Toscana, Florencia, Italia.
Viernes 15 de abril, 2024.
Dado que la luna de miel se redujo, el cronograma perdió sentido, por lo que decidieron aprovechar haciendo lo que quisieran. La intención de sus padres al organizar los viajes era que se conocieran más íntimamente, no como amigos, sino como marido y mujer, cuya finalidad era que congeniaran y engendraran un heredero. Sin embargo, lo que menos querían hacer Maddox y Nova era tener sexo. Eran alocados, carecían de vergüenza y prudencia, por lo que más que una luna de miel, fueron vacaciones pagadas por la empresa, debido a su excelente desempeño laboral.
—Y como último acto de amor, nos inscribí en una actividad para elaboración de salsa de tomate y… —declaró emotiva, Nova, teniendo ambos brazos estirados hacia arriba, con la intención de seguir ese trend peruano hasta que Maddox le golpeó la nuca, impidiendo que continuara con su tontería.
—Deja de jugar y sigue pelando, Nova. —la instó a no huir de su responsabilidad como encargada de quitarle la piel a los tomates sancochados que se acumulaban en un depósito. Ahí estaban, en una finca, vistiendo pantalones de abuela, cuya característica principal era el estampado floreado y pasado de moda. Asimismo, estaban usando sombreros y demás indumentaria extraña. ¿Quién pensaría que un empresario exitoso y una bailarina famosa estarían pelando tomates, porque querían llevarse salsa de tomate exclusivamente hecha en Italia? Sí, un sueño perfecto.
—¿Acaso no te enamoran ver todas mis facetas? —actuó melosa, evadiendo pelar tomates. Su marido torció la boca ante ese comentario tan superficial, sin embargo, pareció ser objeto de ternura de un par de ancianos que también se inscribieron a la actividad en parejas. —¿Sabes cuántos están llorando por mí, esperando que vaya a visitarlos? ¿No te das cuenta de cuán afortunado eres? —lo molestó, haciendo un puchero antes de tomar su barbilla y sonreírle con esos labios carnosos que atrajeron muchos ojos curiosos. Maddox se soltó, bufando al escucharla reír.
—¿Y por qué no los traes mejor? No sé en qué soy afortunado. —vociferó amargado, tomando ambas manos de la mujer y le dio un tomate junto a un cuchillo para que no se hiciera la loca.
—¿Acaso no se me nota cuántos los extraño? —parpadeó como perro magullado. —Ugh, si pudiera, vendría con ellos. —se asqueó al ver su rostro tanto tiempo y se puso a pelar hasta que sugirió: —Por naturaleza, soy la mejor en todo, así que no será extraño que mi salsa sea coronada como la campeona. —se inventó una competición para producir la mejor salsa. Maddox la vio con superioridad.
—¿Crees que caeré en esa provocación? —se burló, viéndose maduro por ser el mayor. —Obviamente, no existe una competencia. —se encogió de hombros. —Porque mi salsa no tiene rival, menos la tuya. —la provocó. Esto enfureció a la dama que sin tardar, rugió y en menos de una hora, los anfitriones de la actividad observaron cómo se convirtieron en dos máquinas para pelar, moler y procesar tomates. Aunque parecían desastrosos, cuidaron la higiene y salubridad y al cabo de un tiempo más tarde, ambos presentaron sus envases llenos de salsa de tomate hecha preciosamente por sus manos para que al final, los anfitriones les dijeran con una pronunciación del inglés pésimo pese a que ella no era ignorante y sí había aprendido italiano junto a Maddox:
—¡Sus salsas han sido las mejores, señores Clarke! ¡Han ganado como pareja! —los felicitaron, colocándoles coronitas improvisadas y tirando serpentinas mientras los demás participantes de la actividad los aplaudían. Ambos jóvenes intercambiaron una mirada de decepción, siendo conscientes que los anfitriones no iban a decidir para dividirlos, considerando que era una actividad de matrimonios.
Al final, se rindieron, tomaron sus envases y abandonaron la finca, llevándose como único recuerdo especial una botella de vino y las salsas de tomate. De camino a su hospedaje, se detuvieron por capricho de Nova a quien le pareció atractivo y curioso una tiendita que decía poder leerte el futuro. De esa manera, Maddox tuvo que aparcar la camioneta rentada, viéndose obligado incluso a oír lo que la anciana le decía. Estaba aburrido y cansado, además que apestaba a tomate. No obstante, paró la oreja como una vieja metiche y chismosa, tras haber escuchado a la anciana decir y mostrar una carta de tarot:
—En tu vida, tendrás dos amores. —reveló, leyéndole la dichosa carta. Ante esa improbable revelación, Nova se quedó absorta, queriendo escuchar más a fondo la explicación que continuó: —Uno será… —fue interrumpida por la bocaza de Maddox.
—Es claro que te está mintiendo. —se rascó la oreja, llamando la atención de ambas mujeres.
—¿Qué? —se indignó la anciana. Y Maddox asintió, llamándola estafadora, por lo que argumentó:
—Está mujer es una versión femenina de un hombre mujeriego. —no le importó que lo tildaran de cachudo ni que se le viera la argolla de casado en el dedo. —Inclusive ahora, no tiene dos ni tres, sino más de cinco amores y ninguno soy yo, y eso que soy su marido, imagínese los cuernos que tengo ahora por sus pensamientos infieles. —le fue imposible contar con los dedos de la mano. Ante ese comentario, Nova le proporcionó un golpe seco en la boca del estómago, haciendo que se retorciera del dolor y se quedara sin aire.
—Prosiga. —le dijo a la anciana mientras Maddox se arrastraba para aferrarse a la mesa donde estaban las cartas. La anciana bufó y agregó: