Cambiar por Ti

Capítulo 3

Sigo dándole vueltas a lo que sucedió, pero nada. ¿Tal vez solo fue el momento?

Escucho a mi madre llamarme. Me armo de valor y voy.

Al entrar veo que ese hombre se irá con Sebastián, me alegro, no pasará nada más. Me empujan un poco por atrás y miro confundida a mi padre.

—¿Qué pasa?

—Por un tiempo irás con el Señor Lombardi, harás... unos trabajos para él y su hijo hará lo mismo con nosotros.

¿Qué?

Me quedo atónita observando a mi padre, quiere que vaya con un desconocido. Mi padre me está entregando a un desconocido.
Enojada salgo de la casa sin mirar hacia atrás. No puedo creer lo que hacen. No me dicen nada, a último momento pasa todo.

Siento una mano en mi espalda como un perfume masculino llega a mía fosas nasales, miro y es el señor Lombardi.

—Vamos que no hay mucho tiempo.

Miro de reojo atrás pero parece que nadie tiene la intención de salir aunque sea a mirar. Eso hace que una punzada de dolor se instale en mi pecho.

Entramos al auto, miro por la ventana y ahora sí está mi padre mirándome triste.
¿Por tanto tiempo me iré? ¿Por qué hace esto? ¿Qué tipo de negocios hará?

En el camino todo es silencio. Ya me cansa, me aburre y por poco no me quedo dormida hasta que hablan.

—Quisiera saber más sobre ti —la voz imponente del hombre me hace estremecer.

—¿Para qué? —le respondo seca y sin mirarlo.

—Estaremos mucho tiempo juntos, es necesario.

Mucho tiempo.

—Bueno me presento, me llamo Safira tengo quince años. ¿Listo?

—Tendrás que controlar esa actitud, yo no lo tolero.

Un ruidito me sobresalta, los seguros de las puertas están hacia abajo. Me encerraron para que no escape por las dudas.

—¿Qué hacen, a dónde me llevan? —esto está haciendo que mi miedo crezca.

—Vamos —le indica al conductor y aceleran más—. ¿Tan rápido te acobardaste?

No contesto, no quiero darle la razón. Pero sí, es verdad.

Eres muy valiente Safira, felicidades.

Ignoro a mi mente que no quiere cooperar conmigo... aunque todo está empezando a tomar una forma que no me agradará.

Después de un rato, llegamos a una mansión de color amarillo, de dos pisos, pequeñas lámparas por varias veces que resalta su fachada al estilo romano. Me tomo un tiempo para contemplarla. El jardín es muy grande, con muchas plantas, una fuente hay en el medio del camino que debemos rodear para llegar a la entrada. Es maravilloso.

Una vez para, bajo del auto cuando quitan los seguros, se ven dos sirvientas en la entrada una es más joven, la otra ya debe haber pasado los cuarenta años o cerca.

—Clear, Cecilia —hacen una reverencia a él y me miran—, ella es Safira, quiero que la preparen.

Las dos asienten y Clear, que es la más joven, me toma de un brazo para seguir a Cecilia.

No hay palabras para describir todo lo de adentro. Es hermoso, todo lujoso.

Me guían a un pasillo y llegamos a una parte bien alejada, sólo hay cuatro puertas iguales. Abren la última de la derecha y Clear entra conmigo.

—Espero que puedas acostumbrarte aquí. 

—¿Qué hago aquí? ¿Qué se debe hacer?

El corazón me late a mil por la adrenalina que ahora se instala en mí.

—Eso no me corresponde decirte —su mirada es triste—. ¿Cuántos años tienes?

—Quince, ¿por qué?

—Eso pensé —me entrega el mismo  uniforme de ella—. Bienvenida, suerte.

Sale y me deja con duda.
 
¿Qué es lo que pasa. Bueno, es por un tiempo, después volveré con mis padres, ¿verdad? Debo mentalizarme eso.

Me miro al espejo, el uniforme es simple, negro con franjas blancas. Dejo mi cabello suelto que resalta el marrón claro en la ropa.

Me reúno con las demás en el comedor, me indican todo lo que tengo que hacer y los horarios especiales como los de visitas, cenas importantes y los horarios normales de nosotras.

El señor Lombardi aparece y nos mira a cada una con detenimiento.

—Vayan a descansar, las quiero mañana muy temprano —Clear y Cecilia responden, yo no digo nada—. Safira, buenas noches.

Levanto la vista y las palabras salen con amargura—. Buenas noches, señor.

—Así me gusta y te dije que empieces a cambiar tu actitud —sus ojos castaños me desafían, ponen aprueba lo que de seguro ya sebe que no me gusta: ser su sirvienta.

Nos retiramos y voy corriendo a mi pequeña habitación, la cual tiene solo una ventana que al abrir tiene rejas con púas para que no escape. Idiota.
No me queda más que tomar el largo camisón grisáceo que se encuentra perfectamente doblado en la cama. Ni siquiera mi ropa me dejaron traer.

Veo otra vez la hora, 3:00 de la madrugada, no puedo conciliar el sueño por más que de vueltas y vueltas en la superficie blanda.

El ruido de la puerta me pone en alerta y es Cecilia.

—Quiero que vengas conmigo ahora.

¿Qué sucede? Preocupada me levanto, me pongo las sencillas sandalias para seguir a su seña, llegamos a una parte que está todo oscuro, no puedo distinguir nada y tampoco conozco el lugar. No debí seguirla.
Siento que me dan algo y las tomo, toco para saber de que se trata y...

Esperen... ¿llaves? ¿Para...?

Prenden la luz haciéndome cegar unos segundos y giro para ver quién es el que ha entrado, y me encuentro con el que menos esperaba.

—¿Qué haces aquí? —mira mis manos— ¿Querías escapar?

—No señor yo sólo seguí a Cecilia que... —mi voz se corta al verla a su lado.

—¿Es enserio Safira? Te vengo acompañar para tomar agua y... ¿me haces esto? —lleva una mano a su pecho haciendo una mueca dolida.

¿Qué?

—No te pedí nada, me despertaste y...

—No quiero escuchar más. Cecilia te vas ahora —antes de pasar por la puerta me sonríe maliciosa y ahora caigo, es una trampa—. Me tienes decepcionado, no pensé eso de ti. Eres igual que tu padre, mentirosa e irrespetuosa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.