo se sentía atacada. Todos murmuraban, pero Adriano se mantenía firme y serio mientras esperaban que guardaran completo silencio.




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